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Sector Financiero

Lo bueno, lo malo y lo feo de dolarizar la economía del país

En las últimas tres semanas, la divisa ha caído 361 pesos de los 588 pesos que ha retrocedido desde el precio récord de marzo.

En las últimas tres semanas, la divisa ha caído 361 pesos de los 588 pesos que ha retrocedido desde el precio récord de marzo.

Foto:Adek Berry. AFP

Los peligros de una eventual adopción de la moneda de EE. UU. superan a los posibles beneficios.

Gloria Helena Rey
Frente al abanico de problemas económicos que empezamos a enfrentar con la actual pandemia vuelve a ponerse sobre la mesa la dolarización, una salida de emergencia que se consideró, adoptó y se evalúa en momentos de turbulencia económica en varios países de América Latina.  
El economista norteamericano Steve Hanke, profesor de la Universidad Johns Hopkins, ha insistido varias veces que lo que debe hacer Colombia es olvidarse del peso y dolarizar la economía. “(…) Además de ser un desestabilizador destructivo, el peso es un perdedor a largo plazo. Por esta razón, los colombianos prefieren los dólares”, escribió en la revista Forbes.
Tiene razón y el peso puede ser un perdedor a largo plazo, pero “¿cuáles son las razones?”, se pregunta y responde de inmediato el economista Daniel Niño Tarazona, fundador de Pyxis Analytics, una firma especializada en big data económico.
“La tasa de cambio refleja lo improductivos que somos, lo absurdo de nuestros costos laborales y nuestra baja tecnificación, poca diversificación y nula diferenciación productiva, y eso no lo corregiría una dolarización”, afirma.
Pero Hanke insiste en que, como sucede con la mayoría de las monedas de los países latinoamericanos, “el peso colombiano sube y baja como un yoyo, pero a largo plazo tiende a debilitarse”, y recuerda que desde agosto de 2014 hasta julio de 2019 nuestra moneda perdió un 45 por ciento de su valor con relación al dólar.
Que “los países que están oficialmente dolarizados generan tasas de inflación más bajas, menos variables y tasas de crecimiento económico más altas y estables que países comparables con bancos centrales que emiten monedas domésticas” y que la dolarización, por lo tanto, es deseable.
Menciona entre los ejemplos exitosos a Ecuador y Panamá. El primero dolarizó cuando atravesaba una crisis profunda, con una hiperinflación del 106 por ciento en el 2000, que hoy es del 0,5 por ciento anual
Panamá, al adoptar el dólar como moneda en 1903, entró a hacer parte del bloque del dólar y anuló los riesgos cambiarios, las posibilidades de crisis en el sector y mitigó las eventuales crisis bancarias “porque el sistema bancario de Panamá está integrado al sistema financiero internacional”, dice Hanke.
Si Colombia adoptara la dolarización, lo que sucedería, en su opinión, es que las personas en lugar de llevarse el dinero a Miami lo dejarían aquí porque, con la economía dolarizada, no existirían riesgos, las tasas de interés serían menores y los préstamos y las hipotecas, mejores porque la economía sería más estable.
Pero la historia de Grecia con el Euro demuestra todo lo contrario, según Niño. “Tan pronto se vino la crisis y no hubo forma de tener colchones ni ajustes a través de la tasa de cambio dado que la moneda era el euro, los grandes capitales se fueron ante la amenaza de que la quiebra del país supusiera tener que salir del euro.
“Fue gracias al Fondo Monetario Internacional y al Banco Europeo, y no a la dolarización, que los bancos en Grecia no se quebraron, tuvieron liquidez para afrontar ordenadamente los retiros, se condonó un altísimo porcentaje de la deuda externa y Grecia, que perdió varias generaciones de avances económicos, no terminó peor que la Venezuela de hoy.
“Pero la peor parte de esa factura la pagaron los trabajadores sin empleo y frente a salarios que eran similares a una devaluación, tal vez 50 por ciento, 70 por ciento o más menores”, resalta Niño.

Algunos países de la región, aunque no han dolarizado oficialmente sus economías, registran una dolarización parcial. Conservan sus monedas, pero hacen casi todas las transacciones en dólares

Tres países de América Latina han dolarizado oficialmente su economía: Panamá, desde hace más de un siglo; Ecuador, que acaba de completar dolarizado 20 años, y El Salvador, que abandonó el Colón y lo reemplazó por el dólar en 2001.
Actualmente, Argentina estudia la posibilidad pues lleva décadas rompiendo récords económicos negativos, prácticamente sigue quebrada, muy pocos confían en su desempeño económico y está lejos de acceder a inversiones nacionales como foráneas, según expertos.
Marcelo Romano, uno de ellos, pronostica que en los próximos 12 a 18 meses, cuando la inflación se dispare sin remedio, “Argentina tendrá que tomar medidas profundas para estabilizar su macroeconomía y, en esos momentos, la dolarización será una propuesta contundente para reducir la inflación y crear previsibilidad económica a largo plazo”.
Perú, Venezuela y otros países de la región, aunque no han dolarizado oficialmente sus economías, registran una dolarización parcial. Es decir, conservan sus monedas, pero hacen casi todas las transacciones en dólares, según varios informes.
La dolarización es un proceso añejo. En el mundo, además de los mencionados, existen otros 30 países que no cuentan con moneda propia y que adoptaron una extranjera. Las ventajas de eso, según Hanke, son una menor inflación, déficit y deuda.
Pero Niño aclara que la responsable de la dolarización en esos países fue la hiperinflación y que la historia de Colombia al respecto ha sido muy diferente en las últimas dos décadas como para considerarla.
Dolarizar significa que un país adopta oficialmente la moneda de Estados Unidos como de curso legal en su territorio para todo tipo de funciones y transacciones económicas. Se puede dolarizar de forma exclusiva y predominante como Ecuador o Panamá, por ejemplo, o extraoficial, como Perú y Venezuela, cuando se mantiene la moneda local anclada al dólar, pero se realizan en dólares todas las transacciones.
Al defender la dolarización, Hanke sostiene también que en los tres países oficialmente dolarizados de América Latina, el crecimiento del PIB en dólares de EE. UU. ha sido más estable que el crecimiento en los países que emiten su propia moneda.
“Perú, con el sistema de dos monedas, registra menos estabilidad que los países completamente dolarizados, pero tiene un crecimiento relativamente sólido. Cuando se trata de Colombia, su tasa de crecimiento es altamente variable y modesta. De hecho, gracias a la caída del peso luego de 2013, el PIB de Colombia también se ha desplomado”, dice.
El investigador colombiano Carlos Esteban Posada, que fue jefe de la Unidad de Análisis Macroeconómico del Dane y profesor de universidades como los Andes y la de Antioquia, ha sido uno de los pocos economistas que ha respaldado la dolarización de nuestra economía desde hace casi dos décadas.
En su opinión, el mecanismo estimularía la inversión y, en consecuencia, el crecimiento a largo plazo y la disminución de monedas en el comercio exterior aumentarían la eficiencia macroeconómica. Ha justificado la medida diciendo que varios países han optado exitosamente por esa salida.

Dolarizar no es una medicina milagrosa ni la vara mágica que solucionaría todos los problemas económicos y presenta serias desventajas

Pero dolarizar no es una medicina milagrosa ni la vara mágica que solucionaría todos los problemas económicos y presenta serias desventajas.
Una de las principales desventajas de la dolarización es que un país deja de controlar su política monetaria y todas las decisiones en este sentido pasan a depender de la nación emisora de la moneda, y, en el caso del dólar, la Reserva Federal Americana (FED), o sea que quedaríamos maniatados en términos monetarios.
Para el respetado economista Salomón Kalmanovitz, profesor emérito de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, lo mejor es mantener la soberanía monetaria, pues “la dolarización es una medida radical frente a una crisis hiperinflacionaria, que resulta eficaz, pero tiene costos altos”.
El país que se dolariza “queda expuesto a salidas de capital y contracción de la oferta monetaria, no puede contrarrestar bajas en sus exportaciones mediante el ajuste de la tasa de cambio, que es la gran ventaja de tener moneda propia, y, sobre todo, su Banco Central no puede emitir libremente para enfrentar una crisis como la que se enfrenta actualmente, adquiriendo los bonos del Gobierno”, explica a EL TIEMPO.
“Dolarizar, significa, también, acabar con el Banco de la República (Banco Central) y quitar la posibilidad de dinamizar la economía a través del manejo de la tasa de interés. Es, por tanto, particularmente costoso en una recesión”, dice la economista Marcela Eslava, decana de Economía de la Universidad de los Andes.
En su opinión, la dolarización se justifica únicamente cuando un país enfrenta “una inflación desbocada que solo se puede frenar quitándole a un Banco Central ‘derrochón’ su poder por la vía de anular la moneda nacional”, pero no se justifica en la actual situación de gran parte de los países de América Latina, donde están presentes “una fuerte recesión y una muy baja inflación”.
A eso se suma que el país dolarizado no puede controlar la cantidad de dinero físico que circula dentro de sus fronteras y depende del dinero que le entre desde el exterior, a través de remesas, exportaciones, etc. También pierde el derecho al llamado señoreaje, o sea, a los beneficios de acuñar papel moneda para financiar el gasto público.
Dado que en varias ocasiones se opta por la dolarización después de la depreciación de la moneda de un país, es probable que cuando se cambie por el dólar la tasa sea muy perjudicial para los habitantes del país, como le sucedió a Ecuador con el Sucre a finales del 2000.
Otros expertos consideran que carecer de soberanía monetaria impediría ajustar el tipo de cambio para acomodar la economía en caso de desbalance, lo que afectaría la balanza de pagos, que dispara el endeudamiento externo.
Señalan que, por ese motivo, Ecuador tuvo que pedirle ayuda en varias ocasiones al Fondo Monetario Internacional (FMI) para sobrevivir, aunque hoy las encuestas digan que la mayor parte de los ecuatorianos apoyan la dolarización.
No es el momento
Dolarizar en estos momentos de pandemia no es una salida para Colombia. “Los problemas económicos que deja el covid-19 no se resuelven de forma prioritaria con la dolarización. Por el contrario, eso podría agravar más la situación y generar una enorme tensión social”, dice Niño, el fundador de Pyxis Analytics.
El uso del efectivo sigue reinando, aún en las economías que tienen gran acceso a la tecnología.

El uso del efectivo sigue reinando, aún en las economías que tienen gran acceso a la tecnología.

Foto:Andrea Moreno / Archivo EL TIEMPO

“Colombia podría encontrar un alivio enorme si la crisis le deja más flexibilidad en el aparato económico-productivo. El país ha sido históricamente inflexible en salarios, especialmente porque la política salarial se ha usado como una herramienta de la política social y no como de política productiva y competitiva.
“Si el país se dolariza y se continúa esa política social con incrementos de salarios en dólares, que no corresponden a la producción de bienes y servicios, llegará un momento en que los salarios serán absurdos y no tendrán nada que ver con la generación de riqueza en el país”, sostiene.
Además, dice que hay que temerle a la dolarización porque nos podría suceder lo mismo que a Grecia con el euro y porque Estados Unidos no tendría con los países dolarizados el mismo compromiso de integración y solidaridad que hay en Europa.
“Una vez dolarizados, una crisis solo se puede afrontar bajando los salarios en dólares, recortándolos para mejorar las exportaciones vía abaratamiento y frenar las importaciones vía menor capacidad de compra. Pero solo sería el comienzo del infierno que vivió Grecia desde 2010 y del que no se ha recuperado”, señala.
La dolarización tampoco funcionaría en Colombia porque nuestro ciclo económico es muy diferente al de EE. UU. “Al final del gobierno de Obama y el comienzo del de Trump, EE. UU aceleró su crecimiento, bajó dramáticamente la tasa de desempleo y la Reserva Federal empezó a subir sus tasas de interés, pero el panorama aquí fue otro.
“Colombia registró mientras tanto la peor desaceleración de los últimos 20 años y el desempleo empezó a treparse de nuevo por encima del 10 por ciento. En 2017, la economía colombiana creció apenas un 1,4 por ciento. Dolarizados y con un dólar fuerte como ha sido desde 2016, no habría devaluación del peso colombiano, pero sí una gran pérdida de nuestra competitividad frente a otros países”, asegura Niño.
Dolarizar un país, por lo tanto, ¿sería como venderle el alma al diablo? “Es quedarse eternamente chamuscado, pues la estabilización monetaria se paga con un costo social gigantesco”, afirma el analista Francisco Leal.
“Dolarizados o no dolarizados, el asunto principal es solucionar cómo afrontar que Colombia es un país tremendamente improductivo, lo que nos hace muy vulnerables y lo que, sin duda, nos deja completamente dependientes del resto del mundo, en especial de Estados Unidos”, concluye Niño.
GLORIA HELENA REY
Para EL TIEMPO

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