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Asinfar, el gremio que guerrea por la farmacéutica nacional
Alberto Bravo Borda, Asinfar

Alberto Bravo Borda, presidente de la Asociación de Industrias Farmacéuticas Colombianas (Asinfar).

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Cortesia Asinfar

Asinfar, el gremio que guerrea por la farmacéutica nacional

Tras 28 años como presidente, Alberto Bravo Borda deja Asinfar. 

Durante casi tres décadas (28 años) de los 41 años que lleva en el sector farmacéutico la Asociación de Industrias Farmacéuticas Colombianas (Asinfar), Alberto Bravo Borda ha sido su timonel, pero el próximo 31 de octubre se retira del gremio que hoy es reconocido por la defensa a ultranza de la industria local de medicamentos.

En este medio, Bravo Borda tiene fama de ser un guerrero que lucha contra la fuerza de las multinacionales para promover la competencia y evitar que esta saque a los laboratorios colombianos del mercado. Por eso ha estado siempre en los grandes debates alrededor de la salud y, en particular, del acceso a los medicamentos.

A este abogado bogotano, que será reemplazado en el cargo por Carolina Lorduy, actual directora ejecutiva de la Cámara de Alimentos de la Andi, se le deben grandes aportes a las negociaciones en el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. También está entre sus legados la propuesta de las bases para construir la política industrial farmacéutica.

¿Cuándo empezó Asinfar y cómo llegó usted al gremio?

Asinfar nació en Medellín hace 41 años. Era un gremio chiquito, integrado por algunos pocos laboratorios, pero luego lo trajeron a Bogotá, cuando todos los laboratorios grandes nacionales se salieron de Afidro (reúne a las multinacionales farmacéuticas) por las misma s razones que hoy nos dividen: temas de propiedad intelectual, competencia, monopolio…

Esta asociación solo lleva tres presidentes: Raúl Gómez, que duró poco y luego se fue a dirigir a Afidro; Magda Turbay, sobrina del expresidente Julio César Turbay, quien duró 20 meses y se fue porque la nombraron notaria y dejó la vacante, no sin antes pasar mi hoja de vida a Rafael Cadena, que era miembro de la junta directiva. Así llegué a la presidencia de Asinfar.

¿Cuántos afiliados tienen hoy?

En estos momentos, 26 laboratorios, entre nacionales y multilatinos. Ha habido compras de empresas, algunas de las cuales mantienen la producción en Colombia, como el caso de Genfar, que estuvo aquí más de cinco años después de la venta que hizo a Sanofi.

¿Cuál es la participación de los laboratorios afiliados a Asinfar en el mercado local?

Entre el 70 por ciento y 80 por ciento de lo que consumen los colombianos en medicamentos lo provee la industria farmacéutica local y multilatina. Esto es en unidades porque, en precios, la relación es inversa: el 70-80 por ciento es de las grandes multinacionales, lo que simplemente está evidenciando que, por unos pocos medicamentos que proveen ellos, porque acá está la mayoría, se están quedando con toda la plata.

¿Es decir, ese 70 por ciento del consumo es una conquista suya?

Cuando entré a Asinfar, hace 28 años, la participación en unidades era del 20 por ciento. Me voy con casi el 80 por ciento.

Asinfar es más viejo que la Ley 100 de salud. ¿Cuál es su percepción sobre la evolución de la salud en Colombia?


Sabemos lo bueno, lo malo y lo feo de la Ley 100. Creo que hemos evolucionado. La industria farmacéutica en particular ha avanzado. Aquí tenemos laboratorios de más de 100 años, pero la industria se está desnacionalizando. Hay una demanda incontenida de los monopolios por la comercialización de los medicamentos. Los laboratorios nacionales están en el quinto lugar de prioridad para el pago, de parte del sistema de salud, lo que ha llevado al cierre de muchas plantas. Queremos continuar cumpliendo con la entrega de medicamentos, pero no podemos seguir perdiendo.

Hay una demanda incontenida de los monopolios por la comercialización de los medicamentos

¿Por qué ha permanecido 28 años si este gremio es conocido por las fuertes batallas que debe librar?

Yo diría que he permanecido por tener el carácter para enfrentar el peso del ‘lobby’ que se maneja en la industria farmacéutica. Nosotros lo que defendemos aquí es la producción nacional.

Control de precios, competencia de los genéricos con los medicamentos comerciales, la guerra por las patentes, el reclamo de una política industrial farmacéutica que ponga normas claras. Todos esos temas han sido peleas de Asinfar. ¿Cúal cree que ha sido la mayor batalla?

El hito más importante de Asinfar es el del TLC con Estados Unidos. Las discusiones desde el 90–91, antes de que en Colombia se protegieran los medicamentos con patentes, implicaron trasnochadas, peleas interminables. Algunos de los pedidos de Estados Unidos, como protección de datos de prueba y, adicionalmente, más protección a las patentes, conducían a elevar precios por los monopolios.

¿Cree que el modelo de control de precios ha servido?

Ha servido, pero no lo suficiente. No ha servido para evitar la manera como las multinacionales, para eludir el control, se han ideado más formulación, aparición indebida o no justificada de pacientes de ciertas enfermedades que son las más costosas.

Un caso en el que ha servido es en el del tratamiento de la hepatitis C. Hay más de 350.000 portadores, y el promedio anual, porque no había sino un solo producto, estaba entre 70 y 110 millones de pesos por paciente.

Derivadas de la norma de control se lograron compras públicas que redujeron en una cuarta parte el precio del tratamiento. Así podría replicarse en los temas de biotecnológicos para cáncer, leucemia, como ya ocurrió también con el Imatinib.

¿Qué cree que ayudaría al sector farmacéutico nacional?

Entre las posibles ayudas estaría lo de la política industrial farmacéutica que el gremio ha venido reclamando hace mucho tiempo. En materia de normas tenemos una colcha de retazos desarticulada. Buscamos una política industrial farmacéutica. Es lo menos que puede tener un sector tan estratégico como el de los medicamentos.

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