En 1999, el Gobierno chino dio un giro de gran calado. Incentivó la inversión en el exterior de sus empresas para aprovechar la globalización. Esto coincidió con la entrada del país en la Organización Mundial del Comercio y supuso el pistoletazo de salida de una colonización de Occidente, progresiva pero sin pausa, por parte de las compañías chinas.
En 2016, realizaron inversiones en 7.961 empresas de 164 nacionalidades distintas, según el Ministerio de Comercio chino. Esta actividad implicó que el año pasado se superara por primera vez los 200.000 millones de dólares de inversión extranjera directa, según Rhodium Group.
El crecimiento exponencial ha despertado el recelo de políticos europeos y estadounidenses, que ven cómo compañías estratégicas pasan a otras manos. Al mismo tiempo, el propio Gobierno chino se ha visto forzado a establecer una serie de restricciones para evitar que una fuga de capitales masiva acabe penalizando a su sistema financiero y a la divisa.
Los expertos auguran este año una desaceleración del ritmo inversor por estos motivos (de hecho, en el primer semestre, el número de operaciones anunciadas cayó 20 %), pero a medio plazo descartan una vuelta atrás.
Jonathan Shi, responsable de banca de inversión de Alantra en China, explica que las empresas “buscan acceder a tecnología avanzada y optimizar la combinación de negocios. Todo esto se vio favorecido en gran medida por el superávit chino y la crisis financiera de Europa y Estados Unidos”.
En 2016, realizaron inversiones en 7.961 empresas de 164 nacionalidades distintas, según el Ministerio de Comercio chino.
En un primer momento, los inversionistas del país asiático se centraron en objetivos vinculados con la energía y los recursos naturales, radicados sobre todo en África. Sin embargo, en la actualidad están interesados en entrar en todo tipo de industrias y países. “Tenemos en marcha ocho operaciones en España de venta de empresas y en todas ellas hay al menos un candidato chino”, reconoce Jorge Riopérez, socio responsable de Corporate Finance de KPMG.
Uno de los sectores que más ha despertado su apetito es el tecnológico. “Hace 30 años, las compañías europeas empezaron a firmar las primeras joint ventures con grupos chinos. Sin embargo, se cuidaron de aportar la tecnología más avanzada, por miedo a que sus socios se la robaran. Ahora, ese tipo de acuerdos ni siquiera se firman, por lo que China tiene un déficit de tecnología digital, lo que lleva a sus compañías a comprar empresas occidentales que las ayuden a mejorar la producción industrial”, comenta Paul Moran, profesor del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB).
“Necesitan satisfacer una demanda creciente de productos de calidad que, normalmente, suelen estar en Occidente”, lo que explica operaciones en el sector del lujo en Italia o Francia, o la compra de marcas de alimentación y bebidas, algunas en España, dice Maite Díaz, de Baker McKenzie.
Europa y Norteamérica acaparan la mitad de las inversiones chinas. En el caso del Viejo Continente, se destinaron 46.000 millones a adquirir compañías en 2016, el doble que un año antes, mientras que en Estados Unidos y Canadá la cifra fue de 48.000 millones, con un aumento interanual del 189 por ciento. Alemania y el Reino Unido siguen siendo los destinos favoritos dentro de Europa. España, aunque está lejos de su potencial por el tamaño de la economía, ya es el séptimo mercado del dinero asiático. En concreto, en 2016 la recepción de inversión china creció hasta los 1.800 millones de dólares, desde los 470 del ejercicio precedente.
El respaldo estatal y la facilidad para acceder al crédito son dos factores claves en esta expansión internacional, pero ahí también podría radicar su talón de Aquiles. “Hay un gran desconocimiento sobre la salud bancaria debido a la poca transparencia existente”, advierte Francisco López, profesor de IE Business School, quien señala que el yuan sigue intervenido de facto.
En el revólver financiero del gigante asiático se agolpan ya importantes muescas de emblemáticas compañías europeas. La más reciente es la adquisición de la multinacional química suiza Syngenta por parte de ChemChina, pero hay muchas más. Han caído también en sus redes nombres como Pirelli (Italia), Lumileds (Holanda), EDP (Portugal), Tepma (Francia), Peugeot (Francia), Uralkali (Rusia), Nidera (Holanda), Supercell (Finlandia), Kions (Alemania), Volvo (Suecia) y Pizza Express (Reino Unido), entre otras muchas.

Productos de la británica Pizza Express ofrecidos en un supermercado en Londres.
Bloomberg
En el caso concreto español, entre las adquisiciones (totales o parciales) figuran: Real Club Deportivo Español (fútbol), Atlético de Madrid (fútbol), Grupo Miquel (alimentación), Marqués de Atrio (bebidas), Clínica Baviera (salud), Madrileña de Gas (energía), Osborne (el grupo Fosun solo estuvo dos años en el accionariado), NH (hoteles), Iberwind (energía), Eptisa (ingeniería) y Urbaser (medioambiente). OHL reconocía hace poco el interés de China State, la mayor constructora del mundo, por entrar en su capital, mientras Mediapro negocia con el fondo Orient Hontai Capital la venta del 50 por ciento de las acciones.
El poderío económico chino explica que terminen llevándose el gato al agua en muchas pujas, aunque los profesionales que se fajan en el mercado de fusiones y adquisiciones empiezan a detectar algunos cambios en sus pautas de comportamiento. “Son muy competitivos, pero eso no quiere decir que compren las cosas a cualquier precio. Las compañías chinas solían venir con las necesidades económicas cubiertas, pero ahora empiezan a solicitar capacidad de financiación local para cerrar los tratos”, reconoce Jorge Riopérez.
DAVID FERNÁNDEZ
Ediciones EL PAÍS, SL 2017
Comentar