Yuberjén Martínez se bajó del cuadrilátero, se abrazó con los integrantes de la esquina. El que más lo felicitaba era el técnico Rafael Iznaga, luego el tolimense Raúl Ortiz lo cogió de su brazo derecho y se lo llevó para la tribuna donde estaba una gran barra colombiana.
Martínez, apodado el ‘Tremendo’, mostraba su blanca dentadura, levantó los brazos e hizo una venia.
“Tengo que agradecerle al público que le apoyó en esta pelea”, fueron las primeras palabras que dijo. Su felicidad era inmensa, minutos antes había derrotado al cubano Joahnys Argilagos, el favorito, el que llegó al combate por el paso a la final de los 49 kilos del boxeo como el campeón del mundo como juvenil, cadete y mayores, pero un colombiano de 1,65 metros de estatura, nacido hace 24 años en Turbo (Antioquia), con golpes fuertes y certeros, le quitó la ilusión de pelear por el oro.
Martínez se encaramó en la pelea desde el primer asalto, aunque la esquina colombiana pensó que ese lo había perdido, que entraba al segundo abajo en las tarjetas, por eso Yuberjén salió con todo, a buscar a su rival, el boxeo que sabe hacer.
“Soy una máquina de tirar puños, eso es lo que sé hacer y acá vive a eso. El ´profe’ me dijo que le hiciera finta, que me moviera. Me voy ganador y que viva Colombia”, aseguró Martínez, que el domingo subirá al cuadrilátero a pelear por el oro contra el uzbeco Hasanboy Dusmatov.
Aún con las vendas en sus manos, forrado en una toalla blanca, Martínez entró al camerino luego de hablar con la prensa oficial. Otras felicitaciones y el encuentro con la prensa del mundo.
“Es una victoria importante. Lo he dado todo y sigo haciendo historia, pero falta lo más importante: ganar el oro”, aseguró Martínez, quien ha dejado en el camino en el boxeo de los Olímpicos al brasileño Patrick Laurenco, al filipino Rogen Ladon, al español Samuel Carmona y al cubano Argilagos.
Para el ‘Tremendo’, lo más complicado fue salir de ese primer asalto, el que todos creían que lo había perdido. Fue bien manejado desde la esquina, su DT, rafal Iznaga, se iba diciendo lo que tenía que hacer.
Me movió todo el tiempo, era difícil localizar al cubano, pero cuando lo hizo, la emprendía contra él, le lanzaba y le lanzaba, con el fin de que algunos de esos golpes conectaran.
Nunca supo que la pelea estaba ganada, en ningún momento se sintió con el mejor resultado, porque sabía que el cubano era de respeto.
Al pie de la letra siguió las indicaciones del técnico, quien le dijo que al rival le pegara en la zona hepática y, efectivamente, eso hizo Yuberjén, hasta que el cubano se fue sintiendo mal y sus movimientos ya no eran los mismos del comienzo del combate.
“Contrarrestamos bien, le hicimos daños, lo disminuimos y hasta nos dimos la oportunidad de ganarle los tres asaltos, algo que nos deja tranquilos para la lucha por el oro”, precisó.
“Me da gusto que me maneje un entrenador sabio”, afirmó, el referencia a Iznaga, en desde la esquina le gritó durante los tres asaltos.
Entró a la zona del control al dopaje, se tomó fotos con los miembros de la delegación que lo acompañaron en este día glorioso, a quienes les repetía que estaba feliz, porque por fin podía comprarle una casa a su mamá.
Martínez advirtió que no quería la medalla de bronce, porque “pagaba muy poquito” y ese dinero no le alcanzaba para comprarle una casa a su mamá, Neila Rivas. Ahora, que puede ser oro o plata, Martínez lo dará todo para quedarse con el mayor botín, porque no solo piensa en Neila y en sus hermanos Carlin, Leidy y Marien, también en él.
“Es que si gano el oro, pues me alcanza para comprarme una casa para mí”, dijo.
LISANDRO RENGIFO
Enviado especial de EL TIEMPO
Río de Janeiro