El embajador de Dinamarca, Erik Hoeg, llegó a Colombia casi al tiempo con el covid-19. A pesar de haber limitado su labor, debido a los confinamientos, su diagnóstico del país es el de un conocedor, como se nota en esta entrevista, primera que da a un medio colombiano. Con repuestas directas y un poco de humor, no muy comunes en la diplomacia, opina sobre “la mermelada”, los hidrocarburos, las nuevas ciclorrutas y hasta asegura que Colombia tuvo un presidente danés.
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En el año que lleva al frente de la embajada, ¿qué le ha llamado la atención de Colombia y cómo ha podido tomarle el pulso al país en medio del encierro por la pandemia?
Ha sido un año complicado en el que aprendí las limitaciones de la diplomacia virtual. Hubiera querido viajar más. Colombia es un país con un enorme potencial por sus recursos y biodiversidad. Hay instituciones fuertes a nivel central y en las grandes ciudades, con profesionales muy preparados en todos los sectores. Lo que me choca, viniendo de una sociedad muy igualitaria, como la nórdica, es ver las diferencias internas: pobreza, desigualdad en educación y salud, por ejemplo, y la poca institucionalidad en áreas rurales.
Su país apoya la campaña #DefendamosLaVida. Supongo que también ve un enorme contraste en seguridad…
Dinamarca apoya plenamente el Acuerdo de Paz de Colombia. Ha habido logros importantes, pero preocupa la violencia que sigue afectando a comunidades, líderes sociales y ambientales. Con la campaña #DefendamosLaVida, de la Unión Europea, queremos visibilizar la labor de estos líderes.
En Bogotá, más que un medio de transporte, la bici es una pasión, una cosa casi poética. La infraestructura y la seguridad pueden mejorar, pero van por buen camino y el entusiasmo es contagioso.
¿Qué puede hacer Dinamarca para ayudar a desarrollar el potencial de Colombia en medio de esa realidad tan contrastante?
Hace años tenemos una cooperación muy sólida con Colombia en el sector agrícola. Estamos fortaleciendo el apoyo en el sector energético, con enfoque en energía de fuentes renovables. Por ejemplo, la empresa danesa Vestas proveerá más de 100 turbinas para nuevos parques eólicos en Colombia. El último año hemos trabajado con Bogotá, Medellín y Barranquilla en sensibilización ambiental. Y hemos intentado inspirar el diálogo y negociaciones del mercado laboral con participación de gremios empresariales y sindicatos daneses.
Su país decidió en 2020 detener la explotación de petróleo para 2050, pese a tener un potencial de reservas importantes en el Mar del Norte. ¿Cómo llegaron a eso?
El año pasado, más del 50 % de nuestra energía fue producida con fuentes renovables, y la meta es llegar al 100 % en 2030. Simplemente sabemos que el petróleo no es el futuro. En todo caso, la decisión fue muy estudiada, permite acelerar una transición verde en la próxima década. Para nosotros el cambio de ruta también tiene sentido económico. Las energías eólicas ya son competitivas frente a los hidrocarburos.
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¿Pero en 30 años van a lograr producir ese 50% de energía que aún sale del petróleo, a través de energías verdes?
Sí; de hecho, hace unas semanas el Gobierno danés anunció la creación de la primera isla artificial de energías renovables en el mundo, que estará ubicada en el Mar del Norte y servirá como centro de nuevos megaparques eólicos, con los que generaremos energía para 10 millones de hogares en el norte de Europa, casi el doble de la población de Dinamarca.
Volvamos a lo que le ha llamado la atención de Colombia. Entiendo que la práctica de repartir beneficios a los políticos a cambio de que apoyen proyectos del gobierno, lo que conocemos como ‘mermelada’. ¿Es algo que le parece apenas natural en política?
(Risas). ¡Obviamente me refiero a beneficios legales y legítimos! Pero sí, eso de la ‘mermelada’ me ha llamado la atención. En Dinamarca estamos acostumbrados a gobiernos de minoría en un sistema parlamentario.
El actual gobierno socialdemócrata danés tiene el 30 % de los escaños. Por lo tanto, para sacar adelante sus proyectos debe crear alianzas con otros partidos. Es apenas natural que esas alianzas se den a cambio de otorgar proyectos de inversión que propongan los políticos de esos otros partidos para cubrir sus prioridades o las de ciertas regiones.
En mi país, los acuerdos de amplias mayorías parlamentarias son la norma cuando se hacen grandes reformas estructurales. Es una práctica que asegura continuidad en la implementación. El problema está en que si los acuerdos reflejan intereses personales, “la mermelada” está podrida.
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A propósito de gobierno, Dinamarca tiene una primera ministra mujer, que es la más joven de la historia del país, solo 41 años. ¿Qué se requiere para que un país venza la resistencia a elegir una mujer como líder?
Mette Frederiksen es la segunda mujer primera ministra de nuestra historia, la primera fue Helle Thorning (2011-2015). Además, 6 de los 10 partidos en el parlamento danés son liderados por mujeres y vale la pena recordar que entre los nórdicos, Finlandia, Islandia y Noruega, también tienen primera ministra. La resistencia se vence con educación, acción institucional y tiempo. Soy optimista. Las nuevas generaciones vienen con otra visión y pocos prejuicios.
Tienen además una monarca muy respetada y ‘salida del molde’, la reina Margarita. Igual que la esposa del heredero al trono, Mary Donaldson, que se ha ganado el cariño de la gente. Eso es muy significativo de la posición de la mujer en la sociedad danesa…
La monarquía goza de una inmensa popularidad en mi país por representar en cierta manera la continuidad de la nación. La reina Margarita II es muy admirada. La princesa Mary es una persona que representa mi país con mucha elegancia, en todo sentido. Sin embargo, como dice, se ha ganado el respeto por su trabajo de carácter social y humanitario.
Quienes se hacen llamar los ‘hombres de negro’ rechazan medidas como el pasaporte de vacunación contra el covid-19 o el cierre de fronteras en Dinamarca, ¿cómo enfrentan ese dilema entre libertades y el imperativo de contener la pandemia?
El fenómeno de los ‘hombres en negro’ es bastante reciente. Otros países europeos tienen grupos similares. Son síntomas de frustración, pero también hay un elemento de desinformación. La gran mayoría de los daneses entienden y apoyan las medidas de bioseguridad. Cada gobierno define la mejor ruta para proteger a su población en una situación de muchísima incertidumbre.
Dijo que hubiera querido viajar más. ¿A dónde ha ido y por qué?
A Barranquilla fui para conocer los ambiciosos cambios de la ciudad. La empresa de arquitectos danesa BIG la está asesorando en planeación urbanística a 100 años. En Medellín me llamó la atención la agenda de movilidad sostenible, en la que Dinamarca puede apoyar. En Copenhague, mi ciudad, hace 30 años las aguas de puertos y canales estaban contaminadas, hoy se puede pescar y nadar en pleno centro de la ciudad. ¡Hasta tenemos playas urbanas! Queremos ser la primera capital carbono neutral, en 2025.
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¿Y por turismo a dónde ha ido?
Puede decirse que ya había estado aquí mientras leía las obras de García Márquez y además vine de vacaciones con mi esposa, a Cartagena, hace 10 años. Cuando se abrió la posición para ser embajador quise tomarla de inmediato. Ahora, como embajador, he viajado por Cundinamarca, Tolima, Boyacá, el Eje Cafetero, los Llanos orientales, Santa Marta y volví a Cartagena. Y he disfrutado la gastronomía colombiana, lo cual está arruinando mi plan de perder peso (risas). Compré un vehículo para recorrer por carretera lo que más pueda. ¡Hace 15 años no tenía vehículo propio, pues en Dinamarca siempre me movilizaba en bicicleta o en transporte público!
Me dicen que suele moverse en bicicleta…
Sí, cuando puedo. Eso me ha encantado y sorprendido de Bogotá, las ciclorrutas y la ciclovía. En Bogotá, más que un medio de transporte, la bici es una pasión, una cosa casi poética. La infraestructura y la seguridad pueden mejorar, pero van por buen camino y el entusiasmo es contagioso.
Mucha gente está molesta por las nuevas ciclorrutas. Dicen que viven vacías y provocan más trancón.
Se van a ir acostumbrando y van a ver los beneficios, es cuestión de tiempo. Entiendo que hoy solo 4 % de la población de Bogotá se mueve en bici a diario, pero irá aumentando. El 90 % de los daneses tienen bicicleta y el 60 % se transporta usualmente con este medio. Por cierto, la empresa danesa Novo Nordisk trajo en 2019 el primer contador de bicicletas en Colombia, que ahora monitorea un cruce en la carrera 11 con calle 91. Estamos planeando hacer más donaciones para Bogotá y Medellín, en cooperación con Novo Nordisk.
¿Es cierto que Colombia tuvo presidente de la República danés?
(Risas). Bueno, uno de los primeros daneses que vino a Colombia fue Carl Michelsen, originario de la ciudad de Nyborg, quien se casó con una colombiana llamada María del Carmen Uribe. Su hija mayor, María, se casó con Alfonso López Pumarejo, quien luego fue presidente. Y ambos son los padres de Alfonso López Michelsen, quien también fue presidente. Entonces… digamos que sí… ¡Colombia tuvo un presidente danés!
CLAUDIA PALACIOS
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