El Eurobanco se ha metido en un laberinto que fue imprescindible crear en plena crisis, pero del que parece difícil salir con todas las plumas.
En plena Gran Recesión, Mario Draghi puso en marcha las compras de activos y rebajó los tipos de interés hasta la zona cero, incluso hasta terreno negativo: lo nunca visto en Europa.
La recuperación ha llegado como consecuencia de ese activismo, pero la inflación sigue sin aparecer. Y eso obliga a Draghi a todo tipo de contorsiones; a una ducha escocesa, ahora agua fría, ahora caliente.
El italiano reiteró que las cifras mejoran, pero declaró que la inflación sigue lejos del objetivo: “El trabajo aún no ha acabado”. Lanzó un mensaje claramente expansivo. Y retrasó a otoño las decisiones importantes, con una intervención verbal de primera magnitud para evitar que los mercados se pongan nerviosos.
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