Transformar la infraestructura toma tiempo. Más allá de los tiempos de construcción, los países deben recorrer un camino de aprendizaje y fortalecimiento institucional que les permita mejorar año a año los contratos, sofisticar sus firmas de ingeniería, profundizar el soporte del sistema financiero y, por supuesto, asegurar en el largo plazo los recursos necesarios para las obras.
Este proceso no es exclusivo de Colombia. Incluso Estados Unidos, un país con una red vial de primer nivel, tomó más de 50 años para concluir la red de autopistas que planeó y diseñó el presidente Eisenhower en la década de 1950.
Colombia lo viene haciendo bien. La transformación que empezó hace varios años hoy es motivo de admiración en la región. Ningún otro ha logrado las reformas y transformaciones que hoy convierten a Colombia en un ejemplo.
Tenemos una ley de APP que recoge las mejores prácticas internacionales, varias leyes especializadas en agilizar y facilitar la gestión de los proyectos, un plan maestro que delimita y prioriza las inversiones a más de 20 años, y unas entidades fuertes y técnicas como la ANI y la FDN.
Todo lo anterior ha permitido que Colombia tenga el programa de APP más grande de América Latina y que supere países tradicionalmente destacados en esta materia como México o Brasil. La ha posicionado como un destino atractivo para grandes inversionistas internacionales, incluso en este momento de gran turbulencia e incertidumbre internacional. Este resultado no se hubiera logrado sin la audacia y visión de Juan Manuel Santos, quien lideró las reformas, estructuró y dejó en marcha los proyectos y se la jugó por la apuesta más ambiciosa de la historia de Colombia en términos de infraestructura.
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De igual forma, ha sido clave la forma decidida como el presidente Duque ha apoyado y le ha dado continuidad al programa. Sin la constancia y continuidad de los gobiernos sería imposible culminar los grandes proyectos.
En estos momentos de desaceleración económica, la infraestructura tiene la llave para seguir creciendo. Durante el 2019, la construcción de carreteras y obras de ingeniería civil aportaron 0,2 de los 3,3 puntos porcentuales de crecimiento. ¿Que aún hay problemas? Por supuesto, el desarrollo de grandes proyectos siempre tendrá retos por resolver. A medida que se resuelven algunos obstáculos, los proyectos avanzan y surgen otros nuevos. De eso se trata: de despejar el camino para mantener un buen ritmo de construcción, mejorar la conectividad y alcanzar el crecimiento deseado.
Los ritmos de ejecución alcanzados hoy obedecen a que proyectos adjudicados en años anteriores fueron superando problemas hasta alcanzar la velocidad crucero de hoy. No obstante, la infraestructura es una máquina pesada que se demora en encender y han pasado más de dos años sin que se adjudiquen nuevos proyectos para alimentar la ejecución de los próximos años. No se equivocan quienes afirman que el tiempo empieza a jugar en contra.
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El primer proyecto de 5G, el nuevo programa de APP, está proyectado para adjudicarse en el primer trimestre de 2021. Dado que estos proyectos requieren más de un año de preconstrucción, solo tendría impacto significativo en el PIB para el segundo semestre de 2022. Bajo esta lógica, parecería tardío el efecto del de este programa ante la urgencia de reactivar la demanda y generar empleo en el corto plazo.
Este es el momento en que todos debemos remar para el mismo lado. El país necesita reactivarse, y el tiempo es oro. Para que la infraestructura mueva la economía hay que acelerar el paso. Se ha demostrado que el país tiene la capacidad y que constructores, financiadores y Gobierno están a la altura del reto. Manos a la obra.
DIMITRI ZANINOVICH
*Consultor