La historia de Falcao García podría inspirar una película épica, una en la que se relate su aventura heroica: su batalla semanal contra esas defensas de cuatro cabezas; su paso valiente por tantas canchas inhóspitas y adversas; su espíritu reivindicativo para curarse de las heridas y levantarse cada vez más fuerte, hasta llegar, finalmente, al olimpo del fútbol, el que se presenta cada cuatro años, el que los dioses bautizaron como el Mundial.
El guion es perfecto. Tiene su héroe, su tragedia y su comedia. Porque Falcao lo ha vivido todo. Sus aventuras son las de un guerrero de mil batallas que ha caído y se ha levantado. Un héroe que con su corazón altivo como escudo, y sus goles como espada, derrotó aquellas bestias que se disfrazaron de lesiones y de rivales feroces. Dentro de ocho meses, su paciente espera tendrá fin, y llegará, ojalá por aguas mansas, al Mundial de Rusia: el paraíso lo está esperando.
“Sueño con jugar un mundial”, ha dicho Falcao una, dos, mil veces. Al comienzo parecía un normal grito de revancha por el Mundial que se perdió, el de Brasil 2014, por culpa de una lesión de rodilla que les sacó lágrimas a él, a la Selección y al país. Pero su discurso se fue volviendo más decidido, más enérgico. Fue como si en vez de palabras, Falcao lanzara rugidos. El Mundial se convirtió en su obsesión.
Nada ha podido derribar esa idea, nada ha podido destruir el sueño del heroico Falcao de jugar un campeonato mundial. Ha vencido en muchas batallas, empezando por las propias: los temores, las angustias, las frustraciones que pudo dejarle aquella lesión.
También, las batallas ajenas, las que no puede controlar: los rivales, las nuevas lesiones, el paso por una tierra –la inglesa– donde fue un forastero desaprovechado. Mónaco fue su salvación. Allí resurgió y se reencontró. En el último año volvió a ser el goleador voraz del pasado: ganó la última Liga de Francia, hizo 21 goles, y ya lleva 12 festejos en 8 partidos en la temporada actual. ¡El héroe volvió!
El martes pasado, la película pudo haber muerto antes de nacer. No valía la pena un guion en el que el heroico protagonista es arrastrado nuevamente, sin encontrar su destino. Sería, de haber sido, una película trágica. Pero Falcao no quiere más dramas. Ya ha tenido suficientes. Por eso, la felicidad, que hasta ahora era clandestina, se le atravesó en todo su esplendor. Ahora solo resta esperar que el viaje definitivo hacia Rusia sea placentero. Su Ítaca lo está esperando.
Jesús restaura, y lo ha hecho conmigo. Lo puede hacer con los que la están pasando mal
“Le quiero agradecer a Dios. Me perdí el Mundial y pasé dos años horribles, pero me dio la esperanza para seguir adelante. Jesús restaura, y lo ha hecho conmigo. Lo puede hacer con los que la están pasando mal”, fueron las palabras de Radamel, aún conmovido, contagiado por la alegría única de la clasificación al Mundial. Sus dos años horribles cesaron.
La raya del TigreEl área es ese lugar donde habitan los delanteros, rodeados de esos defensores que parecen arrojar fuego por la boca. Allí adentro, los hijos del gol tienen que librar sus luchas, con arte y furia. Allí no hay tiempo para pensar. Falcao es un digno representante de esa estirpe de guerreros del área. Conoce bien esa selva. Se mueve allí como lo que es: como un Tigre. Por eso, en cada balón que recibe pinta una raya más: lo convierte en gol.
creo que hemos vuelto a contar con un líder, un fenómeno que nos va a aportar muchísimo
“Estábamos esperando esto. Él está muy bien; lo extrañamos muchos partidos, y creo que hemos vuelto a contar con un líder, un fenómeno que nos va a aportar muchísimo”, dijo José Pékerman cuando tuvo a Radamel de regreso, para que fuera su protagonista principal. Fue cuando le dio el brazalete de capitán que había portado James en su ausencia. Falcao resucitó para liderar la tropa.
El Tigre valiente hizo su tarea, lo que estuvo a su alcance para cruzar ese peligroso territorio que dividía la gloria de la tempestad. Como ese gol contra Brasil en la antepenúltima fecha, ese cabezazo de martillo que hizo que la pelota besara el pasto antes que la red. O ese gol contra Paraguay, en la infernal penúltima batalla, cuando su sutil punteo a la pelota dejó en el piso al portero y en el aire a todo el país, que flotó de manera fugaz, suspendido en un sueño. Pero esa vez fue derrota, y entonces el sueño fue pesadilla.
En la batalla final, que bien podría ser la de Troya, a Falcao le cayó una vez la pelota, que lo buscó para compensar que en todo el partido no se habían encontrado. Fue cuando los defensores peruanos se arrojaron como cazadores hacia sus piernas. Seguro sabían que si recibía el balón, el grito de gol comenzaría a nacer en su garganta. Pero Falcao fue solidario. Despejó el camino para que James, su segundo al mando, lanzara su bazuca de gol. El noble delantero demostró que su sueño de Mundial no es egoísta, o fue consciente de que él solo no iba a llegar. Así lo hacen los líderes de la manada.
Antes de ese lance contra Perú, justo después de la derrota de Colombia contra Paraguay, cuando el infierno merodeó la concentración de la Selección y cuando el pesimismo se posó sobre el equipo, había una frase recurrente en el país: “Qué injusto sería para Falcao no clasificar al Mundial...”. La injusticia no era para la Selección, era para él, era como si todos los futboleros y no futboleros sintieran que Falcao merecía esa gesta. Era un sentimiento de revancha, solidario y nacional.
Y fue en esos momentos de incertidumbre cuando el propio Falcao elevó su voz gallarda y llamó a la calma: “El público no se puede desesperar. Hay que estar tranquilos”, dijo. Al menos, él parecía estarlo. Como si nunca hubiera perdido su inquebrantable fe, como si su nuevo sueño del Mundial nunca hubiera estado amenazado. Creía.
Faltan ocho meses para el Mundial de Rusia, por eso hay quienes dicen, y bromean, que el guerrero Falcao debería jugar de ahora en adelante entre una enorme burbuja que lo proteja de todo mal, de todo enemigo, de las patadas que no cesan. Pero es un riesgo que debe tomar. Además, Falcao, el de la heroica paciencia, ha esperado tanto el Mundial que merece llegar bien, jugarlo, vivirlo y dejar su garra pintada en Rusia. Entonces el guion estará completo: su historia será una película épica de fútbol y de la vida.
PABLO ROMERO
Redactor de EL TIEMPO
En Twitter: @PabloRomeroET
Comentar