La administración de Donald Trump trata de desviar la atención del tumulto originado por el despido sorpresivo del director del FBI, alardeando lo que se considera como el primer paso concreto para empezar a resolver los litigios comerciales que tiene con China.
Uno de ellos es el que afecta a la carne de vacuno. Pekín acepta finalmente levantar las restricciones a este producto agrícola a cambio de permitir las importaciones de pollo cocido.
La carne roja fue uno de los platos fuertes en el encuentro bilateral con Xi Jinping hace un mes en Mar-a-Lago. Y no porque el presidente estadounidense tenga debilidad por una buena chuleta o las hamburguesas. China tiene prohibidas las importaciones de ternera estadounidense desde el 2003, tras los casos de vacas locas. Pekín prometió en septiembre que iba a levantar el bloqueo.
Pero no hubo avances. El Departamento de Comercio anuncia ahora, tras una serie de consultas técnicas, que sucederá antes del próximo 16 de julio. El pacto precisa, en cualquier caso, que China permitirá todas las importaciones de vacuno “que sean consistentes con las normas internacionales de seguridad y salud alimentaria”. También cita el acuerdo de cooperación comercial de 1999.
China es el mercado con mayor potencial para los productos agrícolas de Estados Unidos por el crecimiento de la clase media. Pero hay grandes corporaciones como Cargill que no le sacan provecho por las limitaciones comerciales, mientras que los competidores de otros países elevan su volumen.
El campo, además, fue clave para que Donald Trump se alzara con la victoria en las presidenciales.
El acuerdo, confirmado por las autoridades chinas, permitirá además a las empresas del gigante asiático comprar gas natural licuado a proveedores estadounidenses y establecer contratos a largo plazo con estos.
En los últimos años, Pekín ha tratado de diversificar sus fuentes de energía para depender menos del carbón, con especial énfasis en el gas natural y la energía nuclear.
China se compromete también a abrir a las compañías estadounidenses “ciertos servicios financieros” como las calificaciones crediticias o los pagos electrónicos, lo que debería agilizar la obtención de licencias, por ejemplo, para los proveedores de tarjetas de crédito.
Hasta ahora, la empresa local UnionPay ha operado prácticamente bajo un régimen de monopolio. Estados Unidos tratará, por su parte, a los bancos chinos como al resto.
El anuncio forma parte del plan de acción pactado por los equipos de Trump y Xi. A cambio de vender ternera en los supermercados chinos, se van a levantar las restricciones a la carne de pollo cocinada procedente de China. Se resuelve de esta manera otra de las disputas pendientes entre los dos socios comerciales. El plazo para que se abra el mercado es el mismo que para el vacuno.
Trump utilizó durante la campaña las relaciones comerciales con China como su principal caballo de batalla, a la que acusó de prácticas desleales. Amenazó incluso con imponer un arancel de hasta el 45 por ciento para algunos de sus productos y prometió que lo calificaría como país manipulador de su divisa.
El presidente, con la crisis de Corea del Norte ganando cuerpo, optó por dar un paso atrás.
El secretario de Comercio, Wilbur Ross, asegura que se están produciendo avances para resolver cuestiones pendientes entre los dos socios comerciales y dejó claro que estas iniciativas no tienen nada que ver con Corea del Norte. Donald Trump, sin embargo, admitió que estaba dispuesto a renunciar a una rebaja del déficit comercial si conseguía acabar con la amenaza nuclear.
SANDRO POZZI Y XAVIER FONTDEGLÒRIA
Ediciones EL PAÍS, SL 2017
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