Mientras en el 2005 uno de cada cuatro habitantes de Bogotá era considerado pobre, el año pasado esa misma proporción era de uno por cada diez. En cifras más precisas, el 10,4 por ciento de los habitantes de la ciudad. Más de 817.000 personas que sobrevivieron con menos de 241.130 pesos al mes, según cifras del Dane. Una década atrás había más de 1’815.000 capitalinos en esa condición, es decir, un millón más que en la actualidad.
La realidad más alarmante por localidades se vive en Ciudad Bolívar y Usme: allí, tres de cada diez habitantes son pobres. Caso contrario al de Teusaquillo, que ostenta el índice más bajo de la ciudad, con el 4,3 por ciento de pobreza.
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Al indicador general de pobreza, que en ciudades suramericanas como Buenos Aires está en 21,1 por ciento y en Montevideo llega al 13,4 por ciento, hay que sumarle el de las personas en situación de pobreza extrema. Al 2015, según el Dane, el 2 por ciento de los bogotanos vivieron con menos de 106.489 pesos al mes, cuatro veces menos que el índice nacional, que asciende al 7,9 por ciento.
En el plano general, la significativa reducción de la pobreza en Bogotá –que se tradujo a su vez en un aumento de la clase media– es para el experto en desigualdad y profesor de las universidades Nacional y Externado, Jorge Iván González, y para el secretario distrital de Desarrollo Económico, Freddy Castro, consecuencia en buena parte del boom del sector minero-energético de la última década en el país. Y para la Secretaría Distrital de Planeación es fruto también de ciertas políticas sociales como los subsidios o programas estatales como ‘Más familias en acción’.
El hecho concreto es que el incremento en el ingreso per cápita de los bogotanos subió entre el 2005 y el año pasado un 6,7 por ciento, por encima del 4 por ciento que creció la línea de ingresos con la que se mide la pobreza.
Pese a lo anterior, Bogotá es hoy la ciudad principal más desigual del país. Su coeficiente Gini (cuanto más cercano a 0 hay mayor igualdad, y cuanto más cercano a 1, mayor desigualdad), cerró el año pasado en 0,498, cuando Medellín tiene 0,489 y Bucaramanga 0,407. La media nacional fue de 0,522.
Según ONU-Hábitat, Bogotá está en la franja de “alta desigualdad” (entre 0,450 y 0,499).
“En la ciudad no se han hecho políticas distributivas agresivas”, dice González, mientras Castro sostiene que una de las causas de la estabilización del índice Gini es que evidentemente “se ha fallado en políticas de generación de ingreso”. La Secretaría Distrital de Planeación destaca otras razones de peso, “como las inequidades en los niveles de educación”.
Mala distribución de ingresosEjemplos que dan cuenta de la desigualdad en la capital hay múltiples. Para empezar, el 20 por ciento más rico (más de un millón y medio de personas) se queda con la mitad de todos los ingresos, que para el año pasado totalizaron 7,6 billones de pesos. En la otra orilla, el 20 por ciento más pobre recibe apenas el 6,1 por ciento.
Sin embargo, un estudio reciente del Observatorio de Desarrollo Económico de Bogotá advirtió que el nivel de concentración del ingreso del 20 por ciento más rico bajó del 51,3 por ciento al 49,8 entre el 2014 y el 2015, mientras que el del 20 por ciento más pobre subió un 0,2 por ciento en el mismo lapso.
Los hogares más ricos de la ciudad están situados en la localidad de Chapinero y recibían en promedio casi 19 millones de pesos mensuales en el 2014, equivalente a más de 30 salarios mínimos de ese momento –es el último dato consolidado disponible–. Los más pobres están en La Candelaria y a ellos entraban apenas 340.000 pesos (el 55 por ciento de un salario mínimo). En otras palabras, la franja más pobre debía trabajar, en promedio, cuatro años y ocho meses para obtener el ingreso de un solo mes de la franja con mayor capacidad económica.
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“Más preocupante que la desigualdad es la segregación, y Bogotá tiene una de las más visibles de Latinoamérica, especialmente en el tema de la localización geográfica de las poblaciones con menor capacidad de pago. Ellos, por ejemplo, gastan un mes y medio al año en desplazamientos, cuando las personas con mayor capacidad económica emplean muchísimo menos tiempo”, sostiene Gerardo Ardila, exsecretario distrital de Planeación.
En promedio, el ingreso del 10 por ciento de los hogares más ricos de Bogotá es 11 veces mayor al ingreso del 10 por ciento más pobre, según datos del Distrito.
Y en el análisis por localidades, al 2014, Chapinero estaba al frente de la lista de mejor ingreso per cápita con el equivalente a seis salarios mínimos, mientras en Usme solo alcanzaba el 70 por ciento de una remuneración mínima mensual.
El ingreso per cápita promedio de los bogotanos es el mayor del país, con 989.000 pesos mensuales, superando a Medellín, que alcanza los 902.000 pesos; y a Bucaramanga, que logra 836.000 pesos.
En cuanto al ingreso de los hogares, según la ‘Encuesta de calidad de vida’ del Dane 2015, Bogotá ocupó el primer lugar del país con 2’852.385 pesos, mientras que la media en Colombia fue de 1’924.933. Para la Secretaría de Desarrollo Económico, ese ingreso promedio en Bogotá fue de 2’781.197 pesos.
En referencia a los estratos, según la misma entidad, el más alto (el 6) ganó el año pasado, en promedio, 15,2 millones de pesos mensuales, y el más bajo, 1,7 millones. Y tres datos preocupantes: uno, si se suman los ingresos promedios de los estratos 1 al 4, no alcanzan el promedio mensual del 6; dos, el 44,8 por ciento de los trabajadores bogotanos gana hoy un salario mínimo o menos cada mes (en Colombia es el 48,6 por ciento); y tres, apenas el 8,5 por ciento gana más de 4 salarios mínimos al mes.
Así mismo, Bogotá tiene hoy más proporción de personas en los estratos 1, 2 y 3, con el 88 por ciento, que en el 2003, cuando era el 84 por ciento. Y comparando los dos mismos periodos, los estratos 5 y 6 bajaron del 6 al 4,5 por ciento. Estos cambios –de acuerdo con Planeación Distrital– obedecen a un aspecto inercial, y no a un aumento; por ejemplo, el de los migrantes rurales que a diario llegan a instalarse en la ciudad en busca de mejores oportunidades.
Y si bien los expertos consultados por este diario coinciden en que es muy difícil calcular el número de personas en condición de pobreza o riqueza oculta, un estudio de Planeación Distrital realizado hace un par de años determinó que, al menos en los casos de pobreza oculta, esta se evidenciaba en unos 40.000 hogares de la ciudad, especialmente de los estratos 3 y 4.
“Este fenómeno se concentra en Chapinero y Teusaquillo. Buena parte de los afectados, especialmente mujeres, son personas de más de 60 años que viven en contextos urbanos óptimos, pero que ya no perciben ingresos por trabajos o pensiones –comenta Gerardo Ardila–. Incluso hay casos de personas que al menos una vez a la semana dejaron de consumir las tres comidas”.
Otro indicador de pobreza oculta, según la ‘Encuesta multipropósito’ (2014), es que el 0,1 por ciento de las personas que viven en zonas de estrato 5 son pobres, según el índice de necesidades básicas insatisfechas (NBI), y fundamentalmente por razones de dependencia económica. En NBI, la peor situación está en la localidad de Santa Fe, sobre todo por precariedades en la vivienda y hacinamiento crítico.
Por el contrario, cuenta el exfuncionario distrital, en materia de riqueza oculta hay un ejemplo clásico en Bogotá, que es el caso del Restrepo, donde hay muchos empresarios que no declaran sus bienes y operaciones, no piden préstamos bancarios y tienen ingresos económicos muy superiores a los de muchas personas que están en los estratos más altos.
(Ver infografía)
Salto cualitativoEl índice de pobreza multidimensional en el 2015 (incluye condiciones en educación, trabajo, salud, cobertura de servicios públicos, hacinamiento en hogares y estado de las viviendas, entre otras variables) fue del 4,7 por ciento en Bogotá: cuatro veces menos que el promedio nacional, 20,2 por ciento, según el Dane. Y aquí, Bogotá también ha progresado, porque en el 2011 ese indicador era del 11,9 por ciento. Es decir, se redujo en más del 50 por ciento en solo un lustro.
Otros datos de la ciudad, recogidos en el informe más reciente de calidad de vida (2015) del programa Bogotá Cómo Vamos, señalan que la tasa de desempleo en la capital cerró en el 2015 en 8,7 por ciento, cuando la cifra nacional fue del 8,9 por ciento. Bogotá aporta una de cada cinco personas ocupadas en el país, aunque el porcentaje de informalidad, según Freddy Castro, es del 42 por ciento.
Un lunar es que la desnutrición crónica en Bogotá es del 8,5 por ciento (frente al 8 por ciento de las zonas urbanas del país). Por contra, la tasa de mortalidad infantil pasó de 24,5 muertes por cada 10.000 menores de 5 años en el 2011 a 17,2 en el 2015, y el porcentaje de personas no afiliadas al sistema de salud cayó en una década del 22,4 por ciento al 8,6 por ciento.
Frente al acceso a los servicios públicos en sectores legalizados, Bogotá tiene una cobertura del 100 por ciento en energía; 89,7 por ciento de gas y del 99,9 de acueducto. Así mismo, según el Dane, la capital alcanzó en el 2015 el 65,2 por ciento de cobertura de internet en hogares, frente al 41,8 del promedio nacional.
Finalmente, un dato clave: Bogotá aportó en el 2015 el 26 por ciento del PIB nacional. Aunque este indicador viene creciendo a menor ritmo en los últimos años, en el 2014 aumentó 4,6 por ciento (4,4 en el país) y 3,9 el año pasado (3,1 en el país).
El Secretario de Desarrollo Económico anota que tal crecimiento del PIB es mayor en Bogotá “porque su economía es más diversificada y no tiene la misma dependencia del sector minero-energético que Colombia”. Es decir, este mismo sector, que fue clave para reducir el número de pobres en una década, no es un factor tan determinante cuando el país se enfrenta una desaceleración económica.
“Hoy, la prioridad en Bogotá es la lucha contra la desigualdad”, concluye el experto Jorge Iván González. Y en concepto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), hay cinco factores que pueden producir cambios sustanciales en el coeficiente Gini: la educación, la tasa de desempleo, el gasto social como proporción del PIB (como subsidios), la inversión pública y el índice de progresividad tributaria.
CARLOS GUEVARA
Redacción Domingo
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