Si ya no lo era, el 2016 fue el año en el que Michael Phelps, la máquina que acababa con sus rivales en las piscinas, se convirtió en leyenda. En los Juegos Olímpicos de Río, su escenario natural, consiguió cinco medallas de oro y una de plata, y así llegó a 23 preseas doradas. Ningún atleta, en ninguna disciplina, lo supera, y apenas 38 países, con todos sus deportistas, logran sobrepasar esa cantidad de veces en que subió a lo más alto del podio.
La cosecha de medallas de Phelps en Río de Janeiro fue de cinco medallas de oro y una de plata. Dos de las preseas doradas fueron en pruebas individuales: 200 metros mariposa y 200 metros estilos. Las otras tres, en relevos: 4×100 libre, 4×200 libre y 4×200 estilos. La plata la ganó en 100 metros mariposa.
“He sido capaz de acabar como quería, he conseguido volver y he sido capaz de lograr todo lo que había soñado”, dijo Phelps, quien ya no es un jovencito. Tiene 31 años y ya anunció, una vez más, su retiro, que esta vez parece definitivo.
“Estoy listo para el retiro, no quiero nadar más. Volví para despedirme y estoy contento por irme así. Ha sido maravilloso poder inspirar a los niños, quise cambiar la natación, conseguir que los chicos soñaran, que crean en sí mismos y que piensen que el límite es el cielo. Me voy feliz”, agregó Phelps.
Esos logros eran inimaginables hace apenas un par de años, cuando la carrera de Phelps parecía terminada. El 29 de septiembre del 2014 ocurrió el episodio que partió su vida en dos y que pudo haber terminado con un final trágico.
Para su fortuna, y para la del deporte, logró superarlo. Esa noche de hace dos años, Phelps fue detenido por manejar su camioneta con exceso de velocidad: iba a 135 kilómetros por hora. Cuando le hicieron las pruebas, marcaron que había consumido alcohol. No era el primer incidente que tenía. En 2004, cuando tenía 19 años, edad en la que, en su país, está prohibido consumir bebidas alcohólicas, lo pararon por manejar ebrio. Y en 2009, unas fotos suyas en las que se veía con una pipa para consumir marihuana llegaron a las páginas de un tabloide inglés.
Pero el incidente de hace dos años pudo haber acabado no solo su carrera, sino también su vida. Dicen que llegó a pensar seriamente en suicidarse. Acababa de regresar a las piscinas, luego de haber anunciado su retiro tras los juegos Olímpicos de Londres, en 2012, cuando ganó cinco oros.
Llegó a subir casi 30 kilos de peso y descuidó su vida personal. La Federación de Natación de Estados Unidos lo suspendió y por eso no pudo ir al Mundial de Kazán, en Rusia (en el que iba a regresar a la competición).
En ese punto, el peor de su existencia, fue en el que Phelps comenzó a reinventarse. Decidió someterse a un tratamiento de rehabilitación contra el alcoholismo. Duró 45 días internado en un centro llamado The Meadows, en el que, al comienzo, se dio cuenta de que estaba aislado del mundo.
Dos semanas después de entrar al tratamiento, se dio cuenta de que allí podía ser líder: de ser un individuo que llegaba a las competencias con audífonos puestos y de llegar al extremo de no saber ni siquiera el nombre de sus compañeros de equipo pasó a convertirse en uno más del centro de rehabilitación, se volvió solidario e incluso llegó a leerles libros en voz alta a sus compañeros.
Justamente, un libro (Una vida con propósito, escrito por el pastor Rick Warren) que le regaló su amigo Ray Lewis, un deportista y exjugador de los Cuervos de Baltimore y dos veces mejor jugador defensivo de la NFL, fue el que le cambió el chip a Phelps. Lewis lo convenció de someterse al tratamiento. Y luego de leerlo, Phelps llamó al exfutbolista para conversar. Ahora la meta era nadar, pero no para ganar medallas, sino para no pensar en el licor.
Ya metido en el agua, Phelps se dio cuenta de que podía volver a ser competitivo. Pero aprendió la lección: las 18 medallas de oro que ganó antes de Río 2016 lo habían nublado y lo habían hecho tocar fondo. Las que llegaron después ratificaron su cambio y lo mostraron como lo que es: una figura excepcional.
Ahora, afuera de las piscinas, Phelps trata de estar tranquilo. Se casó con Nicole Johnson el 29 de octubre en Cabo San Lucas (México), en una discreta ceremonia a la que asistieron 50 invitados y cuyos detalles apenas se vinieron a conocer esta semana en un video que brides.com, el portal de la empresa que organizó la boda, subió a YouTube. Era la segunda vez que se casaban. A la primera boda solo fueron cinco personas.
“Cuando hablamos de nuestra boda nos referimos a la que tuvo lugar en octubre porque en ella estuvieron nuestros padres, nuestros hermanos. Fue una gran fiesta en la que jugaron un papel importante las personas que habían vivido de cerca nuestra relación”, explicó Phelps cuando le preguntaron por qué volvía a casarse.
Otra motivación para que Phelps volviera a las piscinas fue el nacimiento de su hijo Boomer, quien llegó al mundo el 5 de mayo. Ahora, con siete meses de edad, Boomer ya comienza a familiarizarse con el agua. Michael subió un video en su cuenta de Facebook, en el que el bebé está en clases de natación e incluso alcanza a quedarse dormido.
“Es como papi cuando está en la piscina”, sentenció Phelps. ¿Lo será? Aún es temprano para saber si la mayor leyenda de la natación olímpica pueda dejar un heredero con un legado enorme, con el mérito adicional de haber superado sus adicciones.
Phelps tiene en su poder 28 metales en los juegosMichael Phelps deja atrás la natación, tanto él como su preparador, Bob Bowman, coinciden en que ha llegado el momento de decir adiós.
Su legado parece imbatible, al menos si miramos quienes vienen detrás de sus marcas y medallas.
Phelps terminó los Olímpicos de Río con un botín envidiable de 5 oros y una de plata y en su historia en las justas acumula 28 medallas.
Según el portal especializado en natación, Swimswam, las preseas ganadas por el estadounidense en los Olímpicos pesan 8 kilos y 18 gramos.
El deportista más laureado en los Olímpicos ganó ocho medallas de Atenas 2004 (seis de oro y dos de bronce); otras ocho de oro de Pekín 2008; seis en Londres 2012 (cuatro oros y dos platas) y las seis de Río, un botín que parece difícil de igualar.
JOSÉ ORLANDO ASCENCIO
Subeditor de Deportes
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