Por más de dos décadas en el país se ha intentado llegar a una concertación sobre el incremento en el salario mínimo, en la mesa de diálogo entre Gobierno, trabajadores y empresarios, la cual se inicia este martes. Pero en el 75 por ciento de los casos, la decisión termina siendo impuesta por decreto, lo que, según Juan Carlos Guataquí, investigador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, también sucedería este año, pues “las propuestas de trabajadores y empresarios están muy distantes”.
Ya es una tendencia que esta negociación se complique y anule la concertación, a excepción de los años electorales en los que hay reelección presidencial, según halló Unirosario en sus pesquisas. “En el 2005, para la campaña política de la reelección de Álvaro Uribe, y en el 2013, para la de Juan Manuel Santos, se logró concertación. Era una variable electoral”, indicó Guataquí.
Pero además, la fijación del salario mínimo en el país tiene varias aristas sin resolver, que atañen al mercado laboral y que salen a relucir en la negociación decembrina.
Es el caso de la alta informalidad, porque en 2016, de 11,9 millones de ocupados, 48,6 por ciento era informal. En días pasados, este tema desató una fuerte polémica, tras la divulgación de un estudio del Banco de la República, en el que los investigadores Luis Eduardo Arango y Luz Flórez, calculan que cada punto porcentual que se le sube al salario mínimo aumentaría la informalidad en 0,18 puntos porcentuales en las áreas urbanas.
Esto llevó a estos investigadores a plantear la posibilidad de un salario diferencial por regiones, partiendo del hecho de que los efectos del mínimo sobre la tasa de informalidad de las ciudades no es uniforme.
Aunque no hay que desconocer que la informalidad es un flagelo que precariza el empleo, por lo que “tiene consecuencias en materia de bienestar, desigualdad, crecimiento de largo plazo, finanzas públicas, lo que es muy inconveniente”, según agrega el estudio de Arango y Flórez. Pero hay otros puntos de vista que controvierten a los autores.
Para Stéfano Farné, experto de la Universidad Externado, si bien hay estudios que demuestran que el salario mínimo puede subir la informalidad, es necesario contar la historia completa. “No toda la informalidad depende del salario mínimo ni de los costos salariales para el empleador. Hay que tener en cuenta otras variables, como las trabas que se ponen en el país para mantener una empresa”, por ejemplo.
No toda la informalidad depende del salario mínimo ni de los costos salariales para el empleador. Hay que tener en cuenta variables como las trabas que se ponen en el país para mantener una empresa
En el mismo sentido Guataquí adiciona que esas otras variables no se discuten en la comisión ni se hacen públicas. Por ejemplo, “el salario mínimo incide en el 55 por ciento de los ocupados porque son asalariados que ganan entre 1 y 2 salarios mínimos. Tampoco se habla de la evasión, porque hay una norma que impide pagar menos de un salario, se hace y afecta más a las mujeres (17 por ciento), que a los hombres (14,7 por ciento). Y otro elemento sorprendente es que los sectores que más evaden, el comercio y los servicios, son los que más se beneficiaron con la reforma laboral.
Entre tanto, el estudio del Banco de la República argumenta que en Colombia se remunera la mano de obra menos calificada como si fuera más productiva. “Si bien los incrementos en el salario mínimo aumentan ingresos de algunos trabajadores de baja calificación, esto no alcanza a compensar la caída en el ingreso de aquellos que pierden su empleo o no pueden encontrar un puesto de trabajo. De esta manera, los ingresos promedio de aquellas personas de baja calificación caen, por lo cual, un alto salario mínimo no resulta una herramienta eficaz para reducir la pobreza”.
Al respecto, agregó Farné, “el salario mínimo es alto, porque este es un país en el que los sueldos son bajos”. Además, sostuvo, “un salario por regiones es inviable, porque no es fácil de administrar”.
Pero Guataquí, coordinador del informe ‘Panorama de la negociación del salario mínimo’ que será divulgado este domingo (www.labourosario.com), el principal determinante de la informalidad no es el mínimo, es la tercerización laboral. “La probabilidad de que un asalariado sea informal es del 40 por ciento, pero la probabilidad de que un tercerizado sea informal es del 80 por ciento”.
Desde todos los ángulos hay señales para promover la negociación del mínimo. “Esperamos que las tasas de interés bajen más porque lo del incremento del IVA no tiene reversa, por eso hay que ser cuidadosos con el alza del salario mínimo, que debe tener en consideración esos tres puntos que subieron el IVA”, dijo Guillermo Botero, presidente de Fenalco.
Los estudiosos del Emisor insisten en que, el salario mínimo es alto y en los últimos 10 años ha oscilado entre 85 y 90 por ciento del salario promedio en el país. Pero un estudio del Banco Mundial que analizó los sueldos entre 1993 y 2013, estableció que la mayor desigualdad en salarios en América Latina, se daba en Honduras, Brasil, Colombia, Bolivia y México.
ECONOMÍA Y NEGOCIOS