La Reserva Federal de EE. UU. escribe un nuevo capítulo en la larga saga de la crisis financiera, al activar el mecanismo por el que desmontará los andamios que sostuvieron a la economía tras el golpe de la Gran Recesión. Lo anuncia, además, cuando se cumplen 10 años desde que empezara a bajar con urgencia los tipos de interés.
El nuevo experimento de política monetaria arranca en octubre y se irá desprendiendo de los activos que acumuló tras salir al auxilio del sistema financiero.
Nunca antes se hizo algo similar. La Fed tiene en este momento en cartera deuda acumulada por valor de 4,5 billones de dólares.
Antes del derrumbe de Lehman Brothers su balance no llegaba al billón. Al principio se librará de 6.000 millones de dólares en bonos del Tesoro y 4.000 millones en bonos hipotecarios cada mes, durante un trimestre. Por encima de ese límite inicial, sí se reinvertirá la deuda.
Superados los primeros tres meses, el baremo se irá elevando gradualmente con una cadencia similar si la coyuntura económica y financiera lo permiten.
El plan acordado por la Fed establece que pasado un año podría llegar a vender hasta 30.000 millones mensuales de bonos del Tesoro y 20.000 millones en deuda hipotecaria. No se trata de una venta propiamente dicha, sino que dejan que venzan sin renegociarlos o recomprarlos.
Es el proceso inverso al que se siguió cuando amasó la deuda. En la práctica, es como decir que la Fed dejará de reinvertir el equivalente a 200.000 millones durante los próximos 12 meses y de ahí se dispararía a 600.000 millones en los sucesivos. Es una operación financiera sin precedentes.
Pero Janet Yellen trata de minimizar su efecto, al compararla con una pintura que va secando poco a poco. La presidenta de la Fed explica que se irá soltando gradualmente, sin llamar mucho la atención de los mercados.
La Fed tiene en este momento en cartera deuda acumulada por valor de 4,5 billones de dólares
Garantiza que todo se hará bien telegrafiado y ordenado. Le ayudará que hay otros grandes bancos centrales mundiales que seguirán comprando deuda en masa en el mediano plazo, para seguir manteniendo bajos los tipos de interés y sostener la inflación.
Yellen explicó que la Fed no tiene intención de utilizar el balance “como un mecanismo activo” en su estrategia, a la hora de modular a la baja o al alza los estímulos monetarios. Eso, insistió, es cosa exclusiva de los tipos de interés. Solo acudirá a esta arma no convencional si se produce “un deterioro material de las perspectivas” económicas y financieras. En ese caso, cambiaría el curso y volvería a comprar deuda.
El mercado trata de entender el ritmo con el que se irá elevando el precio del dinero. Los tipos se quedan de momento en una banda entre el 1 y el 1,25 %. La encuesta interna de los miembros deja abierta la puerta a un nuevo incremento en el 2017, que sería el tercero este año, y tres más posibles en el 2018.
Sin embargo, rebaja en la nueva proyección el tipo medio para el 2019, que estaría ahora en el 2,7 %.
Pero su opinión no es tan relevante esta vez. La composición de la Fed será muy diferente en unos meses. Hay tres asientos vacantes y se les sumará un cuarto en octubre, cuando el vicepresidente Stanley Fischer se retire.
El presidente Trump debe decidir qué hacer con Yellen. Su mandato vence el 31 de enero y aunque la mantiene en la lista corta, el nombre que más suena entre los potenciales sustitutos es el de Kevin Warsh
SANDRO POZZI
Ediciones EL PAÍS, SL 2017
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