Microsoft despidió el ejercicio fiscal con un beneficio de 21.200 millones de dólares, de los cuales 6.510 millones corresponden al último trimestre.
La ganancia neta representa una mejora del 26 por ciento respecto al conjunto de 2016.
La tecnológica de Redmond elevó un 5 por ciento los ingresos, hasta los 96.660 millones, pese a ser una empresa con tres décadas de historia. Sus acciones se están negociando a niveles récord.
Microsoft, con una apreciación de 150 %, es uno de los valores que mejor rendimiento tuvo durante los últimos 5 años en Wall Street.
Es la tercera mayor compañía cotizada del S&P 500, por detrás de Google y Apple.
En ese periodo pasó de ser una compañía concentrada en la venta de programas informáticos a una de las potencias en el negocio de la gestión de datos, donde tiene como rivales a Amazon y Google.
La división de servicios de computación en la nube registró ingresos de 27.440 millones en el ejercicio, de los que 7.430 millones corresponden al cuarto trimestre.
Microsoft no desglosa el rendimiento de cada producto, pero sí indica que el negocio de Azure creció un 97 por ciento en el año.
La compañía está ofreciendo ahora un servicio híbrido que permite almacenar parte de la información en servidos privados.
La estrategia de Satya Nadella, su consejero delegado, busca en paralelo establecer un modelo de suscripción para el consumo de sus productos de productividad, como el Office 365. Eso le permite generar una fuente continua y predecible de ingresos.
Las ventas de esta unidad de negocio rondaron los 8.450 millones en el trimestre y elevan el total para el ejercicio a 30.440 millones.
El proceso de evolución de Microsoft continúa, lo que se traduce en ajustes en su estructura. Coincidiendo con el cierre de ejercicio, anunció un recorte de plantilla que afectará a 3.000 empleados en su departamento comercial, para concentrar los recursos en las ventas a empresas de servicios en la nube como el Azure y facilitar la asistencia técnica a los clientes en los paquetes de productividad. Microsoft justifica la transformación en la necesidad de adaptarse a los cambios y hacer frente a la competencia.
© SANDRO POZZI
Ediciones EL PAÍS, SL 2017
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