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Nuestra economía es la niña bonita de la región, pero tiene retos

A pesar de múltiples obstáculos, los grandes proyectos de infraestructura se han venido destrabando, como se nota en el capítulo de las obras civiles.

A pesar de múltiples obstáculos, los grandes proyectos de infraestructura se han venido destrabando, como se nota en el capítulo de las obras civiles.

Foto:EL TIEMPO / Cortesía

Colombia es el país de mostrar en América Latina en lo que respecta al desempeño de su economía.

Algunos creen que fue una coincidencia. Otros piensan que el hecho de haber escogido a Bogotá para que el Fondo Monetario Internacional presentara el lunes pasado su informe de perspectivas sobre las economías del hemisferio occidental tenía una motivación evidente: Colombia es el país de más crecimiento entre los de mayor tamaño del área. Para decirlo de manera coloquial, hoy por hoy somos los de mostrar en América Latina y el Caribe.
Las cifras hablan por sí solas. De acuerdo con la entidad multilateral, el producto interno bruto de la región tendrá una expansión de apenas 0,2 por ciento este año (0,9 por ciento cuando Venezuela se excluye de las cuentas). Brasil y México andan a un ritmo muy mediocre, al tiempo que Argentina está en recesión. Por su parte, Perú experimenta un frenazo, mientras que Chile no levanta cabeza, pues hay la impresión de que los eventos de días recientes le pasarán una costosa factura.

Colombia es el país de más crecimiento entre los de mayor tamaño del área

En comparación, la economía colombiana gana en velocidad y es la única, entre las de más relevancia, que cerrará 2019 con mejores números que los del año pasado. Según el FMI, la tasa de crecimiento será de 3,4 por ciento, un guarismo que también está por encima del promedio mundial.
Y no parece que ese lugar de vanguardia vaya a desaparecer pronto. Tal como lo señaló el mexicano Alejandro Werner, director del departamento del hemisferio occidental del Fondo Monetario, en entrevista con este diario: en 2020 “Colombia volverá a ser una de las economías de América Latina que más crecen”. La apuesta de la entidad es de 3,6 por ciento, un número muy superior al 1,8 por ciento que se proyecta a nivel regional.

Entorno complicado

Lograr ese desempeño es notable, sobre todo cuando se tiene en cuenta que el entorno global es mucho más hostil ahora. Las noticias provenientes de diferentes latitudes hablan de una ralentización que comienza en el Asia, pasa por Europa y acaba en América del Norte.
El motivo principal de que las cosas no se vean bien es la guerra comercial que sostienen Estados Unidos y China. Aunque las dos potencias mantienen abiertos los canales del diálogo con miras a superar las diferencias, que se traducen en un alza en los aranceles que pagan los bienes que compra el uno y produce el otro –y viceversa–, nada hace pensar que un acuerdo esté cerca.
Como consecuencia, incontables decisiones empresariales siguen en el congelador. Tal como lo señaló unas semanas atrás Kristalina Georgieva, la nueva cabeza del FMI, el enfrentamiento entre Washington y Pekín le va a costar más de 700.000 millones de dólares al planeta el próximo año. Casi tres cuartas partes de esa suma son atribuibles a la incertidumbre sobre lo que va a pasar, pues la falta de un horizonte despejado lleva a que se pospongan numerosas inversiones.
A lo anterior se suman los riesgos geopolíticos conocidos, que otra vez se concentran en el Medio Oriente. Y el Viejo Continente continúa a la expectativa de lo que pase con el brexit, que determinará las condiciones del divorcio entre la Unión Europea y la Gran Bretaña. Con elecciones convocadas para comienzos de diciembre en el Reino Unido, habrá que ver cómo se compone el Parlamento antes de hablar de un cambio de rumbo.
Y si por allá llueve, por acá no escampa. Si bien las protestas que suceden en las calles de las ciudades chilenas dañaron la imagen de estabilidad de la nación más próspera de Latinoamérica y dan lugar a más titulares, las verdaderas preocupaciones surgen alrededor del cambio de gobierno en Argentina. Nadie sabe a ciencia cierta cómo hará Alberto Fernández, elegido una semana atrás como sucesor de Mauricio Macri, para garantizar el pago de obligaciones externas que suman más de 100.000 millones de dólares, bajar la inflación a menos del 50 por ciento anual y responder a las expectativas de la ciudadanía.

Riesgos en el sur

El riesgo de que las cosas salgan peor en el sur del continente enciende otra alarma. Dos décadas después de que se acuñara la expresión ‘efecto tango’ para describir posibles contagios que llevan a salidas de capitales de las economías emergentes, retorna la probabilidad de que seamos considerados un muy mal vecindario.
En principio, los dueños del dinero ahora saben distinguir entre los que están bien y los que no, pero no hay duda de que es obligatorio mantener la guardia arriba. Esa es una admonición válida, porque hay corrientes encontradas en el plano internacional.
Para citar un caso, aumentan los inversionistas que prefieren llevar su dinero a los refugios más seguros, algo que tiende a fortalecer divisas como el dólar y el euro. No obstante, los bancos centrales de Estados Unidos y Europa volvieron a inyectarles liquidez a sus mercados financieros y a bajar tasas de interés, con lo cual la opción de probar suerte en estas tierras es todavía atractiva para algunos, debido a que se consiguen rendimientos más altos.

Los dueños del dinero ahora saben distinguir entre los que están bien y los que no, pero no hay duda de que es obligatorio mantener la guardia arriba

Por otra parte, es clave preguntarse qué puede suceder con los precios de los bienes primarios, que son definitivos para muchos países, incluyendo a Colombia. Con una demanda mundial que apunta a moderarse, nadie habla de bonanzas ni nada parecido.
Para citar un ejemplo, la cotización promedio del petróleo sería entre tres y cinco por ciento menor que este año en 2020, lo cual quiere decir algo apenas por encima de los 60 dólares por barril, en el caso de la variedad Brent, que sirve de referencia a los crudos pesados que exportamos.

Lo que pasa adentro

A la luz de las comparaciones regionales o internacionales podría creerse que no hay realmente grandes motivos de preocupación a nivel interno. Los indicadores más recientes confirman que la economía colombiana debería desempeñarse de manera más favorable en este semestre que en el primero de 2019.
El viernes pasado, Fedesarrollo expidió un comunicado en el cual habla de una expansión del producto interno que habría llegado al 3,4 por ciento anual entre julio y septiembre.
Según su director, Luis Fernando Mejía, “la dinámica de consumo final de los hogares continúa siendo favorable”. Sectores como comercio y transporte reflejan un comportamiento mucho más vigoroso, algo que se nota en las encuestas que se hacen en el ámbito empresarial.
Adicionalmente, todo indica que la aceleración del gasto en las administraciones municipales y departamentales que concluyen labores en diciembre sirvió para darles un empujón a diferentes actividades. Incluso la capacidad de compra que representa el más de un millón y medio de inmigrantes provenientes de Venezuela les habría prestado una mano a las ventas de los almacenes.
Otras señales son positivas. Luego de meses de parálisis, la demanda de crédito comenzó a subir, lo cual es un síntoma de que tanto las personas como el sector privado miran con mayor optimismo el futuro. A pesar de múltiples obstáculos, los grandes proyectos de infraestructura se han venido destrabando, como se nota en el capítulo de las obras civiles.

Buena perspectiva

La mezcla de los factores mencionados explica por qué los expertos comparten la visión de que en 2020 las cosas irán un poco mejor. “Claramente vamos a seguir creciendo más que en el pasado”, dice Sergio Clavijo.
Sin embargo, el presidente de Anif advierte de los riesgos de la complacencia. “Mantenerse en cercanías del tres por ciento anual no da para hacer ferias y fiestas”, añade. La razón de fondo es que a ese ritmo será muy difícil solucionar el principal problema del país, desde el punto de vista económico y social: el desempleo.
Tal como lo reportó el Dane el jueves, la desocupación en septiembre llegó a 10,2 por ciento a nivel nacional, el punto más alto para ese mes desde el comienzo de la década actual.
Más preocupante todavía es el hecho de que se vienen destruyendo puestos de trabajo desde hace un tiempo, con lo cual se detecta un problema de demanda de mano de obra que no es fácil de solucionar.
Para que la situación mejore es clave que ramos como la agricultura o las edificaciones levanten cabeza. Tampoco anda bien la industria, que, no obstante la devaluación del peso, se ve a gatas para competir con bienes importados.
En la ecuación se agregan elementos de incertidumbre. “No me atrevo a hacer predicciones sobre el próximo año”, afirma Bruce Mac Master, presidente de la Andi. La razón de esa negativa es la falta de certeza sobre la reforma tributaria que el Gobierno radicó en el Congreso, con el fin de remplazar la ley de financiamiento de 2018, declarada inexequible por la Corte Constitucional.

Motivos de intranquilidad

Lo que está en juego es clave respecto a lo que puede sobrevenir. Las estadísticas muestran que por cuenta de un régimen de inversiones que planteaba menores cargas para el sector privado –el mismo que ahora está en entredicho–, la inversión productiva mostró un repunte importante. Si en el Capitolio se vota negativamente la iniciativa del Ejecutivo o aparecen cambios sustanciales frente a lo planteado, ello podría golpear a la economía.
Por ahora, la expectativa es que no habrá sorpresas en este campo. Así se desprende de las afirmaciones hechas por las firmas calificadoras de riesgo que mantienen la nota que les dan a los bonos emitidos por el Ministerio de Hacienda.
Sin embargo, quienes leen entre líneas los comunicados expedidos encuentran motivos de intranquilidad. Uno de ellos es el elevado déficit de las cuentas externas de Colombia, que es el más alto entre un grupo de 43 países a los cuales la revista The Economist les hace un seguimiento periódico.
Una alerta adicional suena cuando se mira el comportamiento de la deuda pública. La política de reconocer acreencias o pagar ciertas obligaciones con títulos de tesorería se refleja en montos por pagar que ya equivalen a la mitad del tamaño de la economía anual.
¿Quieren decir esas alarmas que la realidad es peor de lo que se dice? En absoluto. Los números confirman que somos líderes regionales en cuanto a crecimiento, que la inversión extranjera sigue llegando y que el consumo interno no solo va bien, sino que es el principal motor de la actividad productiva. A lo anterior se suma que la inflación está bajo control y que no hay ningún sector en negativo.
Pero constatar que estamos mejor que nuestros pares no es suficiente. Aparte del lío del empleo, está el reto de mantener la casa en orden desde el punto de vista fiscal, conservar la gobernabilidad o impedir que el orden público se deteriore y ello afecte los flujos de inversión o turismo.
Y, en un escenario más lejano, vale la pena preguntarse por las reformas pendientes, como la pensional. La conflictividad social en aumento o los resultados de las elecciones regionales pueden convertirse en una excusa para posponer indefinidamente muchas tareas urgentes, incluyendo aquellas que servirían para mejorar productividad y competitividad.
“No podemos quedarnos anclados en la mediocridad”, insiste Sergio Clavijo. Lástima que eso sea más fácil de decir que de evitar.
RICARDO ÁVILA para EL TIEMPO
ANALISTA SÉNIOR
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