En marzo Yuberjen Martínez llegó a Chigorodó (Urabá), tras ganar su clasificación a los Olímpicos de Río 2016, y encontró a su padre, Juan Martínez, y a sus 5 hermanos rellenando de tierra la casa de la familia para que quedara al mismo nivel de una carretera polvorienta que está al frente.
En ese entonces, a la calle vecina, para hacerla más transitable, le habían echado tierra, y la casa había quedado un poco desnivelada. “Sin decir nada, se quitó el uniforme de Colombia, se puso una pantaloneta y una camisilla para luego quitarle la pala a mi papá, llenar la carreta de tierra y entrarla a la casa. Creo que eso define a Yuber”, recuerda Didier Martínez, hermano del boxeador que le trajo una medalla de plata a Chigorodó.
El padre del deportista, un pastor cristiano, dice que “desde niño, él siempre ha sido solidario con todo el mundo. Es de los que se quitan el bocado de la boca para que otro coma”. “Con tal de que los otros estén vestidos, a él no le importa entregar su ropa”, añade Liliana Durango, compañera sentimental del boxeador.
Familia. Humildad. Voluntad. Son los tres pilares con los que el antioqueño pasó de ser un deportista anónimo con un nombre de difícil recordación a estar en boca de todos tras su paso por los Olímpicos.
Yuberjen Everjo Erney Martínez nació hace 25 años en Turbo, Urabá antioqueño, y desde muy chico conoce los duros golpes que da la vida. Las dificultades económicas los obligaron a él, a su padre, a su madre y a sus hermanos a mudarse por el Urabá antioqueño pasando de Turbo a Arboletes, y de allí a Chigorodó.
Su nombre, difícil de pronunciar, fue la forma que encontró su papá para alejarlo de la muerte. Juan Everjo Martínez cuenta que un hombre mandó a matar en su pueblo a un vecino que llevaba su mismo nombre y, gracias a que se dio cuenta de la confusión, él logró salvarse. “Desde allí decidí que mis hijos tendrían nombres que marquen la diferencia”, dice.
Don Juan explica que ‘Yuber Juan’ iba a ser el nombre de pila de su hijo, pero para que no tuviera el Juan, le puse el ‘jen’. Y aunque suena raro el nombre, su padre dice que está de moda. “Ya hay personas por aquí que quieren llamar a los hijos Yuberjen Erney”, dice el pastor.
Fue en Arboletes donde tuvo el primer contacto con el boxeo. “Un amigo nos convenció de boxear, y en el primer combate de Yuber le dieron tremenda paliza. Se quitó los guantes y dijo ‘esto no es para mí’. Pero al otro día le pudo más el orgullo y volvió a retar al amigo. Y esta vez ganó mi hermano”, recuerda Didier.
Y entonces comenzó el interés por practicar el deporte de las narices chatas.
“Fue muy difícil de asimilar porque él también predicó el evangelio y fue predicador de la palabra de Dios. Y ese cambio del púlpito al cuadrilátero fue extremo”, confiesa el pastor.
Cuando Yuberjen tenía 15 años, la familia Martínez dejó Arboletes y se trasladó a Chigorodó. Su deseo de practicar boxeo tuvo que mezclarlo con la necesidad de laborar.
Un accidente que sufrió su padre tras una caída en una construcción obligó a Yuberjen, siendo el mayor de los hombres, a trabajar desde pequeño al lado de su hermano Didier. Fabricaba y vendía artesanías de caracol. No fue lo único que hizo. También lavó motos, vendió mangos, y arregló bicicletas en un viejo taller. Incluso, incursionó en el sector de la construcción.
“Pero el trabajo más duro fue en las bananeras, haciendo uno de los oficios más agotadores en ese campo: palear. Eso le tocaba hacer cunetas, canales o desagües en las plantaciones de plátano para que pasaran las aguas residuales”, cuenta el hermano.
Para esa época conoció al entrenador Wilber Blanco, quien lo inició en el boxeo. “Donde muchos compañeros nuestros claudicaron y se rindieron, Yuber se sostuvo”, dice Didier.
En repetidas ocasiones le decía al entrenador Blanco que no podía entrenar porque se le rompieron las medias, no tenía zapatos y el poco dinero que agarraba era para la comida. Incluso su hermano rememora que en ese entonces, cuando Yuber no podía ir, Blanco iba por él. Le prestaba ropa y después de los entrenamientos le daba una colada de bienestarina cuando no había comido.
En el 2008 conoció a Liliana, su actual pareja sentimental. Dice ella que cuando vio por primera vez a Yuberjen tirando golpes en el coliseo de Chigorodó vio todo lo que está pasando actualmente en su vida.
“No puedo explicarlo. Vi algo que nadie más podía ver, y siempre supe que sería grande”, confiesa la actual pareja del medallista.
Su familia, su novia y, en especial, doña Neila, su madre, son los motores de su vida. Siempre dijo que todo su esfuerzo era para darle una mejor casa, pues la actual, que tiene piso de tierra y cuyas habitaciones se mojan, “se hizo con las uñas”.
Una de las frases que le escucharon a Yuberjen al referirse a su madre fue: “Yo cuando tenga plata voy es a comprarle es una silla de ruedas a doña Neila para que ni tenga que esforzarse para caminar (risas)”.
Y es que Neila siempre ha sido la adoración de Yuber. “Cuando él llega, la abraza, la coge... mejor dicho, no sabe ni qué hacer con mi mamá”, cuenta Didier, quien no duda en asegurar que ella es el tesoro de Yuberjen, su medalla de oro.
DAVID ALEJANDRO MERCADO
Corresponsal de EL TIEMPO
Medellín