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Bernadette, una nadadora para quien la edad no es una barrera

Bernadette se sintió como una niña asustada en su primera clase de natación, aunque ya tenía 38 años.

Bernadette se sintió como una niña asustada en su primera clase de natación, aunque ya tenía 38 años.

Foto:Deportes El Tiempo

A sus 58 años es mamá, profesora, investigadora y acaba de disputar un mundial.

Daniela Vargas
Bernadette se paró en la plataforma de salida y estaba muy pensativa. Se repetía en su mente que estaba lista, pero no lo estaba. Sus piernas temblaban y no era por el frío. Toda la vida había soñado con ser nadadora, había interactuado con el agua, pero en su primera competición oficial una ansiedad inusual la envolvió. La paralizó. Respiró hondo, arqueó su cuerpo, llevó su cabeza casi hasta sus pies y se arrojó a esa piscina, que más parecía un enorme mar de tiburones. Bernadette se sintió como una niña asustada en su primera clase de natación, aunque ya tenía 38 años.
Ella no parece colombiana. Ni siquiera por su nombre ni su apellido, Klotz. Más bien parece europea, por todo, por sus rasgos, por su porte de atleta: es alta, mide 1.75 mts., de brazos largos. Lleva el cabello corto, en un tono cercano al castaño y que contrasta con unos ojos muy claros. Es que sus padres no son de acá. Su papá, alemán; su mamá, española. Ella heredó esa mezcla europea. Pero es bien Colombiana. Nació en Santa Marta, cerca de la brisa y del mar. Creció con lo que ella llama “un nexo con el agua”. Ese nexo fue el que la impulsó a subirse en esa plataforma para desafiar la edad, los temores, los complejos, todo.
Si dudó fue porque no es habitual que una mujer a los 38, con cuatro hijos, con un trabajo exigente en una prestigiosa multinacional colombiana de alimentos, profesional en biología, con un doctorado en el Reino Unido, además de profesora universitaria, decida convertirse, de la noche a la mañana, en una deportista de alta competencia. Bernadette se arriesgó. Sus dudas se disiparon tan rápido como sus ágiles brazadas en el agua. Hoy, con 58 años, acaba de participar en el campeonato del mundo de natación máster, en Budapest (Hungría). Bernadette tocó el cielo en el agua.

Nadadora a los 58…

Quizá fue el sonido del agua, el olor a piscina, el ruido propio de un complejo acuático, o los recuerdos del mar, los de su niñez. El caso es que algo inexplicable le despertó ese deseo guardado y tardío, que ya parecía imposible. Lo percibió al estar allí, con sus hijos, en el club donde ellos entrenaban. Se contagió: quería ser nadadora a nivel competitivo. Parecía una idea descabellada, pero era un reto, como le gustan a Bernadette.
—El deporte siempre ha sido muy importante en mi vida. Desde niña siempre lo practiqué. Hice atletismo, gimnasia olímpica y natación, o más bien, practiqué deportes acuáticos. La natación me gustaba porque nací en la costa y no me era indiferente —dice, con la voz es dulce, la voz de mamá.
Ese día empezó esta aventura de la natación de manera competitiva. Ya tenía experiencia, la del mar, la de su afición por los deportes acuáticos, así que solo necesitó disciplina, entrenamiento. Lo primero que pulió fue la técnica; dice que mejoró la respiración y que rápidamente se sintió lista para competir. Se tomó confianza.

La natación me gustaba porque nací en la costa y no me era indiferente

—Mi genotipo me ayudó. Soy alta y ya había hecho mucho deporte. Pero no nadaba con estilo perfecto, entonces trabajé en eso. Fui avanzando. Al principio no rendía tanto, pero mejoré y cada vez rendía mejor —cuenta y se emociona, suena orgullosa.
En esa primera competencia, cuando le temblaron las piernas, nadó —recuerda— como loca. En realidad no nadó, chapoteó. Sintió que no avanzaba, que el agua era inmensa e indomable. Dice que nadó terrible, que no logró dominar el agua, que no logró deslizarse, lo que, según afirma, es lo que da la velocidad en la natación y desgasta menos. Por ende, se desgastó más, se cansó más. Su primera prueba, con un público conocido, con compañeros de entrenamiento, fue decepcionante. Sin embargo, no se rindió.
En poco tiempo Bernadette empezó a acumular campeonatos distritales y nacionales. Ganó las medallas con las que siempre soñó. Sus hijos se dieron cuenta de que su mamá se había convertido en una nadadora de alto nivel. Que era una realidad. Y la apoyaron. Lo más difícil para ella fue justamente organizar el tiempo, repartirlo con sus hijos, sus clases universitarias, sus investigaciones, su exigente trabajo.
—Y con tantas actividades… ¿A qué horas entrena?
—Lo que me caracteriza es que soy bastante disciplinada en el tiempo. Trato de hacer lo que me propongo. Lo manejo en el trabajo, en el deporte, en la casa… Mis hijos me colaboran mucho. Es dar el tiempo a cada actividad, es lo que quiero, y cuando una está motivada, lo logra.
No pudo competir todo lo que quiso. No le dio el tiempo por más que lo estiró. Dejó de asistir a muchas competencias nacionales. Pero cuando le llegó la oportunidad de ir a competir a nivel internacional, en un mundial, en piscinas desconocidas, en otro clima, en otra altitud, no lo pensó. Era su consagración.

El sueño del mundial

Y claro, las piernas temblaban, otra vez. No era para menos: otro escenario, una piscina desconocida, lejana, gigante, en una competencia mundial, representando al país, enfrentando a los mejores nadadores del planeta en la categoría máster. Bernadette no podía más que tomar aire profundo, respirar, concentrarse, acomodarse su gorro con la bandera de Colombia, inclinarse, pensar en sus hijos —dos de ellos la acompañaron en este viaje— y arrojarse a esas aguas de tiburones invisibles.
Participó en 5 pruebas: pecho, en 50 y 100 metros; y libre, en 50, 100 y 400 metros, sus especialidades y se enfrentó a deportistas de mucha más trayectoria. No ganó medallas, no impuso marcas, pero el solo hecho de haber estado allá, en una cita en la que nunca pensó estar, ya fue un gran triunfo.
—Para mí esta experiencia fue increíble. Llena de emociones. Desde que partí para allá tenía mucha ansiedad porque no es un reto menor competir contra nadadoras que han nadado toda su vida y muchas que son profesionales. Con las expectativas que me fui, eso obtuve. Seguramente en la medida de los entrenamientos mejoraré los tiempos, pero estoy contenta.
Bernadette seguirá con su alegre cotidianidad: sus clases, su trabajo, sus hijos y la natación. Seguirá siendo una mujer multifacética, con un mundial de natación encima. Eso no es gratuito. Es el premio al esfuerzo y la perseverancia.
—Creo que cumplir las metas sí es posible. Es de proponérselo. El tema es tener disciplina y mucha constancia. Primero tengo mi responsabilidad en el trabajo, con mi familia, pero la natación me libera. El deporte me equilibra, me da balance —dice, y es como un mensaje para todas las mujeres, para que nunca se rindan ante los sueños, ella no se rindió.
PABLO ROMERO
Redactor de EL TIEMPO
Twitter:@PabloRomeroET
Daniela Vargas
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