José Antonio Sepúlveda es uno de los más de cuatrocientos socios de la Cooperativa Agropecuaria del Norte de Santander (Coagronorte). Diariamente se levanta a las 4 de la mañana para ir a sus 18 hectáreas de tierra, ubicadas en la Vega del Potro del corregimiento Buena Esperanza, muy cerca de Cúcuta. “Llevo quince años asociado y hace seis, gracias a ella, pude comprar mi casa de dos pisos, en donde vivo con mi familia”. Orgulloso cuenta que su papá fue arrocero y él continuó su legado.
Guillermo Infante, gerente de la cooperativa, destaca que “a los asociados se les financia la totalidad de la cosecha”.
Según Infante, uno de los mayores logros de la organización es poder estabilizar los precios.
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Para el gerente de la cooperativa, uno de los obstáculos al comenzar con la organización fue el del contrabando, sumado a la falta de confianza en la asociatividad. “Los comerciantes no quieren que nos unamos porque ellos manejan la oferta y la demanda a su antojo, mientras que la cooperativa es la propia empresa de los campesinos y ahí ellos están trabajando para ellos mismos”, apunta.
En el último lustro, Coagronorte ha tenido un crecimiento impresionante. Además de duplicar el número de sus asociados, arroceros de la región, incrementó su facturación en 83.000 millones de pesos.
Infante señala complacido que Coagronorte es la segunda industria más importante del departamento, al tiempo que destaca el hecho de que hace cuatro años creó su propia marca de arroz, Arroz Zulia y Arroz Oro, que distribuye en el nororiente del país.
Para José Antonio, ver el arroz empaquetado por primera vez hace cuatro años fue como si naciera un hijo más en su familia, un gran motivo de orgullo.
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Pasión por los cultivos y el deporteLa pasión por el futsal llevó a Dora Villamil a hacer de la productora de palma de aceite Guaicaramo una empresa con sentido social, que ayuda a los niños de Villanueva, Casanare, a cumplir el sueño de ser grandes deportistas.
“Hace años empecé a trabajar como auxiliar de polinización en esta empresa. Sin embargo, gracias a mi responsabilidad y al deseo de aprender más y más, hoy día, soy auditora de campo”, señala Dora.

Dora Villamil es la auditora de campo de Guaicaramo. Foto: Archivo particular
Y es que su realidad ha cambiado del cielo a la tierra. Cuando ingresó a Guaicaramo, Dora solo pensaba en cómo mantener a su familia. Ahora, gracias al esfuerzo y al empeño típico de las mujeres colombianas, no solo apoya a su familia, sino a niños y niñas con potencial deportivo que carecen de respaldo.
“Siempre he sido fanática del fútbol sala. De ahí que, a través de Guaicaramo, estoy trabajando en una escuela de formación deportiva para que los niños de bajos recursos económicos puedan encontrar una salida a su realidad”, dice la emprendedora.
Su mayor anhelo es ver en un futuro a los niños de Casanare convertidos en grandes deportistas.
EL TIEMPO
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