Durante los últimos 20 años, Colombia ha contado con los recursos provenientes de la minería y los hidrocarburos como base fundamental para el soporte de las finanzas públicas, la economía, la balanza cambiaria y la sostenibilidad macroeconómica.
Gracias a estos recursos, Colombia ha podido pasar, por ejemplo, desde el año 2000 de un PIB per cápita de 2.335 dólares a uno de más de 6.800 dólares hoy.
Exportamos 41.000 millones, de los cuales 20.000 provienen justamente del sector de minería e hidrocarburos.
Pensemos qué hubiera sido del país sin ellos. Hoy nos encontramos frente a la decisión de si debemos o no acudir al uso de tecnologías alternativas para acceder a gas y petróleo que se encuentran atrapados en nuestro subsuelo. Se han expresado preocupaciones sobre cuáles podrían ser los impactos en términos de sostenibilidad en caso de que se decida en favor de hacerlo.
La ventaja es que para solucionar estas dudas existe la ciencia. La ciencia nos puede decir si, por ejemplo, al hacer fracking se afectará en forma irreparable e insostenible acuíferos vitales para la vida. Nos podrá decir si representa o no un riesgo sísmico para algunas comunidades. Nos podrá decir también si se requiere de medidas de mitigación en caso de haber afectaciones.
Como todas las actividades humanas, por supuesto esta tendrá efectos sobre el medioambiente. Igual pasa con viajar, alimentarse, construir una casa y hasta con tener un dispositivo para trinar. La ciencia nos indicará cuáles son esos efectos, y tendremos que ponerlos en la balanza frente a sus beneficios.
Se trata, probablemente, de la decisión más importante, desde el punto de vista económico, que haya enfrentado nuestra generación. Son muchas las implicaciones tanto si se hace como si no.
Colombia ha tenido la suerte de contar con sus combustibles para usarlos y, sobre todo, para apoyar económicamente el crecimiento y desarrollo social. Hoy está en peligro esa capacidad
Algunos de los países percibidos como más desarrollados hoy han entendido y capitalizado los beneficios de actividades mineras o petroleras, Canadá, Noruega, Australia, Estados Unidos y el Reino Unido son algunos ejemplos de economías desarrolladas, incluso diversificadas, que han entendido la importancia de aprovechar los recursos de su subsuelo para apoyar sus economías y lograr la seguridad energética.
Otras como Japón, Corea, Suiza, Alemania o Singapur deben invertir importantes recursos en comprarle al resto del mundo los combustibles para mover sus economías.
Colombia ha tenido la suerte de contar con sus combustibles para usarlos y, sobre todo, para apoyar económicamente el crecimiento y desarrollo social. Hoy está en peligro esa capacidad. Las reservas de petróleo son de 6,2 años y las de gas, de 9,8 años.
Démosle la oportunidad a la ciencia de decirnos cuáles son los riesgos; conociéndolos, pongámoslos en la balanza. Tomemos la decisión sabiendo cuáles son los impactos, los mecanismos de mitigación
Resulta que con los yacimientos no convencionales esas reservas pueden subir en más de 20 años. ¿Qué pueden significar estos 20 años adicionales de hidrocarburos para las próximas generaciones?
Las cifras son contundentes. El denominado ingreso petrolero para la Nación ha llegado a ser de 23 billones de pesos, equivalentes a casi tres por ciento del PIB, que en ese año sirvieron para financiar la mitad de la inversión pública o la totalidad de los programas de lucha contra la pobreza, atención a infancia, a víctimas y vivienda.
Se estima que las inversiones para estos proyectos podrían superar los 40.000 millones de dólares, algo así como tres o cuatro años de inversión de la Nación.
Esa es la envergadura de la decisión que estamos tomando. Démosle la oportunidad a la ciencia de decirnos cuáles son los riesgos; conociéndolos, pongámoslos en la balanza. Tomemos la decisión sabiendo cuáles son los impactos, los mecanismos de mitigación y las implicaciones económicas sobre el país.
Por supuesto, todo esto no significa renunciar a la obligación que tenemos de diversificar nuestra economía, tarea en la que tenemos que empeñarnos todos.
BRUCE MAC MASTER
Presidente de la Asociación Nacional de Empresarios (Andi)
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