El boxeo colombiano estaba en deuda con el país, con el deporte, porque después de la medalla de bronce de Eliécer Julio en 1988, cada cuatro años la expectativa de que le daría un metal más a la delegación nacional en las justas se esfumaba rápidamente, pero en Río de Janeiro Yuberjen Martínez, Íngrit Valencia y Céiber Ávila han cambiado esa historia.
Este miércoles, el turno es para Ávila, un hombre duro, fuerte, con pegada certera, quien tendrá al frente al ruso Misha Aloian, en la lucha por el paso a la semifinal de los 52 kilos.
Viene de derrotar en la segunda ronda al mexicano Elías Emigdio, por un contundente 3-0, victoria que le dio la tranquilidad y la seguridad de llegar a esta pelea clave en su mejor forma que le permita otra victoria en Río.
“No conozco mi rival. Mis profesores lo verán y me dirán cómo pelear. Llegué hasta acá para pelear con quien sea en busca de medalla”, declaró Ávila.
Y es precisamente el DT del seleccionado nacional, Rafael Iznaga, quien ya sabe quién es el contrincante, porque lo ha analizado.
“Es difícil, tiene resultados olímpicos y mundiales, pero acá no vale eso. Tiene de todo, desplazamiento, defensa, pero vamos a ver la estrategia”, señaló Iznaga.
Para Céiber, llegar a esta instancia no es nada, porque quiere más. De los boxeadores fue el último que clasificó a los Juegos Olímpicos.
“Me da la tranquilidad de que la pelea anterior no cometí errores, porque eso es clave, le da a uno mucha confianza”, precisó Ávila.
Aloian es la siembra número seis en el torneo y el colombiano fue quinto en el último mundial aficionado de boxeo.
El ruso, en su primera pelea, venció 3-0 al francés Elie Konki, exhibiendo un buen boxeo defensivo, pero con escasos argumentos al ataque.
El rival de Ávila fue oro en Campeonatos Mundiales Aficionados en el 2011 y 2013, ganó una Copa Mundo en el 2008 y en la actualidad es el campeón mundial profesional de la AIBA, con marca profesional de 5-0 con un nocaut.
Además de ser campeón europeo, fue medalla de bronce en los pasados Juegos Olímpicos de Londres 2012.
LISANDRO RENGIFO
Enviado especial de EL TIEMPO
Río de Janeiro
