“El azúcar es el tabaco del siglo XXI”, afirma Henk Grootveld, jefe de tendencias de inversión de Robeco y gestor de carteras.
“La situación de la industria de alimentos y bebidas azucaradas es comparable a la industria tabacalera en el año 2000, en la medida que los consumidores se vuelven más y más conscientes de los efectos de su exceso en la salud”, apunta Nick Fereday, analista de Rabobank.
Un informe de Morgan Stanley de marzo del 2015 titulado ‘El amargo regusto del azúcar’ alerta sobre las consecuencias económicas de la epidemia y cuantifica que, si no se toman medidas, los países de la Ocde perderán entre un 15 % y un 20 % de su productividad hasta el 2035.
“Los países que se enfrentan a mayores pérdidas económicas son aquellos donde la prevalencia de enfermedades relacionadas con la obesidad y el consumo de azúcar ya es alta”, señala el informe, que apunta a Chile y México como los de más riesgo.
La industria, por su parte, mantiene la misma posición desde hace décadas. “El problema no es el azúcar, son los excesos”, considera Rafael Urrialde, responsable de Salud de Coca-Cola España.
“El azúcar es un alimento como otro cualquiera y hay muchos alimentos que lo contienen. Si no hay un consumo equilibrado, es capaz de hacer mucho mal”.
El verdadero problema del azúcar en la dieta no se sirve a cucharadas. Aproximadamente el 80 % del azúcar consumido en los mercados desarrollados se destina a diferentes alimentos industrializados, por su capacidad de mejorar el sabor de la comida y porque es un conservante que aumenta la cantidad de tiempo que un producto puede estar en los lineales.
La presión de los consumidores está obligando a las empresas a buscar alternativas. “Quitando los arrebatos de los que se echan las manos a la cabeza, quizá lo que tenemos ahora es un público más maduro”, reconoce un experto cercano a la industria azucarera. “Vamos a ver un empuje muy fuerte hacia productos orgánicos y novedosos”, apunta Grootveld.
En algunos casos, esas soluciones son tecnológicas. La ‘startup’ israelí DouxMatox, fundada en el 2014, ha desarrollado una forma de recristalizar el azúcar de manera que tenga el mismo efecto endulzante utilizando menos cantidad, y promete tenerlo en la segunda mitad del 2018. En noviembre pasado, Nestlé anunció el desarrollo de un producto similar.
Pero, a más corto plazo, la alternativa es reducir las cantidades de azúcar, sea incorporando menos a los alimentos, sea reduciendo las raciones, o, sobre todo, diversificando los catálogos para incorporar elementos menos dulces o sin el edulcorante.
El sector con más interés en reorientarse es el de las bebidas azucaradas, especialmente después de que en el 2016 la OMS pidió públicamente tasarlas con un impuesto.
“Los gobiernos (...) pueden reducir el sufrimiento y salvar vidas”, apuntó entonces Douglas Bettcher, director del organismo para enfermedades no contagiosas.
“Las grandes compañías han prestado mucha atención a cómo reaccionaron las empresas tabaqueras”, sostiene Grootveld.
“Han cambiado a otros endulzantes. Es algo parecido a lo que pasó en los años ochenta, cuando la gente reaccionó ante la grasa”.
La experiencia de Nestlé, que en el 2007 adoptó una política de reducción de azúcar, llevó a la empresa a ahorrar 36.000 toneladas del producto desde entonces.
Varios países, entre los que están México y Portugal, han decidido aplicar una tasa. Desde mayo, en Cataluña se impone un recargo de entre 8 y 12 céntimos por cada 100 mililitros.
Todo esto bajo las protestas de la industria, que apunta a sus propias medidas tomadas. “Llevamos años reduciendo el azúcar en todos nuestros productos”, señala Urrialde.
Y agrega que “el contenido ha caído un 38 %, y en algunos casos llega a ser del 80 % del total. Nuestra idea es reducirlo a la mitad; en algunos productos no es posible ofrecer una alternativa, en otros se puede perder más de un 60 %. El 41 % de nuestras ventas ya son de productos sin azúcar o con azúcar reducido; en unos años, serán la mitad”. “Entre nuestros objetivos para el 2025 está que 2 terceras partes de nuestra gama global de bebidas tengan 100 calorías o menos azúcares añadidos por cada lata de un tercio de litro”, apunta un portavoz de Pepsico.
“Es difícil encontrar datos, pero parece ser que en los mercados occidentales el consumo de azúcar ha llegado a su tope”, señalan desde Robeco.
“En Norteamérica ha caído siete kilos entre 2001 y 2011”. Cuestionadas acerca de la potencial evolución, fuentes del sector señalan que “no está del todo claro que la demanda vaya a bajar. Incluso puede que haya algo de escasez si los precios del petróleo siguen al alza”.
Los 38 millones de toneladas de azúcar almacenados en todo el planeta también son un factor que contribuye a mantener bajos los precios. La clave del optimismo del sector está en los países emergentes, especialmente en Asia: culturas donde el azúcar nunca ha sido parte importante del consumo diario hasta ahora.
THIAGO FERRER MORINI
Ediciones EL PAÍS, SL 2017
Comentar