El presidente de la Andi, Bruce Mac Master, les habla de frente a los candidatos. “Algunas de sus propuestas han sido irresponsables, o irrealizables, o nos pueden producir un gran daño”. Y confiesa que las preocupaciones de los empresarios se concentran en cuatro asuntos: seguridad energética, seguridad alimentaria, sistema de salud y el tema pensional.
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¿La Cumbre de las Américas salió tan deslucida como pareció, sin la presencia de varios países latinoamericanos, de donde vienen precisamente los problemas que se discutieron en ella?
Sin duda, hubiera sido una oportunidad para tratar los problemas más sensibles. Esos ejercicios continentales tienen que basarse justamente en participaciones universales, al igual de lo que sucede en la OEA, o en Naciones Unidas, o en cualquier otra de las plataformas multilaterales. Pero la Cumbre fue muy dinámica en lo empresarial, no tanto en lo político. De alguna forma, fue un llamado muy fuerte del sector privado para que los Estados Unidos realmente consideren a América Latina su gran aliado y no la economía del patio de atrás. Solo cuando Estados Unidos entienda eso y actúe consecuentemente, vamos a poder tener, primero, un continente sano, pero además, colectivamente aliado y capaz de generar una integración completa, no incompleta e irreal.
Vamos a las propuestas de los candidatos. Digamos, en términos generales, ¿usted está tranquilo con que gane cualquiera de los dos?
Yo diría que evidentemente hay propuestas de los candidatos que sí nos producen a nosotros los empresarios gran preocupación. Y hemos sido vocales en ello calificando algunas de esas propuestas de irresponsables, o de irrealizables, o que nos pueden producir un gran daño. Hablamos del tema pensional, por ejemplo. Hablamos del tema de la seguridad energética. Del de la seguridad alimentaria. Del sistema de salud. En estos cuatro temas tenemos muchas preocupaciones, porque en ellos están probablemente los pilares de funcionamiento de una sociedad, del bienestar de la población, de la estabilidad macroeconómica, y no podemos poner en peligro al país por ninguno de ellos, y menos por los cuatro al tiempo.
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Por alguna razón ha habido cartas de empresarios e industriales a los candidatos exigiéndoles responsabilidad fiscal. ¿Cree que a varias de las propuestas que hemos escuchado les ha faltado ese ingrediente? ¿Que no han tenido en cuenta las consecuencias fiscales?
A los candidatos normalmente se les olvida que las cosas hay que pagarlas. Terminan en una encrucijada en la cual tienen, entonces, que acudir a impuestos que terminan afectando a la población o a la competitividad empresarial, para poder cumplir sus propuestas. Si alguna característica ha tenido esta campaña, es cierto, es la de que no ha sido realmente consciente de las consecuencias desde el punto de vista fiscal.
La diferencia básica entre ambos candidatos es que Petro propone un Estado, grande, gordo, fofo, pasado de kilos, porque se traga todo a su paso, mientras Hernández propone un Estado flaco, que cuide lo que se come para que no se engorde innecesariamente. Pero ambos modelos de Estado tienen sus peligros. El de Petro, que para sostener a su gordo Estado planea una reforma tributaria que recaude alrededor de 50 billones de pesos. ¿Eso es realista?
Es evidente que, para un país como Colombia, de ingreso medio, donde el recaudo es cerca de un 15 por ciento del PIB, crecer el tamaño del Estado tendría muchísimas consecuencias. No solo crearía mucha más burocracia, sino que nos podría generar muchas más ineficiencias en términos de que muchas más cosas de los ciudadanos queden en manos de funcionarios públicos. No se trata solamente del tema fiscal, sino de que cuando uno tiene Estados grandes y sociedades que dependen altamente del tamaño del Gobierno, se tienen grandes ineficiencias y probablemente con grandes costos para la población. Adicionalmente, toca financiarlo, y el único camino es cobrar más impuestos a la gente. Por dos vías: o se les cobra directamente a las personas, o se les cobra a las compañías. Esto lo termina pagando la gente por la vía del costo de los productos, pero también porque evidentemente se afecta la competitividad y terminamos teniendo problemas de empleo. Uno no se puede decir mentiras: un Estado más grande es un Estado que tiene que ser pagado por los ciudadanos, y se paga por los dos caminos que le he mencionado. Pero, además, tiene el inmenso costo transaccional, de que terminamos dependiendo en muchas más cosas de la burocracia estatal.
Haciendo cola en el antiguo servicio social, por ejemplo…
Ese es uno de esos casos. En salud, el 80 por ciento de todo el sistema cuenta hoy en día con el apoyo del sector privado, porque son IPS o son farmacéuticas o son EPS. Si vamos a volver a un esquema como lo que era el Seguro Social en los años ochenta, evidentemente estaremos todos abocados a una inmensa burocracia y a una afectación muy difícil sobre los ciudadanos.
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Hablemos del Estado flaquito que quiere Rodolfo Hernández, que también puede tener problemas, porque de pronto no da abasto para cumplir con las obligaciones sociales y crecientes que tiene el Estado colombiano...
No hay duda. Una cualidad de los grandes líderes es poder identificar el tamaño de Estado ideal para cada sociedad, entendiendo en primer lugar que debemos ser capaces de pagarlo. Entendiendo qué es lo que necesitamos del Estado. Entendiendo qué es lo no delegable en el sector privado, y qué sí lo es. Y, por ejemplo, propuestas como la reducción de las embajadas, me parece que no tienen gran efecto en ahorrarnos una cantidad de plata, pero sí un costo importante para Colombia en términos de presencia internacional y de relaciones bilaterales.
Pero volviendo a la propuesta del Estado gordo y fofo de Petro, tiene en la mira un recaudo de 5 puntos más del PIB, lo cual algunos expertos han calificado de inviable. ¿O es factible?
No es factible. No se nos puede olvidar que Colombia tiene un bajo recaudo como porcentaje del PIB, pero tiene una altísima tasa de impuestos para los que pagan. Es decir, al final lo que sucede en Colombia es que no hay suficiente recaudo, pero es porque mucha gente no paga impuestos. Esa es la verdad.
Pues es que si el señor dice que va a concentrar sus esfuerzos tributarios sobre 4.000 personas naturales y jurídicas...
Nunca va a alcanzar a hacer ese recaudo en 4.000 personas; y casi que la única alternativa que tiene a la mano es gravar con el IVA a la canasta familiar. De hecho, la reforma que presentó Carrasquilla el año pasado tenía ese problema: le cobraba IVA a la canasta familiar, y esa fue nuestra gran discusión con él. La gente no está en condiciones de pagar eso. Es más, cuando uno mira las exenciones en Colombia, que son de cerca de 50 o 60 billones de pesos, el 90 por ciento de esas ellas son IVA que no pagamos de la canasta familiar. Entonces, si se juega con la idea de concentrarse en 4.000 personas, no lo va a lograr. En Colombia lo que hay que tratar de hacer es que todos paguemos impuestos, para tener un recaudo mejor. De manera que eso no es posible.
Otra de las propuestas de Rodolfo Hernández es bajar el IVA del 19 al 10 por ciento, pero transformándolo en un impuesto al consumo. Eso que, en principio, sonaría como un alivio para los colombianos, implica que entonces habría que pagar impuestos por cada bien que se compre en la cadena productiva, y no se descontaría como sucede actualmente. Se encarecería muy probablemente el producto final. E incluso algunos sostienen que aumentaría la evasión...
Así es, exactamente, la explicación la acaba de dar. El gran problema del impuesto al consumo es que no permite que las materias primas o los servicios utilizados sean deducibles, y puede terminar, si el cálculo no se hace bien, encareciendo los productos y generando mayor efecto sobre los consumos finales. Uno no puede olvidarse, tampoco, que aquí se está proponiendo que Colombia no haga más explotación petrolera, y ahí sí que hay un problema fiscal gigantesco. Hoy todos los países del mundo andan buscando desesperadamente lograr la autonomía energética. Es verdaderamente exótico que haya un país que en este momento en el mundo que esté diciendo: no, yo tengo los energéticos, pero no voy a seguir desarrollándolos, o voy a prescindir de ellos. En el año 2020 Colombia exportó cerca de 41 billones de dólares, de los cuales 20 billones eran hidrocarburos y minería. Ayer, por ejemplo, oí al presidente Boric en la Cumbre de las Américas vendiendo como gran virtud de Chile sus reservas de cobre, de litio. En cambio, en Colombia estamos hablando de renunciar a nuestra autonomía energética, y si fuera necesario, importarla, lo cual tendría efecto en la tasa de cambio, de balanza cambiaria, de inflación, de pobreza, de empleo. Es decir, efectos inmensos para una economía como la colombiana.
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Pero con gran asombro escuchamos a Petro decir a los carboneros que no es verdad que él haya propuesto parar las minas. Que los carboneros seguirán produciendo, pero el Estado les compra ese carbón y no lo usa, lo guarda. ¿Usted cree que esa propuesta cabe en una cabeza racional?
Pues no solo económicamente es casi que impagable, sino que adicionalmente no tenemos ni siquiera dónde guardar el carbón, dónde almacenarlo. ¿Y por qué habría de hacerse eso en un producto y no hacerlo, por ejemplo, en productos agrícolas? Es decir, el día en que el Estado decida que lo que va a hacer es decirle a la gente que produzca para no vender, sino para guardar, pues es preferible que le regale la plata, que dé subsidios. En algún momento hubo la propuesta de hacer eso con la hoja de coca, para que no se vendiera en los mercados internacionales, por cierto, una idea bastante mejor que la de comprar el carbón y guardarlo…
Petro no solo les dijo a los carboneros que les compraría el carbón, sino también los cultivos que hicieran para reemplazarlo, incluyendo si se dedicaban a producir paneles solares. Así de gordo será el Estado fofo de Petro…
Colombia no puede ni fiscalmente ni financieramente asumir todas esas obligaciones. Pero, además de ser ineficiente, es también increíblemente inequitativo. ¿Por qué favorecer a un sector sobre otro? ¿O será que nos podemos imaginar una situación en la cual el Estado le compra los productos a todo el mundo? No podemos imaginar economías que no seamos capaces de mantener, parecidas a las economías del Estado centralizado más rancio, quizá de la época de la Cortina de Hierro y de la URSS o China. Es una cadena de desastres que se vendrían detrás de tomar decisiones de esa naturaleza, como la de renunciar a la autonomía energética.
El mismo Juan Manuel Galán es testigo de que Petro le dijo, no se preocupe, como Venezuela va a reactivar su producción petrolera, sencillo, conectamos un tubo y nos llegará desde Venezuela el petróleo que necesitamos. ¿O sea, que el CO2 de Venezuela es bueno, pero el CO2 que produzca la industria en Colombia es malo…
Exactamente. Y no solo eso, sino que tendríamos que pagarles a los mercados internacionales 30.000 millones de dólares, que es lo que vale justamente tener que importar todos los combustibles que dejaríamos de producir nosotros. Imagínese lo que pasaría con el peso.
Y, finalmente, ambos candidatos, a su manera, se han dejado notar las ganas de aprovechar el Estado de conmoción para gobernar unos 90 días por decreto. ¿Qué tan peligrosa le parece esa medida que, desde luego es constitucional, pero que se justifica solo en muy determinadas circunstancias?
Estoy seguro de que la Corte Constitucional no aprobaría ni el estado de conmoción interior ni el estado de emergencia económica, porque no existen las condiciones para ello. Yo sí les haría más bien un llamado a los candidatos a que no generen esa sensación de inestabilidad, que ponen nerviosos a los mercados y a todo el mundo.
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Y la última pregunta es el dólar. Perdón, la inflación. Porque mientras a nosotros nos están dando unas perspectivas de crecimiento bastante halagüeñas si las comparamos con la región, e incluso con el mundo, a la vez nos advierten que eso va a estar acompañado de una inflación galopante. Y las propuestas de ambos candidatos, para controlar la inflación, se han oído como erráticas…
Tienes razón en eso, pero esta es una inflación que proviene realmente de fuera de nuestras fronteras, es una inflación mundial, que está azotando a la totalidad del mundo. Colombia tiene muy pocas herramientas en este momento para poder hacer que las cosas que importamos nos valgan menos. Lo que no podemos hacer nosotros es incentivar incrementos en tasa de cambio que hagan que el efecto final sea mucho mayor. Por eso, mi llamado es a que haya suficiente racionalidad y responsabilidad económica, para que no se aumente la tasa de cambio. Necesitamos más bien muchas señales de confianza del país para la inversión internacional. Y no susto, inquietud o incertidumbre que nos produzca una tasa de cambio mayor
¿Y alguno de los dos candidatos está produciendo todo lo contrario?
El que gane tendrá que construir un equipo económico serio, responsable, con visión internacional, que entienda que Colombia no está aislada del mundo, y que estamos en el año 2022 y no en el año 1922.
MARÍA ISABEL RUEDA
ESPECIAL PARA EL TIEMPO