Quien no haya metido trago a su lugar de trabajo que tire la primera piedra. Por ejemplo, cuando Jesper Karlsson, un científico comprometido con la recuperación de agua, abre un viejo archivador que contrasta con el sofisticado laboratorio en el que trabaja, chocan las botellas de cerveza.
Trabaja en unas instalaciones de tratamiento de aguas residuales en la zona de Hammarby, en Estocolmo. Si bien los procedimientos ya existen, se continúa en la investigación para que cada vez sean “más eficientes y baratos”, explica Karlsson. Por eso, en el mismo espacio se alberga un laboratorio del Instituto Sueco de Investigación Ambiental (IVL), para experimentar con nuevas maneras de limpiar aguas residuales de la ciudad, de la industria, el agro, contaminadas con residuos orgánicos, fertilizantes, metales pesados, plásticos, etc.
En medio de un recorrido por el laboratorio, Karlsson abre el archivador metálico y reparte cervezas. Rest luce como una marca más de la cervecería local Nya Carnegie. Una rubia con 4,8 por ciento de volumen de alcohol. Pero su etiqueta revela una característica única: “Pilsener de agua reciclada”. Agua que al llegar al laboratorio albergaba residuos orgánicos, químicos, metales, plásticos... Se destapan y ¡salud!
La recuperación del agua es una de las características de las ciudades inteligentes, una tendencia mundial con amplia dinámica en los países nórdicos, que también apunta a no necesitar basureros, disminuir las emisiones, contar con energías renovables, datos abiertos, reuso de viejas instalaciones industriales que se vuelven energéticamente eficientes, aprovechar el calor residual, entre otras acciones.
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Todo esa experiencia desarrollada será uno de los frentes de conocimiento que los países nórdicos –Finlandia, Suecia, Noruega y Dinamarca– quieren compartir como invitados de honor en la próxima Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo), a finales de abril y comienzos de mayo.
Ciudades inteligentes que planean soluciones inspiradas en la naturaleza para prevenir inundaciones, ante las mayores lluvias previstas en el futuro, como lo comenta Carmen Antuña, científica del Centro de Investigación Técnica de Finlandia (VTT).
O ciudades cuyos postes tengan estación para acoplar drones, sensores del clima, de calidad del aire, cargador para carros eléctricos o una pantalla que muestra la información que se está recogiendo, algo que se está probando en las calles del campus de Nokia, en la ciudad de Espoo, con los postes necesarios para la tecnología 5G.
O ciudades con energía producida en el sitio, como en una zona de 30.000 habitantes, en la ciudad de Tampere, o viviendas con piscicultivos en la planta baja, alimentados con los desperdicios, como lo expone Mariliinu Alstrom del proyecto Digipore, que integra a 6 ciudades de Finlandia.
Alstrom también describe el proyecto para atraer a ‘ninis’ –jóvenes de entre 16 y 17 años que ni estudian ni trabajan– para que entren en programas de 6 semanas relacionados con digitalización, como crear juegos o aprender impresión 3D. Y aunque se buscaba interesarlos en trabajar, muchos más se sintieron atraídos de nuevo por el estudio.
En particular, la experiencia de Hammarby arrancó cuando la capital de Suecia planeó que allí sería la villa olímpica para los Juegos Olímpicos del 2004. Aunque estos fueron para Atenas, el proyecto de ecociudad siguió adelante.
Los procesos para recuperar agua, como en la planta de Hammarby, quitan químicos como fósforo o nitrógeno, los cuales, una vez separados, vuelven a ser ofrecidos a los agricultores para su uso. Así mismo, metales que quedan de la minería o microplásticos. Estos últimos –dice Eetu Helminen, líder de la fundación Helsinki Metropolitan– tienen uno de sus principales orígenes en algo más cotidiano de lo que se podría imaginar: las suelas de zapato de la gente. Cada año, dice, de las aguas servidas se recuperan 193 toneladas de microplásticos.
Un principio para avanzar en estas iniciativas es juntar al gobierno, los ciudadanos, las universidades y a las empresas, y abrir las discusiones. “Las innovaciones crecen donde la gente actúa. Las innovaciones nacen en ciudades diversas, vivibles y conectadas”, afirma Arja Lukin, directora de proyecto de Airport City Aviapolis, iniciativa para construir –junto a las pistas del aeropuerto de la ciudad finlandesa de Vantaa– viviendas, brindar servicios, ofrecer áreas recreativas y de negocios, con tratamiento subterráneo de aguas.
Se hicieron pruebas con drones para entregar paquetes, con grandes retos de seguridad ante la actividad aeronáutica. “Conscientemente escogimos el lugar más difícil, que involucrara a todos los actores”, dice Lukin.
“Necesitamos aproximaciones holísticas”, expresa Jonas Tornblom, consejero de Smart Cities Sweden, organización del Gobierno sueco que opera como una plataforma de inversiones en soluciones sostenibles. Como lo señala Tornblom, si los objetivos y la causalidad que explica el problema son claros, las responsabilidades se pueden definir con facilidad y hay alta comprensión de los procesos, funcionaría una solución vertical. Pero si todos estos puntos no son claros, y los desafíos son complejos, hay que abordar el asunto de manera horizontal, con aproximaciones colaborativas.
En Finlandia, con esa idea de concertar, la ciudad de Espoo abre convocatorias para mejorar y bajar costos de los servicios que da el municipio. Se han desarrollado aplicaciones para guarderías donde no hablan finés; realidad aumentada para diseñar espacios de colegios y del metro, y experimentos de movilidad para llevar cuidados a hogares.
En la plataforma Forum Virium Helsinki se convocan e impulsan pruebas piloto de proyectos digitales planteados por empresas, universidades, ciudades y ciudadanos que, además, dejan abierta la información de las experiencias.
Uno de esos pilotos fue el de buses autónomos, probado durante algunos meses en el antiguo barrio de pescadores de Kalasatama, sector de la capital en pleno proceso de renovación. Son pequeños buses para nueve pasajeros, y sus dimensiones se explican porque el sector es de calles estrechas. Y se busca que sean autónomos porque el conductor puede representar el 50 por ciento de los costos de la operación.
Junto a Kalasatama, son numerosas las pruebas de buses autónomos hechas en Finlandia, con la idea de facilitar que la gente use más el transporte público que sus carros.
Las innovaciones crecen donde la gente actúa. Las innovaciones nacen en ciudades diversas, vivibles y conectadas
La multitud de pruebas se atribuye a las normas. Se les olvidó poner la palabra ‘conductor’, dice Eetu Helminen, de Helsinki Metropolitan. “Así la historia suena más divertida”.
Pero lo cierto es que las condiciones del frío y dificultades para los sensores cuya ‘visión’ es obstaculizada por la nieve son muy exigentes. “Si funciona acá, funciona en cualquier parte del mundo”, afirma Jari Olli, jefe de la Escuela de Soluciones Inteligentes y Limpias de la Universidad Metropolia.
Mientras almuerza en una cafetería de su universidad, Olli explica que su dieta se produce ahí mismo, y es otra muestra de trabajo conjunto entre la universidad y la empresa privada. En el laboratorio y granja urbana de Metropolia se avanza en la mejora de la producción de grillos, hierbas, verduras, lúpulo para cerveza o papas en el aire (no hay tierra en esos cultivos bajo techo).
Olli dice que estos desarrollos abrevian la cadena logística. Lo que es evidente con la producción de lúpulo para una industria cervecera que debe importar ese componente de la bebida. A su vez, la cervecería que compra este producto de agricultura urbana genera agua que sirve como fertilizante, una vez es purificada con cultivos de microalgas.
Un caso más que involucra a los ciudadanos es la expansión de la mina de hierro en la población de Kiruna, la más grande del mundo, a más de cien kilómetros al norte del círculo polar ártico. Una vez se agotaron los recursos que se extraían y fue necesario ir más profundo, se concertó con la gente el traslado de la ciudad. El proyecto SUM es producto de la concertación de la minera gubernamental LKAB, los pobladores y empresas como Epiroc, ABB, Ericsson o Volvo.
“La población debe recibir un beneficio evidente de una decisión de tal magnitud, para comprometerse. En este caso, el 50 por ciento de los habitantes están vinculados a la actividad de la mina”, explica Ola Kinnande, gerente de relaciones con los medios de Epiroc.
¿Cómo pueden nacer las iniciativas? Días atrás, cuenta Helminen, de Helsinki Metropolitan, el vicealcalde preguntaba si con el plástico reciclado se podrían hacer tubos para el alcantarillado. “Todos creemos que hacemos suficiente, pero no lo es... Pero es un comienzo”, señala.
MAURICIO GALINDO
Editor de Economía
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