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Colombia, en la media tabla de América Latina
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Colombia es la cuarta economía más grande de América Latina, pero aún está lejos en materia de producto interno bruto (PIB) per cápita.

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Archivo / EL TIEMPO

Colombia, en la media tabla de América Latina

El país está por detrás de referentes como Argentina, México y Chile en la relación riqueza-pobreza.

No hay duda de que Colombia es un país menos pobre hoy que hace 10 años. No solo ha reducido su tasa de pobreza en 17 por ciento en este lapso –lo que quiere decir que hoy el país tiene 5,9 millones de pobres menos–, sino que en dicho periodo también el crecimiento de su economía la ha hecho brillar en la región. De hecho, en el último lustro solo Perú creció más (4,8 por ciento anual, en promedio) que Colombia (4,6 por ciento).

Sin embargo, sería un error pensar que el país está cerca de llegar ‘al otro lado’ en el aspecto socioeconómico, pues aunque su ritmo de crecimiento ha sido notable, hay una serie de obstáculos no superados que hacen que Colombia se ubique en un punto intermedio entre las economías más saludables y las menos destacadas. Tres de los más importantes son: la desigualdad, la informalidad y el conflicto.

(Además: ¿Qué hay detrás de la rápida disminución de la pobreza en Colombia?)

Un PIB per cápita modesto

Colombia es la cuarta economía más grande de América Latina, pero aún está lejos de los puestos de punta en materia de producto interno bruto (PIB) per cápita, que en el 2015 alcanzó los 6.056 dólares. Argentina, Chile o Panamá tienen más del doble. Y nuestro país está unos 2.000 dólares por debajo de la media de América Latina y el Caribe.

Adicionalmente, y de acuerdo con datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el 20 por ciento más rico de la población colombiana gana 20 veces más que el 20 por ciento más pobre, una referencia en la que solo nos supera Honduras (alrededor de 27 veces más en esta misma diferencia de ingreso) y que sitúa a nuestro país cerca de Brasil (unas 19 veces), pero muy por detrás de países como Ecuador (10,8 veces), Perú (11,7 veces) o México (13 veces).

Y es que a pesar del crecimiento económico sostenido y la disminución de la pobreza, Colombia no ha podido mejorar, de forma significativa, en el coeficiente de Gini, el cual mide qué tan desigual es un país. Peor aún, este se ha mantenido casi intacto en los últimos años.

Según datos del Fondo Monetario Internacional, entre el 2005 y el 2015 el coeficiente de Gini (donde 0 es la mínima desigualdad y 1 la máxima) pasó de 0,550 a 0,538: el más alto de A. Latina, junto con el de Guatemala. Y la disminución de apenas 0,01 puntos luce minúscula si se pone en contexto con el resto de la región. Mientras que aquí la reducción de la desigualdad fue casi imperceptible, en países como Brasil (pasó de 0,569 a 0,515), Perú (de 0,518 a 0,441) y Ecuador (de 0,532 a 0,454) se lograron avances muy importantes.

Juan Camilo Cárdenas, decano de la facultad de Economía de la Universidad de los Andes, asegura que no existe una explicación contundente para este fenómeno, dado que varios programas de asistencia social en Colombia han sido puestos en marcha a la par con la región. “No obstante –dice– creo que esta realidad tiene que ver con que si bien se le ha ayudado a la gente en la base, los muy ricos siguen ganando bastante”. Lo cual, hay que decirlo, no necesariamente es algo negativo.

Ana María Olaya, directora del programa de Economía y Finanzas Internacionales de la Universidad de La Sabana, opina que en el país “no ha habido una política clara que busque la igualdad a la par con el crecimiento. Sin cambios sustanciales en la distribución del ingreso, no es posible que la inequidad disminuya”. Aunque también hay que señalar que buena parte de la reforma tributaria propuesta por el Gobierno apunta a este objetivo.

Un bajo salario mínimo

En materia de salario mínimo, otro indicador importante, Colombia está lejos de los primeros lugares en América Latina. Con cerca de 230 dólares mensuales, el país se ubica en el puesto 13 en un escalafón de 15 países que lideran Panamá, con US$ 529; Costa Rica, con US$ 520, y Argentina, con US$ 445.

“El Gobierno –apunta Olaya– suele explicar que el salario mínimo no es mayor porque el sector productivo se vería afectado. Pero a medida que le ha dado ventajas al sector productivo, como exenciones de impuestos, con el fin de que creen más empleos, esto no siempre ocurre y los beneficios pasan simplemente a ser parte de las utilidades de las empresas”.

Al mismo tiempo, y según cifras de la Red Latinoamericana de Investigaciones sobre Compañías Multinacionales (RedLat), nuestro país tiene una de las mayores proporciones de población ocupada que gana un salario mínimo o menos: 48,6 por ciento. Mientras que en países referentes como Brasil, Argentina o México, este porcentaje está entre el 20 y el 25 por ciento.

Incluso, en Colombia apenas el 17,4 por ciento de los trabajadores gana más de dos salarios mínimos, cuando en México la proporción es del 55,8 por ciento; en Chile, del 41,6 por ciento; en Brasil, del 31,9 por ciento, y en Argentina, del 29,3 por ciento.

Sin embargo, en medio de este panorama, el país cuenta con una ventaja y es que existe cierta proporcionalidad saludable entre su nivel de ingreso y su costo de vida. Una manera de medir esta relación, que fue creada por la revista ‘The Economist’ hace 30 años, es establecer cuántas horas de trabajo, con base en el salario mínimo, son necesarias para comprar un producto que tiene en común buena parte del mundo: una hamburguesa Big Mac (ver infografía). Así que el llamado Índice de Big Mac dice que en Colombia son necesarias 1,89 horas de trabajo para poder comprar una, lo que ubica al país por delante otros como México (5,6 horas), Brasil (2,39 horas), Perú (2,2 horas) y Ecuador (2,17 horas).

Un informe publicado en febrero por la BBC, con datos de la consultora inglesa MoveHub, señala que la canasta básica le cuesta a un trabajador colombiano que gane el mínimo el 28,8 por ciento de su salario. Menos que a un ecuatoriano (37,7 por ciento) y que a un peruano en la misma situación salarial. Pero mucho más que a un panameño (16,5 por ciento), un chileno (18,9 por ciento), un argentino (19,2 por ciento) y un mexicano (19,3 por ciento). Y, como se sabe, mientras mayor sea el porcentaje de su sueldo que una persona gaste en comida y transporte (necesidades básicas), menor es su riqueza en términos reales.

El drama de la informalidad

Pero el lunar más grande en materia laboral es la informalidad. Que en Colombia 6 de cada 10 trabajadores sean informales no es un asunto menor, al contrario, es una “realidad dramática”, asegura José Manuel Restrepo, rector de la Universidad del Rosario, pues “no solo se trata de un problema laboral, sino tributario, y que a futuro impactará duramente cuando estas personas, que no pagaron impuestos y que no aportaron a salud ni pensión, lleguen a una edad en la que ya no puedan trabajar más”.

Según la Organización Internacional del Trabajo, el país es uno de los que más sufre por esta problemática en América Latina. La media colombiana está a un nivel similar al de Perú y Guatemala, que se ubican unos 10 puntos porcentuales por encima de la media latinoamericana. Solo Bolivia, Honduras y Nicaragua tienen más informalidad: 7 de cada 10.

Restrepo opina que “Colombia tiene tres prioridades urgentes: formalizar, elevar productividad a la par con el crecimiento y generar estrategias de equidad. Si lográramos trabajar en estos tres frentes, estaremos mucho mejor en los conteos. El país tiene una capacidad de producción gigantesca, pero tiene que conseguir que su talento humano y la forma en la que ese talento interactúa con la tecnología y la innovación sean mucho más fuertes y dinámicos”.

(Lea: Las personas mayores de Colombia son las más pobres de América Latina)

Preparación tecnológica e innovación son justamente dos de los 12 pilares que contempla el Foro Económico Mundial para medir la competitividad de un país, y en estos campos Colombia ocupa los puestos 70 y 76, respectivamente, en una lista de 137 naciones.

El Foro otorga una calificación total sobre qué tan preparado está un país para el desarrollo y la prosperidad en relación con características como la efectividad institucional, la infraestructura, la salud, la educación y el ambiente macroeconómico, entre otras. La nota de Colombia fue de 4,30: quinto en el escalafón latinoamericano, por detrás de Chile (4,64), Panamá (4,51), México (4,41) y Costa Rica (4,41).

El alto costo del conflicto

A todas estas cifras contempladas, los analistas consultados añaden una realidad que debe tenerse muy en cuenta a la hora de proyectarnos sobre la región: el conflicto armado. Efectivamente, nadie en el vecindario destina tanto dinero al gasto militar como Colombia, que en el 2015 ascendió al 3,4 por ciento del PIB, algo así como US$ 9.900 millones. Es tan alto que incluso llega a superar la proporción que Estados Unidos destinó al mismo renglón el año pasado: 3,3 por ciento de su PIB.

Y en la actual coyuntura política es obligatorio subrayar lo que significaría para Colombia el poder destinar esos recursos a proyectos sociales, emprendimiento e innovación, “sectores sin duda mucho más productivos”, anota Restrepo.

Para tener una idea, EL TIEMPO calculó –con base en datos del Banco Mundial, PIB 2015– un aproximado de lo que el gasto militar significa al ser comparado con otras líneas estratégicas. Y encontró que por cada dólar que destina Colombia al aparato bélico, invierte alrededor de 2 dólares en salud y 1,4 dólares en educación. En la misma ecuación, Argentina invierte cerca de 5 en salud y 6 en educación; Brasil, 6 y 4, respectivamente; México 9 y 7, y Chile, 4 y 2,5.

El balance de la comparativa con el resto de los países de América Latina tiene sus claros y sus oscuros. La perspectiva de crecimiento del Banco Mundial sigue siendo positiva para los dos próximos años y los retos que el país deberá afrontar para optimizar su progreso ya están sobre la mesa.

No obstante, ascender en el posicionamiento regional en términos socioeconómicos –coinciden los expertos– no es una meta que pueda conseguirse en el corto plazo, y demandará planificación, estrategia y grandes esfuerzos.

DIEGO ALARCÓN
Redacción Domingo

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