Reconocer el cumplimiento de la promesas de valor en los productos de consumo de la vida cotidiana es relativamente sencillo: lo estamos viendo, tocando y usando casi de forma inmediata, por lo que exigir las garantías a fabricantes y distribuidores es relativamente fácil.
Por el contrario, el mercado inmobiliario no responde a este test inmediato del consumidor. Comprar inmuebles de segunda o terminados, permite evaluar de una forma bastante asertiva el cumplimiento de lo ofrecido por su vendedor. Claro, siempre quedarán incógnitas, sujetas enteramente a la credibilidad del vendedor, a una inspección minuciosa, que –por lo general– no se hace, por ejemplo, con las instalaciones técnicas, la calidad estructural y las especificaciones reales de los acabados.
Con este panorama en inmuebles existentes, es de imaginar que inversiones en proyectos en preventas, y aun en proceso de construcción, están supeditadas a la confianza generada por el promotor. Hay que ser conscientes de que la construcción es un proceso complejo que involucra a cientos de contratistas de diferentes disciplinas, y que los entes distritales y nacionales carecen de los instrumentos adecuados de control.
La situación se agrava cuando se hacen inversiones a través de vehículos inmobiliarios como los derechos fiduciarios. En estos casos, no solo hay que confiar en el producto inmobiliario ofrecido y su integridad de componentes, sino confiar en las proyecciones y estudios de mercado que generan las rentabilidades esperadas.
Se hace necesario buscar mecanismos de autoevaluación y control, que hagan una verificación exhaustiva de los fundamentos del proyecto: la factibilidad y presupuesto del proyecto, P&G operativo, estudios de mercado competitivo, proyección macro económicas o estudios corporativos y reputaciones de los promotores, entre otros a los que se suman el estudio jurídico de la estructura corporativa para que los inversionistas tengan información y tomen una decisión.
Además, si el marco autorregulatorio existiera, de cara al promotor establecería parámetros claros del proyecto ofrecido. Así, los promotores y constructores debemos responder a una ética superior y sobre todas las cosas hacer proyecciones y promesas conservadoras y acotadas a la realidad constructiva, económica y del mercado, que permitan cumplir a los compradores e inversionistas, para generar confianza.
AARON COHEN R.
Gerente Promotora A.Cohen