Mientras un crédito de Finagro paga una tasa de interés del 14 por ciento efectivo anual, uno de microcrédito es casi tres veces más caro. Sin embargo, las exigencias para los primeros son tan complejas que para los productores del campo es más fácil recurrir al microcrédito, que les llega a la puerta de la finca y en el momento justo.
Así, miles de colombianos financian actividades tan disímiles como los insumos para fabricar arepas, cultivos de pancoger o la cría de animales.
Los montos van desde los 50.000 pesos hasta los 120 salarios mínimos mensuales, y las tasas de interés (las más altas del mercado), promediando diez puntos por debajo de la tasa de usura para ese tipo de préstamos (hoy en 55,10 por ciento efectivo anual).
Ese el microcrédito, que si bien no está en franca lid con el sistema de crédito agropecuario, resulta de más fácil acceso, pues es menos dispendioso en su trámite.
Claramente es más caro que una tarjeta de crédito, mientras la siniestralidad de la cartera es baja. (Además: Créditos en mora en el país están a la alza)
El microcrédito está llegando adonde le resulta dispendioso a la banca comercial, con menos intermediación de recursos que los ofrecidos por el Gobierno para la producción agraria a través de entidades como Finagro, reconoció María Clara Hoyos, presidenta de Asociación de Instituciones Microfinancieras (Asomicrofinanzas).
Ahora, esa es una de las razones por las cuales el microcrédito es más caro, pues incurre en gastos mucho mayores que otras líneas del sistema bancario.
A esto se suma, por ejemplo, que los asesores de microfinanzas van hasta donde está el cliente, lo buscan y le dan las mejores opciones para el endeudamiento, mientras que los clientes de los bancos comerciales van a las oficinas en busca de la plata prestada.
Según la dirigente gremial, hay cierta flexibilidad a la hora de gestionar un microcrédito, pues las garantías son menos dispendiosas, mientras que para el caso del sector agropecuario no se requiere que el solicitante demuestre la propiedad de la tierra. “Más bien, su experiencia como productor”, dijo María Clara Hoyos.
Al respecto, el Fondo para el Financiamiento del Sector Agropecuario (Finagro) indicó que hay algunas diferencias, pues para la entidad el pequeño productor debe tener activos hasta de 195 millones de pesos; en el mismo grupo clasifican jóvenes rurales y mujer rural que tengan hasta $ 137 millones en activos. Las tasas de interés van desde DTF + 5 hasta DTF + 7.
El solicitante de microcrédito se concibe como financiación a personas, que en la mayoría de los casos ni siquiera alcanzan a ser ‘pequeños’ para Finagro.
Además, el microcrédito no presta para un proyecto agropecuario específico (sembrar papa, por ejemplo), sino para las actividades varias que realiza una familia y que generan un flujo de caja más periódico.
En estas actividades, todas las semanas hay ingresos, a diferencia del caso de la papa, en la que los gastos son al comienzo y los ingresos, solo al final, explicó Finagro.
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En cuanto a los montos desembolsados, se estableció que para el 2016, el valor promedio de los microcréditos fue de dos millones de pesos, mientras que el de los pequeños clasificados por Finagro fue de 9 millones de pesos.
La entidad reportó que a el cierre del 2016, a los pequeños productores les desembolsó 268.000 millones de pesos para capital de trabajo y más de 1,5 billones de pesos para inversión, todo en 220.000 operaciones.
Asomicrofinanzas indicó que está en proceso de recomposición de su sistema estadístico, por lo que no dispone de cifras, aunque sí se supo que las entidades afiliadas desembolsaron 52.000 solicitudes.
En un análisis de Finagro se establece que solo el 20 por ciento de quienes obtuvieron microcrédito habían tenido en alguna ocasión crédito en condiciones Finagro.
Ahora, la vocera de Asomicrofinanzas reconoce que el sistema está diseñado para que los clientes del microcrédito escalen hacia operaciones de crédito de mayor cuantía dadas por los bancos comerciales que redescuentan créditos de Finagro.
“Las personas deben escalar del microcrédito (primaria) al crédito Finagro (bachillerato), y no a la inversa”, dijo Finagro, aunque la realidad puede ser otra.
Asomicrofinanzas reconoce que la gente prefiere pagar las altas tasas de interés y mantener cierta ‘fidelidad’ que pasarse a otra entidad donde las condiciones son más exigentes.
“La gente se queda en este sistema porque la asistencia le llega a la finca (a las zonas más apartadas), no tiene que ir a la sucursal del banco a buscarla; por otra parte, el microcrédito les llega de forma oportuna y no hay exigencias en cuenta a los activos (propiedad de la tierra, por ejemplo”, concluyó María Clara Hoyos.
“En las visitas que hemos hecho a los beneficiarios de microcrédito, ellos nos dicen que aunque la tasa les parece alta, la pagan porque tienen oportunidad. También es necesario lograr que el crédito en condiciones Finagro sea oportuno; ese es el reto, de cara al sector”, reconocieron varios directivos de Finagro consultados por EL TIEMPO.
Para el cierre del 2016 se publicaron los resultados de la encuesta sobre la situación de microcrédito en
Colombia, diseñada por el Banco de la República y Asomicrofinanzas.
En esta se destaca que no hubo crecimiento en la operación frente al 2015, mientras que subyacen preocupaciones
para otorgar más microcréditos, pues se tienen dudas acerca de la capacidad de pago y el sobreendeudamiento, por lo que se cree necesaria más información que permita evaluar mejor el riesgo.
A la par, durante el último trimestre del año, más de la mitad de las entidades encuestadas aumentaron las exigencias en los trámites. Al parecer, este año, más entidades serán más estrictas en trámites.
Quienes no tendrán problemas serán los clientes habituales con historia crediticia a favor. Por destinos, el sector agrario reportó una mejora relativa frente al comercio y los servicios.
JUAN CARLOS DOMÍNGUEZ
Redacción Economía y Negocios