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La siguiente etapa

Además, se recuerda que la actividad debe ser hecha a menos de un kilómetro de la vivienda.

Además, se recuerda que la actividad debe ser hecha a menos de un kilómetro de la vivienda.

Foto:Mauricio Moreno / EL TIEMPO

En la mayoría de países que adoptaron cuarentenas, la fase de descongelamiento ya comenzó.

La voz que se escucha al otro lado de la línea tiene tono de preocupación. El que habla es Rodrigo Pasaje, habitante del barrio La María Oriente, en Popayán, quien confiesa que la está pasando mal en esta etapa del confinamiento obligatorio. Cuenta que desde hace más de diez días solo se alimenta de caldo, porque papa es lo único que tiene en su cocina.
Lleva semanas sin salir a la calle y hace tiempo que se le acabó el bono de 50.000 pesos que le entregaron en la obra en donde se desempeñaba como oficial de construcción. De las ayudas oficiales no ha visto nada y solo la solidaridad ocasional de uno que otro vecino lo han salvado de la inanición, en el hogar que comparte con su mujer y un hijo. “Ojalá que se abra el trabajo pronto”, dice.
Novecientos kilómetros al norte, el motivo de los dolores de cabeza de Karla Miliani es distinto. Relata que lleva días con la misma duda porque no sabe qué va a pasar con La Cevichería, el restaurante que gerencia y es uno de los más conocidos de Cartagena.
La duda principal es qué hacer con los 48 empleados del lugar que recibieron sueldo hasta el jueves y ahora están en licencia no remunerada. “¿Aguantamos o no? Esa es la pregunta que me persigue como un fantasma porque todos nos sentimos parte de la misma familia”, confiesa. Y agrega: “Seguir depende de que tengamos una fecha para volver a abrir pronto, así nos toque ampliar el espacio entre mesas y asumir el costo de todos los cuidados posibles”.

Sigue la incertidumbre

Interrogantes parecidos circulan por la mente de la mayoría de los colombianos, a sabiendas de que el próximo 11 de mayo concluye un nuevo período de aislamiento obligatorio. La posibilidad de una apertura paulatina de las actividades que hoy se encuentran suspendidas constituye un motivo de esperanza para aquellos que han sentido en carne propia el coletazo de la cuarentena, que son muchos.
Los datos son elocuentes. Según lo informó el Dane el jueves, la población ocupada cayó en 1,6 millones de personas durante marzo, un bajón que no tiene precedentes desde cuando comenzaron a emitirse estadísticas sobre el mercado laboral en el país. Todo apunta a que durante abril el descenso continuó, en la medida en que negocios de diferentes tamaños decidieron cerrar sus puertas, forzados por las circunstancias.
No obstante, los representantes gremiales sostienen que hay una buena cantidad de empresas –tanto grandes como mipymes– que todavía resisten. La mezcla de caja disponible, préstamos y ayudas oficiales han servido para aguantar la falta de ingresos a lo largo de siete semanas, aunque las encuestas sectoriales muestran que el dinero se acabará pronto.

Foto:Néstor Gómez. EL TIEMPO

Los sacrificios hechos parten de la base de que las restricciones actuales se levantarán más temprano que tarde. Tal como ocurre en buena parte del planeta, en donde hay diversas estrategias de salida del encerramiento, aquí debería pasar lo mismo. Para quienes sienten que viven con el agua al cuello, la razón de ‘sostener la caña’ es el anhelo de que la sociedad colombiana encontrará la forma de convivir con el coronavirus durante muchos meses, hasta cuando la ciencia provea una solución definitiva.
Los expertos insisten que esa coexistencia no significa volver a los hábitos de siempre, sino aceptar una realidad distinta en la cual el distanciamiento social y las prácticas de bioseguridad son una obligación, no una opción. Las limitaciones en la ocupación del transporte público o en el acceso a espacios cerrados causarán incomodidades y retrasos, pero son la única opción para dejar atrás esta hibernación cuyos costos aumentan día a día.
Sin embargo, la incertidumbre es todavía la constante. Qué, cómo y cuándo son pronombres usados de manera repetida en las conversaciones de la gente al hablar del futuro cercano.
La respuesta es difícil porque los expertos sostienen que una mayor presencia de personas en la calle conducirá inevitablemente a un alza en los contagios y, por ende, a más muertes. Diseñar la estrategia que salve más vidas y minimice las secuelas económicas y sociales es el principal desafío que enfrentan la mayoría de gobiernos del planeta. “Hay todo un dilema ético”, dice Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes.
A su favor, el país cuenta con una situación todavía manejable. Sin desconocer emergencias puntuales, los números de Colombia están lejos de lo que sugerían los modelos de los epidemiólogos a comienzos de marzo. Basta recordar que el pronóstico hablaba de 900.000 contagiados para mediados de este mes y de decenas de miles de fallecidos, más de cien veces por encima de la cifra de ayer.
El aislamiento obligatorio acabó siendo determinante para que la pendiente de la curva de casos positivos sea menos empinada que en otros lugares. Gracias a esa circunstancia, el número de enfermos en cuidados intensivos representa una fracción de la capacidad presente: algo más de cien con más

Balance de riesgos

Bajo ese punto de vista sería fácil concluir que lo que procede es seguir como venimos. Dicha visión desconoce que una cuarentena de varios meses viene con un precio enorme, que comienza con el empleo y puede conducir a una depresión económica que dure años. El precio pagado en bienestar, salud mental o desarrollo humano sería realmente incalculable.
Debido a ello, tanto en las naciones ricas como en las economías emergentes, se comienza a aflojar la cuerda. China, en donde se inició la emergencia, viene levantando restricciones desde comienzos de abril. En Europa se ensayan diferentes estrategias que van desde el regreso de los estudiantes más jóvenes a las aulas hasta la reapertura de los pequeños comercios, mientras que en Estados Unidos se ven grados diferentes de normalidad, dependiendo del lugar. América Latina también hace intentos, así el pico de casos no se haya alcanzado.
Uno de los modelos que recibe más atención –avalado por la Organización Mundial de la Salud– es el de Suecia que, a diferencia de sus vecinos, se abstuvo de imponer cuarentenas. El mensaje proveniente de Estocolmo se concentró en promover la autorregulación y el comportamiento responsable de los ciudadanos.
Los resultados muestran un descenso reciente en contagios y decesos. Además, los impactos económicos son menores y la red hospitalaria nunca colapsó. De ahí que Ann Linde, la canciller sueca, haya insistido en que esta es una guerra de resistencia, pues la posibilidad de un tratamiento efectivo o de una vacuna está lejana: “Se trata de una maratón, no de un embalaje”, afirma la funcionaria.
Lo anterior no desconoce que la recesión es inevitable. La demanda está resentida y los consumidores cambiaron patrones de gasto y comportamientos. Incluso en aquellos sitios en donde se reabrieron los centros comerciales, lo más notorio es la ausencia de compradores.
Hay un temor generalizado a enfermarse, pues ninguna sociedad ha alcanzado la inmunidad de rebaño. Debido a ello las autoridades en las geografías más golpeadas sufren con la idea de una nueva oleada de contagios. Y las que han podido controlar la situación no quieren vivir emergencias como las del norte de Italia o Nueva York.

Sin margen de maniobra

Aun así, el planeta está entrando a una segunda fase en el manejo de la pandemia, porque el aislamiento viene con un alto precio. El cálculo del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, según el cual 265 millones de personas estarían en riesgo de morir de hambre a finales de 2020 (el doble del año pasado), le da una cruel validez a que el remedio puede ser peor que la enfermedad.
De vuelta a Colombia, hay limitaciones de recursos. “El Estado, vía autoridades nacionales y locales, ya ha gastado una enorme munición para mantener a flote a familias y empresas para sobreaguar un par de meses. Sin embargo, no veo espacio para mantener eso de manera indefinida”, dice el profesor uniandino Marc Hofstetter.
Casos como el de Rodrigo Pasaje en Popayán abundan en las poblaciones grandes y pequeñas. Algunos tratan de cumplir las órdenes impartidas, mientras que otros salen de su casa a pesar de la prohibición. El periodista Pascual Gaviria, quien ha hecho reportería en diferentes barrios de Medellín, cuenta que hay zonas de la capital antioqueña en donde la cotidianidad parece transcurrir como siempre.
“La realidad es que cada vez va a ser más difícil hacer cumplir las cuarentenas”, comenta Marcela Meléndez, economista jefe para América Latina del Pnud. Un tablero de impacto desarrollado por el BID con base en datos de la aplicación Waze muestra que el tráfico en las ciudades colombianas el jueves pasado era 78 por ciento menor que el de la primera semana de marzo. La reducción es apreciable, pero el 10 de abril el descenso era del 96 por ciento. De hecho, el nivel indicado es el más alto de las últimas cinco semanas.
Parte de la explicación recae en que construcciones y plantas fabriles comenzaron a reactivarse, pero esa no es la única razón. El desespero hace que la gente vuelva a la calle, por lo cual las autoridades deberían establecer un proceso ordenado de reapertura, tal como sucede en España. La opción menos deseable es el hambre que le daría paso a la desobediencia civil, la cual acabará sucediendo si la cuerda se tensa más.
Lo de un cronograma es clave para que los empresarios sepan a qué atenerse. “Mientras no tengamos unas pautas claras y verificables que nos expliquen el plan de desconfinamiento y los gatillos que nos confinarían de nuevo, se seguirán cerrando negocios, empresas, emprendimientos y los despidos continuarán: la espiral de empobrecimiento no se detendrá, pues nadie le apostará a un futuro tan incierto”, dice Hofstetter.
Sin desmedro de que el teletrabajo siga donde sea posible, la lista de los sectores que merecen precisiones de fecha incluye comercio, restaurantes, transporte aéreo y terrestre, hoteles y educación en los distintos niveles. Fijar el calendario obliga a que se adopten los protocolos necesarios con tiempo, para que no suceda lo de los últimos días, cuando el permiso llegó primero que los procedimientos y las aprobaciones.
Lo que sigue exige creatividad, flexibilidad y capacidad de respuesta. “Seguramente vamos a entrar en una etapa larga de aperturas y eventuales cierres de actividad, porque mientras no tengamos mecanismos para aislar solo a unos grupos pequeños de la población, la única alternativa es la de ensayo y error”, subraya Meléndez.
Otra opción es subdividir al país –incluso hasta llegar al barrio o a la cuadra– para que las reacciones se concentren de manera puntual. Es válido cuestionar por qué más de 800 municipios sin un solo caso registrado deben someterse a las mismas limitaciones que aquellos que tienen casos activos. Llegar con médicos y equipos rápidamente a donde se presenten focos suena más lógico que paralizar todo el territorio nacional.
“Para hacerlo bien y rápido se necesitan muchas pruebas, y si no hay suficientes, una estrategia estadística para aplicar pruebas de manera selectiva, además de seguimiento de contactos con tecnología y un ejército de funcionarios”, aconseja Ana María Ibáñez, del BID. El decálogo se aplica a toda la región y pasa por “un tablero de control muy bien diseñado, aparte de campañas de comunicación muy buenas con el fin de que las personas cumplan con las reglas de distanciamiento social, lavado de manos, uso de máscaras y contacto con personas vulnerables”.
Más de un gobernante preferiría no cambiar la política actual. Lamentablemente, esa opción no es viable dados los costos económicos y sociales que ya son enormes. Por ese motivo es obligatorio dar el siguiente paso, algo que demandará mucha más capacidad gerencial y no pocos riesgos. Como dice Alejandro Gaviria, “ya se hizo lo más fácil. Ahora viene lo más difícil”.
RICARDO ÁVILA
Analista Sénior
Especial para EL TIEMPO
En Twitter: @Ravilapinto
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