Aunque los grandes inversionistas institucionales son los que participan de forma más activa en los fondos de inversión inmobiliaria, también se ha abierto un espacio complementario a personas de a pie, interesadas en destinar recursos en el negocio a través de varias figuras.
En el primer caso, relevante por el impacto a nivel macro entre organizaciones de gran músculo financiero, un estudio de la Industria de Fondos de Capital Privado (FCP), elaborado por ColCapital con el apoyo de Ernst & Young Colombia, advierte que de casi 12.000 millones de dólares que ha movido esta industria en el país en once años de operación, los sectores de infraestructura e inmobiliario son los que –precisamente– participan con más negocios.
Estos manejan más de 7.000 millones de dólares, y se prevé que la cifra aumentará, si se tiene en cuenta el crecimiento en la cantidad de proyectos. Según María Isabella Muñoz, directora ejecutiva de ColCapital, de 83 fondos que se han creado en el país, 33 están en esos segmentos: 22 en el mercado inmobiliario y 11 en infraestructura. Para la directiva, la clave está en apalancar diversos activos, entre los cuales se destacan los proyectos de oficinas, vivienda, centros comerciales, centros logísticos, hoteles y de uso mixto.
Todos pueden invertirPero también existe la opción de que personas naturales inviertan recursos, mínimo, equivalentes a 660 salarios mínimos, es decir, 442 millones de pesos. Según el arquitecto Alejandro Castañeda, presidente la firma Acci, “cualquiera puede participar”.
Al respecto, Roberto Cáceres, director de la multinacional Colliers International, asegura que destinar capital a los fondos es una alternativa interesante, ya que es una manera indirecta de entrar en el negocio, pues están dando buenas tasas y, de paso, se divide el riesgo si hay dinero en otros frentes”. Ernesto Carrasco, director de Inversiones Inmobiliarias de Credicorp Capital Colombia, coincide con Cáceres y anota que “al participar en un fondo inmobiliario, la inversión está representada en una participación de un portafolio diversificado geográficamente y por tipo de inmueble”.
Lo interesante –explica el directivo– es que “es una inversión en grandes activos escogidos entre un universo más amplio, comercializados con contratos de largo plazo entre inquilinos sólidos, que rentan desde el primer día, y que además son administrados por un grupo de expertos inmobiliarios”.
Derechos fiduciariosPero las alternativas van más allá, a través de otras figuras como los derechos fiduciarios, que permiten destinar recursos de montos menores. Por ejemplo, en el caso del BD Bacatá, en Bogotá, comenzó con casi 60 millones por derecho y superó –según un inversionista consultado– los 100 millones. El interesado puede adquirir varios, aunque con límites que traza la ley.
Según Castañeda, estos permiten tener una participación sobre un conjunto de bienes inmuebles agrupados en un fideicomiso. Una de las ventajas es que son controlados por un administrador inmobiliario especializado, a través de una fiduciaria.
“Así, la persona, al convertirse en beneficiaria de una participación bajo este instrumento, recibe una participación sobre las utilidades o rentas que generen los inmuebles una vez entran en operación”.
Aunque la inversión en derechos fiduciarios existe desde hace varios años en el país en hoteles y locales comerciales, estos se han extendido a centros comerciales, industriales, empresariales y médicos.
GABRIEL E. FLÓREZ G.
ECONOMÍA Y NEGOCIOS
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