El calificativo que utilizan algunos de los integrantes del círculo de colaboradores cercanos de Iván Duque es el de ‘ímpetu’. Dicho término, definido por la Real Academia como “brío, vehemencia, ardor con que se actúa”, describe, para los allegados al actual presidente, la actitud que tiene frente al último año de su gobierno.
Varios testimonios hablan del evidente afán de completar las tareas que la administración saliente estableció como metas alcanzables antes del 7 de agosto de 2022. La lista es larga y abarca a todas las carteras ministeriales, pero indudablemente se centra en unas pocas áreas.
“Todo lo relacionado con la reactivación económica y la generación de empleo es prioridad”, señala un funcionario de la Casa de Nariño quien, como la mayoría de las personas consultadas para este artículo, prefirió mantener su nombre en reserva. Y mucho se centra en lo tangible.
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Debido a ello, hay una especie de tablero de control que contiene el avance tanto de obras de infraestructura que son emblemáticas en el ámbito nacional como de aquellos proyectos considerados de primera importancia en un buen número de municipios. A lo anterior se añade firmar contratos que, así no queden ejecutados, contarán con fuente de financiación y cronogramas específicos para que queden en marcha.
Un ejemplo concreto de lo que eso significa se ve en Popayán. La construcción de la avenida de los Próceres, próxima a licitarse y que desembotellará la ciudad, y la nueva galería del barrio Bolívar son anhelos de vieja data que apuntan a convertirse en realidad, junto con la nueva terminal del aeropuerto Guillermo León Valencia, entre otros.
“Son cerca de 140.000 millones de pesos en aportes directos de la administración central en estos últimos tres años, parte de los cuales ya está en ejecución y otra, a punto de comenzar, fuera de un nuevo paquete por unos 100.000 millones que se encuentra en fase de ajuste”, dice Juan Carlos López, el alcalde de la capital del Cauca. “A nosotros no nos ha ido nada mal con el presidente Duque”, agrega el mandatario local, quien señala que llegado el momento tanto él como sus coterráneos sabrán dar las gracias.
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¿Repunte a la vista?Expresiones como esa hacen pensar en un fin de periodo marcado por inauguraciones y despedidas, una vez tenga lugar la segunda vuelta de las elecciones. Aunque seguramente un cierre en el que abunden los viajes despertará críticas por parte de los opositores del Gobierno, la apuesta es que las realizaciones sirvan para mejorar la imagen del presidente saliente y consolidar su legado.
Remontar la curva de la popularidad constituirá un desafío para alguien que, con pocas excepciones, no ha salido bien librado en los sondeos. De acuerdo con la más reciente encuesta de Invamer, el nivel de desaprobación de Iván Duque llegó a 72 por ciento en la medición de finales de junio, con 23 por ciento de aprobación.
Lograr que tales calificaciones se inviertan parece un imposible. Tanto la polarización que marcó los comicios de hace cuatro años como los errores cometidos, el desgaste de gobernar y la distancia que ha tomado un sector del Centro Democrático frente a la labor presidencial hacen muy difícil reconciliarse con la opinión.

El presidente Iván Duque habló con periodistas de EL TIEMPO.
Néstor Gómez / EL TIEMPO
Pero ciertamente hay razones para pensar que la distancia entre ambas curvas se pueda estrechar. El motivo es que lo más duro de las tres crisis derivadas de la pandemia –sanitaria, económica y social– empieza a quedar atrás.
Para comenzar, el número de contagios y fallecidos a causa del covid-19 viene en un franco descenso, después del duro pico de junio. Más significativo todavía es que la vacunación avanza a una velocidad tal que los pronósticos de los escépticos de hace unos meses no tuvieron fundamento. Al ritmo observado, es altamente probable que una elevada proporción de los casi 40 millones de colombianos mayores de 12 años hayan recibido al menos una dosis antes de que termine 2021.
A menos que aparezca una cepa del virus que contrarreste la inmunidad que proveen las inoculaciones, es previsible que la emergencia quede atrás, más allá de rebrotes puntuales. No es descabellado imaginar que la mayoría de la ciudadanía acabará reconociendo que Colombia hizo las cosas mejor que muchos de sus vecinos y eso le dará réditos al Gobierno.
Si bien se llegó al límite en algunos sitios, la capacidad hospitalaria no se vio desbordada, como ocurrió en Guayaquil, Manaos o el norte de Italia. Tan solo en lo que atañe a unidades de cuidado intensivo, el país pasó de 5.346 camas a 13.200 en corto tiempo, sin que nadie que haya estado internado pueda afirmar que tuvo que desembolsar un centavo por la atención que recibió.
La reapertura plena ayudará a que la economía ande más rápido, como ya lo muestran los indicadores sobre el consumo. El dinamismo de la demanda interna, combinado con el viento a favor de los precios al alza de los bienes primarios que exporta el país –comenzando por petróleo, carbón y café–, servirá para que en diciembre próximo el producto interno bruto anual regrese a un valor similar al que tuvo en 2019.
Entidades como Fedesarrollo hablan de una expansión de 7,2 por ciento, mientras que el área de investigaciones de Bancolombia se inclina por el 8 por ciento, suficiente para recuperar el terreno perdido luego de la inédita contracción de 2020. Sin desconocer el tamaño del bache, volver al punto inicial le tomará al promedio de América Latina un año más, de acuerdo con los cálculos de la Cepal.
Fuera de la comparación con los vecinos, esos factores aumentan la probabilidad de que las inversiones productivas se recuperen y la pobreza disminuya de la mano de la mejoría del ingreso de las familias. De ser así, el cierre del Gobierno podría estar rodeado de un ambiente mucho más optimista respecto al futuro del país.
Este repercutiría en las notas del actual presidente, quien sería reconocido y recordado como el timonel que condujo los destinos de la nación por las aguas turbulentas de la pandemia. Irónicamente, el cataclismo que acabó con una porción importante de los propósitos establecidos en el plan de desarrollo –criticados como difusos y sin una idea central fuerte, en su momento– terminó siendo la gran oportunidad para mostrar el liderazgo ejercido desde la Casa de Nariño.
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Otras visionesSin embargo, el propio Iván Duque considera que esa interpretación es simplista e injusta. En intervenciones y entrevistas, el mandatario se muestra muy orgulloso de lo hecho en materia de legalidad, emprendimiento y equidad, los tres ejes que identificó en su discurso de posesión.
Debido a ello, hace énfasis en el cumplimiento del acuerdo de paz o en el combate a los grupos ilegales y sus cabecillas, con la misma vehemencia que subraya los avances en generación de energía mediante fuentes no convencionales y el progreso o terminación de las obras de las concesiones viales de cuarta generación. Tampoco duda en señalar el presupuesto destinado al sector de la educación, la apropiación creciente de herramientas tecnológicas o su compromiso con los temas ambientales.
Quienes lo escuchan en privado le notan cierto tono de frustración ante la falta de reconocimiento respecto a realizaciones que considera de la mayor importancia. Diferentes ministros han escuchado de su jefe la admonición de que hay que saber comunicar los logros, para que se entienda la gestión realizada en toda su dimensión.
No obstante, tanta insistencia en que las cosas están mucho mejor de lo que dicen los antagonistas del Presidente “lo hace parecer desconectado de la realidad que enfrentan los colombianos”, comenta uno de sus interlocutores frecuentes. “La arrogancia está lejos de ser uno de sus defectos, pero cuando saca tantas cifras y argumentos genera sensaciones que a más de uno le caen mal”, reconoce.
Por otro lado, están los riesgos propios del último año. La agenda de preocupaciones la encabeza la campaña electoral, algo que va mucho más allá del eventual resultado de las elecciones ya que tiene que ver con el desarrollo de la contienda, comenzando por la seguridad de los candidatos al Congreso y a la Presidencia.
“Como todo el que ha estado en ese cargo, a Duque lo que le importa es que la transición se haga sin sobresaltos”, sostiene alguien que lo conoce bien. “Y aunque es evidente que no le gustaría que lo reemplace alguien de la izquierda, su obsesión es verse neutral y no antagonizar a nadie con nombre propio, entre otras, para no crecerlo”, subraya.
Mantener el orden público también está en la parte de arriba de la lista de prioridades. Episodios como el desplazamiento masivo de habitantes de Ituango o el asesinato de líderes sociales son un campanazo de alerta relacionado con el riesgo de que se incremente la violencia.
La reedición de otro paro nacional, como el de hace tres meses, es causa de inquietudes. Al respecto, más de un observador cree que, si bien habrá intentos de crear zozobra, el péndulo de la opinión acabó castigando a los promotores del movimiento la vez pasada.
Lo anterior no es impedimento para que sean mejorados los sistemas de alerta sobre potenciales factores de descontento. Para citar un caso, si la recuperación de la economía no trae consigo una creación significativa de puestos de trabajo que permita que el desempleo disminuya, pueden surgir expresiones de rabia entre quienes se sientan abandonados a su suerte.
De ahí que la ampliación de programas de ayuda social como Ingreso Solidario resulte ser clave, algo que está implícitamente atado al paso de la reforma tributaria que hace tránsito en el Congreso. Ese es uno de los motivos por los cuales la iniciativa es considerada la más importante de la legislatura, sin desconocer que la mayoría de sus efectos se verán hasta 2023 y que es insuficiente para solucionar el problema fiscal.
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Adicionalmente, los que saben de estos asuntos señalan que desde Palacio hay que mantener los ojos bien abiertos para evitar los escándalos. La experiencia muestra que el final de las administraciones los controles tienden a relajarse y ahí es cuando surgen los dolores de cabeza.
Quizás por ello, la prioridad al reemplazar a quienes comienzan a irse en busca de nuevos rumbos es preferir a aquellos que ya estaban en el Gobierno. Duque, quien nunca ha visto con buenos ojos que la gente con la cual ha desarrollado una relación de confianza se le vaya, ahora es más flexible que antes, sobre todo si la salida es de continuidad.
A su manera, eso fue lo que ocurrió con la designación de Marta Lucía Ramírez en la Cancillería. Haber optado por la vicepresidenta sirvió no solo para darle mayor visibilidad al cargo, sino para mejorar la capacidad de reacción y llenar un vacío en los escenarios internacionales, lo cual incluye la normalización de las relaciones con la Casa Blanca, que otra vez pasan por un buen momento.
En la medida en que pasen los meses y no se presenten líos que vayan más allá de la usualmente compleja realidad colombiana, comenzarán a aparecer las especulaciones sobre qué hará Iván Duque una vez salga para siempre de la Casa de Nariño. Más allá de las diferencias con su partido, salta a la vista de que el futuro expresidente será casi 30 años más joven que quienes le antecedieron en el cargo, lo cual le augura una larga visibilidad.
La pregunta, en todo caso, es si el actual mandatario se siente cómodo en ese rol. La respuesta de quienes lo han escuchado en privado es que no, pues el modelo que destaca es el de Belisario Betancur, quien al entregar la banda tricolor renunció a la política.
Falta ver si la tentación de reinventarse en la academia o en algún organismo internacional se mantiene en alguien que, en cualquier caso, buscará defender las realizaciones de un gobierno al que considera incomprendido y mal caracterizado. Pero para llegar allá, primero hay que concluir la tarea. Y por eso, el Presidente de la República le dice, a quien lo quiera oír, que en estos 12 meses no piensa bajar la guardia.
RICARDO ÁVILA PINTO
ANALISTA SÉNIOR
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
@Ravilapinto
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