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Evolución: ¿qué tienen que ver los primates con las crisis financieras globales?
Frans de Waal

Frans de Waal estuvo en la Universidad de los Andes charlando sobre sus conocimientos.

Foto:

Cortesía TED

Evolución: ¿qué tienen que ver los primates con las crisis financieras globales?

Frans de Waal estuvo en la Universidad de los Andes charlando sobre sus conocimientos.

El primatólogo explica la relación entre conductas de cooperación y empresas de acción colectiva.

Entre orangutanes, chimpancés y otras especies, en medio de lo que llaman ‘el reino animal’, hay cognición, cultura, sentido del yo; hay política y moralidad (aunque a algunos esas dos cosas les suenen mutuamente excluyentes). Así lo ha defendido, con base en sus investigaciones, el primatólogo Frans de Waal.

Unas semanas atrás, el científico neerlandés estuvo en la Universidad de los Andes charlando sobre este conocimiento con estudiantes y profesores, entre ellos, el anterior decano de Economía, Juan Camilo Cárdenas, hoy profesor titular de esa facultad y de la Universidad de Massachusetts Amherst, y también director del Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina y el Caribe (Cods).

El Cods es parte de una red de cinco centros en el mundo: África, Asia, Europa, Norteamérica y América Latina, que busca generar conocimiento, educar a la ciudadanía e incidir en políticas públicas con el enfoque de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que incluyen eliminar el hambre, que haya acceso a la salud, buena educación, protección de los ecosistemas marinos, justicia para todos o igualdad.

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La presencia de Cárdenas en las actividades con De Waal expresa el vínculo —sobre cuya existencia Cárdenas no tiene duda— de la evolución de los primates, incluyendo los humanos, hacia conductas de altruismo y cooperación, con empresas de acción colectiva y cooperación a escala planetaria, como los ODS.

¿Qué descubrimientos nos hablan de cooperación o altruismo como parte de la evolución para llegar a ser los humanos de hoy?

Hubo un hallazgo muy interesante de paleontólogos. El Ardipithecus ramidus, previo al Homo sapiens, tenía caninos más pequeños, porque las hembras favorecían parejas más generosas y menos agresivas. Y las manos eran más importantes para compartir y para pararse en dos patas y traer cosas al grupo. El mismo De Waal escribió sobre el Ardipithecus diciendo: “¿No será que los humanos no prosperaron a partir de agresividad, violencia e individualismo, sino también a partir de la cooperación, el trabajo en grupo y la resolución pacífica de conflictos?”. Es cada vez más robusta la evidencia arqueológica, paleontológica, biológica, genética, neurológica de que en los humanos evolucionó la capacidad de cooperar en grupos para resolver problemas de acción colectiva. No solo somos capaces, sino que lo hacemos cuando ni el mercado ni el Estado nos resuelve el problema.

Juan Camilo Cárdenas, director del Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Foto:

Daniel Álvarez. Universidad de los Andes

¿Cómo termina manifestándose en la cultura ese componente de la cooperación en la evolución?

Eso evolucionó en todos los homínidos para escalas locales de acción: en un bosque, una pesquería, una cuenca. La capacidad para resolver problemas colectivos a unos niveles muy locales: con la persona conocida, porque se parece a uno, porque habla igual, tiene el mismo acento. Elinor Ostrom (premio Nobel de Economía en 2009) y Samuel Bowles, desde los humanos, y De Waal, desde otros primates, nos han mostrado que tenemos el cableado y las herramientas para cooperar y resolver dilemas de acción colectiva.

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¿Pero esos avances de la acción colectiva encontraron un techo?

La escala planetaria es una cosa muy reciente, y lo son los retos planetarios, como el del colapso de la biodiversidad, el cambio climático o las crisis financieras globales. No estamos cableados evolutivamente para pensar a esa escala planetaria. No hemos evolucionado (aún) hacia las habilidades de acción colectiva para esa escala. Lo máximo que logramos fue la identidad de nación-Estado: que soy colombiano, peruano. Eso es una construcción social relativamente reciente. Pero que “soy ciudadano del mundo”, eso está todavía muy lejos.

Me pregunto si desde un sitio como el Cods podemos proponernos, en términos de formación y educación ciudadana, pensar en que tiene que haber una identidad también planetaria. Porque si no logramos resolver el problema de la cooperación planetaria, en el cambio climático hay 8.000 millones de personas jugando un juego de bienes públicos y de bienes de uso común que tiene un solo resultado, y no hay plan B. Los objetivos de desarrollo sostenible son objetivos planetarios para los cuales tenemos que aprender, pero para escalar tendremos grandes problemas adicionales. Ese es de los retos que más me trasnocha intelectualmente.

En el cambio climático hay 8.000 millones de personas jugando un juego de bienes públicos y de bienes de uso común que tiene un solo resultado, y no hay plan B

¿Este límite a la evolución se puede superar?

Desde la antropología evolutiva, Robert Boyd, Pete Richerson y Joseph Henrich hablan de la evolución cultural: de la misma forma como los genes van mutando de generación en generación, las ideas, los valores culturales, las innovaciones, y hasta los memes, pueden ser resultado de la evolución de ciertas prácticas. Unas se van perdiendo y otras van sobreviviendo. Henrich dice que los humanos paramos la evolución genética para volvernos más poderosos culturalmente, lo que se logró de manera colectiva, en la transmisión del conocimiento. La evolución cultural puede reemplazar la muy lenta evolución genética. Y la evolución cultural de los valores hacia la conciencia del planeta probablemente ha ido calando entre los más jóvenes.

Contrario a los hallazgos relacionados con la cooperación, buena parte de la economía se fundamenta en el egoísmo.

En el discurso económico convencional, la cooperación no sucede. Los duopolios, los oligopolios son colusión en los mercados, y le agregan otra capa más de mensaje negativo a la cooperación. La narrativa de la economía siempre ha sido que la cooperación no pasa, y si pasa es ilegal y hay que perseguirla y se persigue a los que cooperan.

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¿Los objetivos de desarrollo sostenible podrían ser un ejercicio de evolución cultural?

Los ODS requieren de cooperación: hay ciertos bienes y servicios que marchan con un mercado que funciona bien. Pero hay intereses económicos por mantener las empresas andando y cosas que el mercado solito no va a eliminar: que las industrias no se hagan responsables de sus emisiones o efectos secundarios sobre otros por su actividad. Entonces, el Estado debe actuar, poner impuestos. Pero el Estado también tiene capacidad limitada, especialmente en nuestros países. Está sujeto a no tener recursos para la regulación, el monitoreo. Genera incentivos para la corrupción, el rentismo político o financiero personal. Mientras tanto, está la tercera opción de la acción colectiva, muchas veces a nivel local. Por ejemplo, cuando entró el covid, Buenaventura se quedó sin acceso a comida. Las comunidades del río Yurumanguí tenían plátano, pescado y organizaron mingas de indígenas y negros para enviar comida a Buenaventura. Antes de dejar el Ministerio de Educación, Alejandro Gaviria habló del cambio en los programas de alimentación escolar, que se volvieron fuentes de corrupción, involucrando a las comunidades locales a producir la comida que se da en sus escuelas locales. Ahí hay acción colectiva porque son las asociaciones de padres de familia que tienen que involucrarse, por lo menos vigilar, pero además pueden involucrarse en proveer y acompañar desde la cooperación. Los ODS fueron pensados como objetivos globales, pero que tienen que ser vistos al interior de lo local.

Hay gran temor frente al cambio climático. ¿Por qué lo acordado en el Protocolo de Montreal para defender la capa de ozono sí funcionó?

Eso siempre será el contraejemplo de quienes creen que el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París no van a funcionar, porque no pueden poner de acuerdo a los países para resolver un problema de acción colectiva. Montreal funcionó. La capa de ozono se recuperó de lo que iba a poder ser: perder la posibilidad de frenar los rayos ultravioleta que tienen efectos directos sobre el cáncer. Es cierto que China se estaba petaqueando los logros, pero también es cierto que la presión mundial hizo que China se pellizcara, porque mucho de esto está asociado a unas industrias que producen clorofluorocarbonos, los CFC. Y China se pellizcó y empezó a regular más muchas industrias informales de refrigerantes porque los CFC se usan en refrigeración, en aires acondicionados.

En general, es cierto que la capa de ozono la estamos recuperando como humanidad. Varias cosas: eran unos poquitos jugadores industriales claves que con una decisión firme lograron unos desarrollos tecnológicos rápidos para encontrar sustitutos tecnológicos. Hubo mucho de presión social, de presión mundial. Hasta ahí, hay paralelos con el cambio climático. Poquitos países: China, India, Estados Unidos y unos pocos europeos, y ya se tiene la inmensa mayoría de emisores de CO2. Las innovaciones tecnológicas se pueden acelerar más, pero están pasando: la generación de energía basada en hidrógeno, y la nuclear, basada en fusión, si llega a tener éxito, pero ya hay señales promisorias. Dicen que se puede lograr en 10 o 20 años.

Hay cosas que se parecen, otras resultan todavía muy difíciles de ver, es decir, cómo se puede lograr la transición rápidamente.

MAURICIO GALINDO
Editor de Economía
En Twitter: @galmau

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