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La pesadilla no termina / Análisis de Ricardo Ávila

Varias naciones han impuesto restricciones a los vuelos provenientes del sur de África.

Varias naciones han impuesto restricciones a los vuelos provenientes del sur de África.

Foto:Philipp Guelland. EFE

Los mercados mundiales se sacudieron con la nueva variante del covid-19. 

ricardo ávila
Todo hacía pensar que la del viernes sería una jornada tranquila en los mercados internacionales. Con la bolsa de Nueva York operando a media marcha por cuenta del largo puente festivo asociado a la celebración del Día de Acción de Gracias en Estados Unidos, la expectativa era de un nivel reducido de operaciones con pocos sobresaltos.
En cambio lo que ocurrió fue un verdadero sacudón. No solo los precios de las acciones experimentaron una caída significativa en las principales plazas de Europa y América, sino que la cotización del petróleo tuvo una descolgada superior al 11 por ciento, en el caso de la variedad Brent.
Por cuenta del coletazo, las monedas de los países emergentes perdieron terreno frente a divisas como dólar y euro. El billete verde en Colombia volvió a transarse por encima de los 4.000 pesos, mientras que en el resto de América Latina también se fortaleció.
La causa de lo sucedido es una sola: el anuncio de la Organización Mundial de la Salud con respecto a la variante B.1.1.529 del covid-19, mejor conocida como ómicron, a la cual calificó de “preocupante”. Si bien faltan semanas antes de que los científicos determinen sus verdaderos riesgos, las reacciones no se hicieron esperar.
En cuestión de horas, tanto la Unión Europea como Estados Unidos y varias naciones más impusieron restricciones a los vuelos provenientes del sur de África. De tal manera, las pantallas en los aeropuertos de Sudáfrica, Botsuana, Zimbabue, Mozambique, Lesoto, Namibia y Suazilandia se llenaron de letreros de “cancelado”.

El costo ocasionado por esas medidas fue enorme, sin desconocer que sirvieron para ralentizar la transmisión del virus y posiblemente salvaron decenas de miles de vidas

Ante las prohibiciones, el temor de que regresen las limitaciones generalizadas a la movilidad y los confinamientos obligatorios está de vuelta. Todavía está fresca en la memoria de los habitantes de los cinco continentes lo que significaron las cuarentenas durante buena parte de 2020, cuando se desató la pandemia.
El costo ocasionado por esas medidas fue enorme, sin desconocer que sirvieron para ralentizar la transmisión del virus y posiblemente salvaron decenas de miles de vidas. No obstante, tanto en materia económica como de bienestar social y salud mental, el impacto de lo ocurrido todavía se siente, por lo cual la expectativa de recorrer la misma senda dispara todas las alarmas.

En perspectiva

Las luces de alerta son todavía más intensas debido a que ya hay una cuarta ola de casos positivos, al menos en el Viejo Continente. Mientras que a comienzos de septiembre el número de nuevos contagios era de unos 700.000 semanales en esa parte del planeta, ahora se encuentra en 2,6 millones.
Dicha evolución está asociada a la variante delta y al comienzo de la época de frío. En la medida en que las personas se recluyen en espacios cerrados debido a las bajas temperaturas, aumentan los contagios.
A lo anterior hay que agregar que las campañas de vacunación han tenido diferentes grados de éxito, atribuible en gran parte a la reticencia de sectores específicos de la población europea que prefieren no recibir ninguna dosis. Igualmente, es claro que la efectividad de algunos compuestos declina con el paso de los meses, por lo cual es imperativo aplicar refuerzos que se han demorado.
Cualquiera sea la razón, diferentes países están en problemas. Austria no tuvo otro remedio que recluir a los ciudadanos en sus casas ante el aumento en la ocupación de las unidades de cuidado intensivo. Con menos de nueve millones de habitantes, la cantidad de infecciones activas supera las 150.000, unas once veces más que en Colombia.
Aunque en un momento se pensó que la emergencia solo afectaría al este y centro de Europa, no es así. Alemania está en problemas, mientras que Holanda y Bélgica comenzaron a tomar medidas, que seguramente serán más draconianas tras confirmarse casos de la variante ómicron.
Si bien en el área del Mediterráneo las cosas están relativamente tranquilas, Francia, España, Italia, Portugal y Grecia siguen el tema con inquietud. Aunque las determinaciones sobre arribo de aviones se toman en bloque, aparecen los fantasmas sobre controles terrestres en las fronteras del espacio Schengen.
Nadie quiere llegar allá, por supuesto, y menos en vísperas de Navidad. De un lado, la tolerancia de la ciudadanía a la hora de aceptar más encierros es baja, como lo demostraron las protestas en Ámsterdam que derivaron en fuertes choques con la policía.
Del otro, segmentos como el turismo o el de bares y restaurantes apenas comienzan a salir de una crisis profunda, que ocasionó incontables quiebras. A pesar de que las ayudas gubernamentales evitaron hace 18 meses que el desenlace fuera peor, el espacio para mayores gastos es ahora muy reducido tras el salto en las deudas públicas.

Otras preocupaciones

Puesto de otra manera, la economía mundial enfrenta suficientes desafíos como para agregarle uno más. El aumento en la inflación, la previsible alza en las tasas de interés, las tensiones comerciales, los trastornos logísticos en los puertos y la geopolítica ponen en entredicho el vigor de la reactivación observada.
Y es que tras una contracción del tres por ciento el año pasado, el crecimiento de la economía global en 2021 apunta a ser del 6 por ciento, según el Fondo Monetario Internacional. Casi la totalidad de los países desarrollados recuperaron el terreno perdido por la pandemia, mientras que los de ingreso medio y bajo vienen un poco más rezagados.
Ponerle un palo en la rueda a ese proceso conduciría a una parálisis que solo podría calificarse como catastrófica. Un futuro de más desempleo y pobreza no anima a nadie, con lo cual el remedio es intensificar el ritmo de la vacunación en todas las latitudes.
Reconociendo que en este campo la humanidad ha conseguido algo que parecía imposible un año atrás, todavía falta mucho trecho por recorrer. Según el portal Our World in Data, a la fecha se han distribuido cerca de 7.900 millones de dosis para inocular, al menos con una inyección, al 54 por ciento de la población mundial.
Sin desconocer que cada día se aplican unos 29 millones de vacunas adicionales, la inequidad es la norma. Mientras que en las regiones de ingresos altos la cobertura supera el 70 por ciento de los habitantes, en las naciones de bajos ingresos esa proporción es apenas del 5,7 por ciento.
Por lo tanto, esta debería ser la ocasión para que se hagan despachos masivos de dosis hacia aquellos lugares que están más desprotegidos, tanto en África como Asia o ciertos lugares de América Latina y el Caribe.
Puede ser que las restricciones sirvan para ganar algo de tiempo, pero no son la solución adecuada. Así les sirvan a los políticos para quedar bien con la opinión, es mejor no llegar a excesos.
En cambio, lo que procede es actuar con cabeza fría, a sabiendas de que la coyuntura actual es muy distinta a la de marzo de 2020, cuando se decretó la pandemia. El motivo es que la inmunidad alcanzada es grande, gracias a la combinación de las vacunas y los contagiados que se recuperaron de la enfermedad, que en conjunto se contabilizan en miles de millones.

La mirada local

Dicho llamado es extensivo a Colombia, en donde hay un empinamiento todavía moderado de la curva de contagios, que merece ser observado de cerca. Si bien los números están muy lejos del pico de junio, es claro que no se puede bajar la guardia.
En tal sentido, está plenamente justificada la extensión de la emergencia sanitaria hasta el 28 de febrero de 2022, junto con el seguimiento a aquellos viajeros que llegaron del continente africano en los últimos quince días. Sin embargo, a sabiendas de que la delta es la variable prevalente ahora en el territorio nacional, lo que vale la pena es concentrarse en su contención.
Esto incluye avanzar en el programa de vacunación que alcanza unos 56 millones de dosis aplicadas. Si bien más de 24 millones de colombianos cuentan con su esquema completo, el país está por debajo del promedio regional y necesita hacer un esfuerzo significativo antes de que termine el año, para lo cual cuenta con más de once millones de vacunas disponibles.
Y en lo que atañe a ómicron, no hay que sobrerreaccionar. Como dice Marta Ospina, la directora del Instituto Nacional de Salud, sobre la variante recién identificada: “Es demasiado temprano para llegar a conclusiones”. Si bien esta constituye un riesgo potencial, “dados su número y variedad de mutaciones que la hacen deducir como mejor adaptada, nadie conoce su comportamiento clínico aún y lo que se diga en este momento es pura especulación”.
Lo anterior, en cualquier caso, obliga a mantener la guardia arriba. Todavía las medidas de bioseguridad y el distanciamiento son la forma más adecuada de evitar la dispersión del covid-19, para lo cual habrá que reforzar las campañas de comunicación ahora que llega diciembre y la prudencia sucumbe en las reuniones familiares y de amigos.
El camino de la prevención es la mejor garantía de que la reapertura continúe inalterada, algo que resulta clave para una economía que –como la colombiana- se expande en forma vigorosa. Seguir por la misma senda permitiría no solo que el producto interno bruto crezca más de 10 por ciento este año y cerca de cinco por ciento el próximo, sino que el número de personas ocupadas sea similar o supere el nivel de 2019.
Todo ello forma parte de una realidad previsible. Por mucho que se haya dicho, no está de más reiterar que habrá que convivir con el virus durante el tiempo que sea necesario y hasta que evolucione hacia una forma menos severa o la ciencia encuentre respuestas más definitivas para acabar del todo con la amenaza.
En el entretanto hay que aprender del pasado reciente. El falso dilema entre salud y economía no debería reeditarse y menos en la región latinoamericana, en donde la contracción productiva más que duplicó el promedio mundial, sin que ello evitara más de un millón y medio de muertes debido al covid-19.
Es de esperar, de otro lado, que algo de tranquilidad vuelva a los mercados tras el tropezón del viernes. Pensar que se está volviendo a arrancar de cero en la lucha contra el coronavirus no tiene fundamento, así todavía la cantidad de preguntas sin respuesta sea elevada.
Y ello implica actuar de manera responsable, evitando crear pánico innecesario o sanciones que ahondan el sufrimiento de pueblos enteros. La Organización Mundial de la Salud señaló ayer que la respuesta ante la nueva variante debería ser balanceada y global.
No le falta razón a Sudáfrica que expresó su desencanto después de que, en aras de la transparencia, compartió la información de sus laboratorios clínicos sobre el ómicron, siendo penalizada con la cancelación de vuelos por tiempo indefinido. Estigmatizar a determinados lugares atenta contra la cooperación internacional y deja la sensación de que sigue aplicando el principio del “sálvese quien pueda”.
De ahí que sea más lógico seguir el camino de las vacunas para todos, aparte de continuar con pruebas masivas y exigir el uso de mascarillas, que el de levantar barreras que probablemente llegan tarde. Y más importante sin duda es entender que nadie estará realmente a salvo, mientras los remedios les llegan a unos, y los castigos, a otros.
RICARDO ÁVILA PINTO
Especial para EL TIEMPO
ricardo ávila
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