Como jugador de tenis puedo decir que he tenido la suerte de ver muy de cerca a un supertenista como lo es Rafael Nadal. Seguramente no tiene los mejores golpes que poseen algunos de la élite, sin decir que sus golpes son malos, porque entonces cómo es que estaría aún dominando en el circuito de la ATP, pero es un jugador diferente a todos por sus batallas físicas. Es por eso que este año se proclamó por duodécima vez campeón de Roland Garros y conquistó su cuarto US Open. Además, vimos cómo fue fundamental para que España lograra el título de la Copa Davis y otros campeonatos más (Masters 1.000 de Roma y de Canadá).
Creo que no soy solo yo, sino que muchas personas sienten respeto por su capacidad mental, el aguante, el don de actuar fríamente. En este 2019 mostró que cuando pierde no está muy abajo y cuando gana no está muy arriba. Él demostró, una vez más, un equilibrio en su mentalidad. Superó como un profesional las lesiones y las bajas obligadas de algunos torneos y actuó de forma ideal cuando ganó títulos: no fue un sobrado.
Este año ha sido importante para él, porque pienso que él evolucionó en su juego, comparado con esos años pálidos en los que no tuvo tanta consistencia y no pudo ganar todo a lo que nos acostumbró. Antes le atacaban mucho ese segundo saque, y ahí podría verse más débil. Para este 2019 trabajó, mejoró y lo afinó. No entregó esas ventajas y terminó mostrándose aún más difícil de vencer. Está sacando muy fuerte, y eso lo pudimos ver en Roland Garros y el US Open, en donde fue aún más fino e incómodo para los rivales.
A sus 33 años demostró que sigue teniendo esa intensidad innata para jugar cada pelota. En sus entrenamientos demostró ser una fiera. Cada boleo fue como si fuera el último. Recuerdo mucho, en un libro de Carlos Moyá, su actual entrenador, cómo este extenista describía la forma como Nadal se juega la vida en cada pelota. Un ejemplo de esto fue en la final del US Open contra el ruso Daniil Medvédev. Nadal estuvo en varias ocasiones contra las cuerdas, frente a un jugador de la nueva camada, con mucho impulso, pero el español supo pelear cada pelota para levantar el título.
Ahora, este espectacular año de Nadal es la confirmación de los valores que le inculcaron de pequeño. Ganar o perder es una consecuencia del juego, y con esa premisa él ha evolucionado. Trabaja con la enseñanza y el valor de aprender día tras día, game tras game, set tras set. Él ha demostrado querer mejorar todos los días del año para mantenerse vigente en el tenis actual.
Es seguro que la gente a su alrededor no le repite constantemente lo bueno que es, sino que le habla de los aspectos que tiene que mejorar para tumbar su propio techo. Es que es increíble el ímpetu que tiene Nadal para superarse a sí mismo.
Este año es una demostración de que él no vive por superar sus propios récords, porque por todo lo que ha conseguido y las lesiones que ha sufrido pudo haberse retirado hace meses o hasta años. Él se pone su propio límite, y mientras esté sano vamos a seguir disfrutando de un Rafael Nadal en todo su nivel, mostrándonos a todos los tenistas los valores de un verdadero campeón. Nadal se diferencia por su capacidad de aguante y mentalidad. Es el ejemplo de superación y perseverancia para cualquier persona.
Nicolás Mejía
*Subcampeón de dobles masculinos y semifinalista
de sencillos de Wimbledon
junior en 2018.
Para EL TIEMPO