“En la mayoría de las sociedades conocidas hasta ahora, el imaginario religioso estructuraba la existencia. La cristiandad medieval es un ejemplo. Durante algunos decenios, en ciertos países laicos europeos, el imaginario político republicano estructura, a su vez, la existencia. En este trabajo de estructuración, el deporte toma el relevo de la religión y de la política, bajando de categoría a los dos. Así, los clichés que se originan del deporte se convierten en normas para todas las esferas de la existencia: la empresa, la política, las relaciones con los otros, la vida privada y la vida íntima”. Son palabras del filósofo francés Robert Redeker en su libro L'emprise sportive (La influencia deportiva), texto teórico que analiza el espíritu deportivo contemporáneo.
Esa mirada teórica frente a lo que significa el deporte, y en particular el fútbol en la vida actual, lo convirtió prácticamente en el único analista capaz de ofrecer una mirada crítica con respecto al fichaje más caro de la historia del fútbol: el del brasileño Neymar jr., por el club Paris Saint-Germain (PSG), que alcanzó los 222 millones de euros, cifra que pagaron los cataríes –propietarios del club y quienes se han puesto como meta hacer de este equipo el mejor de Europa. EL TIEMPO habló con Redeker.
En una entrevista, usted aseguró que hay una dimensión política que toca concretamente a Catar en esta transferencia. ¿Nos explica cuál es esa dimensión?
Catar es un país pequeño y extremadamente rico, gracias al petróleo, que busca alcanzar una influencia política en el mundo. El deporte, en particular el fútbol, es la herramienta que ha escogido para conseguir esta influencia. El deporte es para Catar un arma cultural y política. Es el arma de su voluntad de poder. Además, la situación actual entre Catar y sus vecinos es muy tensa, al límite de la guerra; incluso, estos últimos pusieron en marcha un boicot y un bloqueo en contra de Catar. Además, el Mundial de fútbol de 2022 está de por medio. La transferencia de Neymar sirve para promover una imagen positiva de Catar para atenuar ese bloqueo y, finalmente, mostrar al planeta que Catar no se ha debilitado por ese mismo bloqueo y sigue actuando libremente. De una cierta manera es una máscara.
¿Por qué dice que al final somos nosotros quienes pagamos el salario de los futbolistas?
Por una parte, el dinero del fútbol es el dinero de la publicidad, y la publicidad no es gratuita, ella es pagada por todos los consumidores, en la medida en que es calculada en los precios de venta de un producto. Cuando usted compra una Coca-Cola, paga también la publicidad para esa marca, que es patrocinadora de muchos eventos deportivos. Entonces, indirectamente, los futbolistas son remunerados por los consumidores de los productos de los cuales ellos son los ‘hombres sándwich’. Por otra parte, en Francia, Neymar se beneficiará de un estatus fiscal favorable, ‘arreglado’; él pagará menos impuestos de los que debería. Así que lo que él no paga en impuestos será pagado por los otros contribuyentes en su lugar. Indirectamente, por los favores y privilegios fiscales que el Estado le conceda, él cuesta entonces dinero público. Él es así, sin que ni él mismo lo note, un jugador subvencionado por el Estado francés.
¿A qué se refiere con ‘hombres sándwich’?
Los deportistas son puestos en escena por los medios para incitar a consumir los productos que patrocinan su actividad. El deporte espectáculo tiene como objetivo principal hacer favorable el consumo de los productos que lo patrocinan. Desde este punto de vista, estos deportistas son vallas publicitarias ambulantes, de ahí la imagen de hombres sándwich. No son del todo ellos mismos, sino que son las marcas que representan. El filósofo Guy Debord definió la sociedad contemporánea como “la sociedad del espectáculo”. Todo se convierte espectáculo: el dinero en sí mismo desde la crisis de 2008 es espectáculo, el espectáculo lo devora todo. Pero, al convertirse todo en espectáculo, las cosas pierden su autenticidad y su significación, al mismo tiempo que pierden su capacidad crítica.
En un texto reciente a propósito del traslado, usted habló de esta época como el “triunfo de la insignificancia”. Explíquenos esta expresión.
La fórmula viene de un importante filósofo francés del siglo pasado: Cornelius Castoriadis. Vivimos un momento histórico en el que la sociedad ya no es capaz de diferenciar lo que es y no es importante. Basta con ver un noticiero de televisión para darse cuenta. El verano pasado, un noticiero francés tenía estas noticias: transferencia de Neymar en primera línea, una mamá panda a punto de dar a luz sus bebés en un zoológico; después, incendios en una región de Francia y picos de calor en el país. Eso no es información y, sin embargo, es lo que los ciudadanos esperan y aprueban. Es aterrador. Todo aquello que es portador de sentido, de reflexión, lo que es un poco complicado y demanda un esfuerzo de la inteligencia se ha eliminado. Lo insignificante lo ocupa todo, ha vaciado el mundo de su sentido: es la victoria del vacío.
Unas horas después del anuncio de la incorporación de Neymar jr. al Paris Saint-Germain hubo filas de hasta de dos horas para comprar la camiseta del equipo con el nombre del brasileño en la espalda, por la suma de 140 euros (unos 493.000 pesos). ¿Qué significa ese hecho sobre nosotros mismos?
Es la señal de que nos estamos ‘descivilizando’, de que corremos el riesgo de convertirnos en un pueblo de cazadores de pokémones; es decir, un pueblo manipulado por las industrias del entretenimiento y la publicidad, descerebrados e infantilizados. Es la infantilización del pueblo, corolario del triunfo de la insignificancia.
¿En qué sentido compara a los compradores de camisetas con los cazadores de pokémones?
¡En el sentido en que están en el reflejo de Pavlov! Reaccionan mecánicamente al condicionamiento más básico y basto. Sin reconocimiento de su libertad, es decir, de su humanidad.
Hasta la torre Eiffel, el emblema de París y de Francia, se iluminó de manera especial para dar la bienvenida a Neymar. ¿Qué piensa?
¡Eso se parece al país de Astérix y Obélix, a la decadencia del Imperio romano! La prueba de la decadencia es que en el siglo XIX fueron los funerales de Víctor Hugo los que movilizaron a todo París, en el siglo XXI es la llegada de Neymar. Esta comparación ilustra bien el declive de Francia.
El fútbol es el deporte más popular del mundo. ¿Cómo se explica que, con estas cifras y sus accionistas, propietarios- magnates millonarios, tenga la capacidad de seguir conectándose tan bien con la cultura popular y también con la cultura de masas?
Es necesario diferenciar entre cultura popular y cultura de masas. Cada país tiene una cultura popular ancestral, es la autenticidad de la vida cotidiana de los pueblos. El folclor es su más sólido testimonio. La cultura de masas es, en cambio, una cultura industrial, fabricada por las industrias planetarias de la diversión y destinada a imponérsenos. Funciona en el mundo de la propaganda y la publicidad; por eso destruye las culturas populares y las sustituye. El fútbol está en medio de ambas: los pueblos se reconocen en el fútbol, pero, por otro lado, es por medio del fútbol como llegan poco a poco a la dominación de la cultura industrial y pierden poco a poco su originalidad.
¿Cuál es el rol de los jugadores de fútbol en nuestra sociedad?
Los jugadores de fútbol son una propaganda viva de un cierto tipo de existencia, también son la propaganda para el universo del dinero. Desafortunadamente, en el fútbol moderno se habla más de dinero que de juego.
Muchos niños y adolescentes tienen a los jugadores de fútbol como sus modelos. ¿Qué implicaciones tiene esto?
Ellos invierten todos los valores y confunden a la juventud, porque les hacen creer que el objetivo de la vida es la fama y ganar la mayor cantidad de dinero posible. Los hacen adorar el dinero y privilegian cualidades que son en realidad defectos, como la codicia, la sed por enriquecerse, el narcisismo, el frenesí del consumo y el deseo de ser más fuerte. Antes la educación buscaba hacer mejor al ser humano, en el sentido moral de la palabra; en cambio, hoy busca hacer de él el mejor, en el sentido de la competencia, comprendiendo la vida como una competencia, y el deporte como espectáculo ha contribuido a ello porque incita a las personas a competir.
Se habla con naturalidad de ‘la compra’ y ‘la venta’ de Neymar y de los jugadores, palabras que habitualmente se usan para hablar de mercancías...
Estas palabras deberían provocar indignación porque suponen que seres humanos pueden ser mercantilizados. En el fondo de esta práctica hay un problema ético, pero, desde luego, los mismos jugadores de fútbol no van a quejarse. Es la humanidad en ellos –lo que tenemos en común con ellos– lo que resulta insultado y herido por la práctica del mercado. Añadamos que esa práctica del mercado acostumbra a los ciudadanos a la idea de que los seres humanos no son más que cosas.
Francesco Totti jugó toda su vida en el equipo de Roma y no aceptó nunca ser comprado por el Real Madrid. ¿Qué piensa de ese caso?
Que tiene sentido del honor al haber rehusado ser un mercenario. Es una admirable excepción. Hay en los futbolistas mucho orgullo y vanidad, una hinchazón grotesca del ego, pero muy poco honor. Están dispuestos a todo por mucho dinero, que es lo contrario al honor.
¿Qué significa que estas transferencias millonarias ocurran en equipos masculinos y no en los femeninos?
El fútbol femenino no se ha convertido todavía en la presa de los patrocinadores, de los medios y de los inversionistas. Las mujeres tienen suerte de haber escapado, por el momento al menos.
¿Por qué compara esta transferencia con la burbuja económica de 2008?
El fútbol es como la bolsa, con una curva de costos, como un Wall Street. En ambos casos, tanto en la burbuja financiera de antes del 2008 como en el fútbol contemporáneo, se trata de una especulación alocada; en ambos casos, también el sentido común y la razón quedaron destruidos en beneficio de la desmesura y la rapacidad. En la tragedia griega, el destino castiga siempre la desmesura ciega, y esta constante antropológica tocará al fútbol también.
¿Cuál será el futuro del fútbol?
Ya hay escándalos de corrupción y de fraudes fiscales, que deberían alertar en el sentido de una moralización. Se avecina una crisis: la burbuja financiera del fútbol explotará. Los inversionistas, que habrán perdido mucho, se retirarán y los clubes y los jugadores empezarán a empobrecerse, pero el deporte en sí mismo se volverá, sin duda, más interesante.
MELISSA SERRATO RAMÍREZ
Especial para EL TIEMPO @melissaserrato
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