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Sector Financiero

La recesión de 1999 nos hizo tejer una Red de Apoyo Social

El dinero que envían los colombianos al país equivale al 17 por ciento de las exportaciones.

El dinero que envían los colombianos al país equivale al 17 por ciento de las exportaciones.

Foto:AFP

PIB cayó 4 % en una de las la peores crisis de la historia . Transferencias condicionadaS, la clave.

La mayoría de los colombianos con más de 35 años recuerdan todavía aquella que, según las estadísticas, ha sido la peor crisis económica de Colombia desde el final de la guerra de los Mil Días, a comienzos del siglo XX. Corría 1999 y las nubes de tormenta que llevaban meses acumulándose en el horizonte acabaron desencadenando un temporal que se tradujo en una caída de más del 4 por ciento en el producto interno bruto (PIB).
Semejante contracción no solo vino acompañada de una fuerte alza en el desempleo, sino también de una crisis financiera de grandes proporciones. Ante la falta de oportunidades, cientos de miles de personas decidieron buscar suerte en otras latitudes, emprendiendo la marcha a Estados Unidos y Europa, sobre todo a España.
En su momento alguien habló de una generación perdida, integrada por una buena cantidad de profesionales jóvenes que no tuvieron más opción que buscar suerte en países distintos al propio.
El sabor amargo de ese momento empezaría a quedar atrás cuando la mejora en las condiciones de seguridad se combinó con un alza en los precios del petróleo, tras comenzar el nuevo milenio. La bonanza cerró muchas heridas, pero las lecciones de la crisis no han sido olvidadas por los académicos y deberían servir para enfrentar mejor los desafíos de la pandemia que tiene en vilo al mundo.

Parecidos y diferencias

Cada emergencia tiene características individuales, por supuesto. Tal como lo relata el exministro Mauricio Cárdenas en el capítulo de un libro editado por Carlos Caballero Argáez y Diego Pizano Salazar sobre la administración Pastrana, también fuimos víctimas de un contagio venido de afuera.
La diferencia es que este consistió en una salida masiva de capitales de las economías emergentes, tras las dificultades que experimentaron varios países asiáticos, al igual que Rusia, para cumplir con sus obligaciones. “Fue sobre todo una crisis financiera, resultado de un auge crediticio previo”, explica Salomón Kalmanovitz.
El problema es que el sacudón nos encontró mal parados, pues había un déficit considerable en las finanzas públicas, al igual que un saldo en rojo importante en las cuentas externas. Con el fin de evitar una mayor disminución en las reservas internacionales –que venían cayendo– el Banco de la República subió las tasas de interés a niveles que parecían impensables. En junio de 1998, el costo de los créditos se ubicó más allá del 50 por ciento anual, 34 puntos porcentuales por encima de la inflación.
Semejante disparada puso en problemas a numerosas empresas, al igual que a quienes habían tomado préstamos del sistema Upac. El apretón condujo a un alza en los índices de desocupación, así como a un salto en la cartera vencida del sistema bancario, que llegó a representar más del 13 por ciento del total. Miles de personas perdieron su vivienda y el desempleo subió hasta el 20 por ciento.

El sacudón nos encontró mal parados, pues había un déficit considerable en las finanzas públicas

En medio de la emergencia no quedó otro camino que acudir al Fondo Monetario Internacional. La promesa de respaldo de la entidad permitió liberar el mercado cambiario sin grandes sobresaltos y obligó a hacer un ajuste doloroso en las cuentas públicas. Lentamente las cosas empezaron a mejorar, pero fue solo en el 2003 que el viento empezó a soplar realmente a favor.
La pérdida de puestos de trabajo trajo consigo un deterioro en las condiciones sociales e indudablemente incidió en un aumento en la inseguridad. Al comenzar el nuevo siglo cerca de la mitad de los colombianos estaba por debajo de la línea de pobreza, mientras que los registros de secuestros y homicidios subían.
Sin duda, las cosas habrían salido peor de no haber sido por una serie de programas que buscaron amortiguar el golpe. Cárdenas tuvo a su cargo el diseño de la Red de Apoyo Social que incluyó tres estrategias: Familias en Acción, Jóvenes en Acción y Empleo en Acción.
El primero acabaría siendo el más importante, al seguir la experiencia de transferencias condicionadas puesta en marcha por México. Con diferentes ajustes que han permitido extender el esquema a otros grupos vulnerables, de lo que se trata es de proveer un ingreso suplementario, en algunos casos a cambio de que los niños permanezcan en el sistema educativo o los adultos mayores acepten que se les haga seguimiento.

Lentamente las cosas empezaron a mejorar, pero fue solo en el 2003 que el viento empezó a soplar realmente a favor.

Los desafíos de poner en marcha el modelo llevaron de paso a lo que se conoce como más profundización financiera, aparte de obligar al Gobierno central a trabajar de manera más cercana con las administraciones municipales. Gracias a esas circunstancias, la gran mayoría de los colombianos cuenta al menos con una cuenta de ahorros en la que puede recibir giros y existe un registro bastante confiable sobre las familias que se encuentran en la base de la pirámide.

Lo que se aprendió

Ahora que el coronavirus se ha convertido en la gran amenaza para la estabilidad global, vale la pena preguntarse sobre los aprendizajes que dejó lo ocurrido hace 20 años.
Para Juan Camilo Restrepo, quien fue el ministro de Hacienda en ese momento, “quedó clara la importancia de actuar rápido y usar instrumentos como la emergencia económica”. Igualmente, destaca el papel del Banco de la República “al momento de incrementar la liquidez de la economía y evitar la fractura o suspensión del canal de crédito, que es una de las características de todas estas crisis”.
María Mercedes Cuéllar habla de enseñanzas como “evitar entrar en una espiral destructiva de precios”. Adicionalmente, la exdirectora de Planeación Nacional señala que “las deudas de las familias pueden no ser grandes en valor, pero frente al ingreso de esas familias son enormes. Por eso resulta importante buscarles salidas”.
A su vez, Salomón Kalmanovitz recuerda que hay diferencias entre un momento y otro que no se pueden olvidar. En contraste con la génesis financiera de la debacle de 1999, ahora hay que tener en cuenta “el colapso de la Opep y el derrumbe de los precios del petróleo, al igual que el impacto de la emergencia de la salud al afectar seriamente nuestro comercio externo y también la actividad interna para poder frenar la expansión de la pandemia en el país”.
Dicha afirmación deja en claro que las recetas ensayadas no deberán ser necesariamente las mismas, aunque algunas sirvan. Dentro de los instrumentos, tal vez el más valioso es el de las redes de protección social que vienen de la recesión pasada y que esta vez serán muy útiles para amortiguar un impacto que apunta a ser muy fuerte.
Los recursos que empezaron a recibir miles de colombianos servirán para paliar la suspensión de actividades que cobija a la mayoría de actividades productivas y de servicios. No obstante, la verdadera magnitud de esta dura prueba solo se conocerá cuando la covid-19 deje de ser una amenaza significativa y se pueda hacer un balance completo de los daños. Tanto en lo que corresponde a la salud como a la economía.
RICARDO ÁVILA
Especial para EL TIEMPO
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