Grecia sigue en tierra de nadie, pero va emitiendo alguna que otra señal positiva. Los Veintiocho sellaron ayer el cierre del procedimiento de déficit excesivo de Grecia –que obliga a los países afectados a acometer recortes cuando el déficit público supera la barrera del 3 por ciento del producto interno bruto (PIB)–, después de siete años de “enormes esfuerzos y sacrificios”, según el comisario Pierre Moscovici.
Bruselas sometió a este procedimiento a Grecia en el año 2009, después de que el Gobierno de ese país terminó reconociendo que había falseado durante años las estadísticas.
Después vinieron hasta tres supuestos rescates, que se han saldado con tasas de desempleo que han llegado hasta el 27 por ciento (hoy claramente a la baja, pero aún en torno al 20 por ciento) y se han llevado una cuarta parte de la riqueza del país.
El PIB se ha recuperado, el empleo ha regresado poco a poco y Grecia ha conseguido un notable superávit fiscal primario (sin contar el pago de intereses) e incluso ha podido volver a los mercados.
Pero Atenas continúa a la espera de una reestructuración de su deuda que los europeos retrasan una y otra vez.
Así mismo, sigue pendiente de que el Banco Central Europeo compre bonos griegos en su programa de compra de activos.
La salida de Grecia del procedimiento de déficit excesivo sigue a la que había logrado Portugal y deja solo a dos países en el pelotón de los torpes: Francia y España.
El gobierno francés de Emmanuel Macron ha empezado ya a aprobar reformas (la semana pasada dio luz verde por decreto a la laboral), y espera que un crecimiento algo mayor de lo esperado (en torno a un 2 por ciento) permita cumplir el déficit.
España ha confiado desde hace tiempo su rebaja del déficit al mismo argumento: el Gobierno considera que el PIB español puede crecer por encima del 3 por ciento durante este año, prácticamente el doble de lo que avanza el PIB de la zona del euro, y eso podría bastar también en el caso español.
Grecia sigue pendiente del tercer rescate: debería aplicar decenas de medidas para que el calendario del tercer examen del rescate no se retrase de nuevo.
Al menos las cifras acompañan al país: las proyecciones prevén un déficit del 1,2 por ciento del PIB este año. La deuda pública, eso sí, roza el 180 por ciento del PIB y es absolutamente impagable, según el análisis del Fondo Monetario Internacional.
La vigilancia de Bruselas continuará al menos hasta el verano de 2018, cuando expire el programa, pero podría ir incluso más allá. Queda Grecia para rato.
CLAUDI PÉREZ
Ediciones EL PAÍS, SL 2017
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