Voy por aquí, voy por allá. No hay espacio, no hay lugar. Los compañeros están lejos de cualquier pase posible. ¿Qué hacer? ¿Por dónde pasar? Ni modo de hacer un hueco carcelero en la tierra o sobrepasar la humanidad del contrario. El aire es la única opción, allí no hay muros ni barreras, por ahí pasa desde un Boeing hasta la más pequeña mariposa.
Pasar la pelota por el aire para adelantar a un solo rival implica habilidad y talento. Los rústicos no pueden realizar una bicicleta porque hay que tener la sensibilidad necesaria, sutileza y una perfecta coordinación. Hay que hacer todo un digno trabajo de ingeniería, casi parecido al que se realiza para derribar un edificio con una implosión.
Primero se prepara la dinamita. El balón se debe poner entre el talón de un pie y la punta del otro. Luego hay que coordinar los tiempos para que explote la pólvora, debe ser en estricto orden para que la torre se desmorone. Entonces, se juntan la punta y el taco para que este último impulse el balón y pase por encima de la cabeza del rival. ¡Pum!, ya no existe edificio, ya no hay oponente, solo sale el humo espeso del cemento derribado y de la furia de la víctima ante tal humillación.
No es extraño que después de realizar la bicicleta venga un palazo terrible. Muchos consideran que es una humillación al rival, un recurso innecesario, y más si el que la hace va ganando, se puede desatar un 'quilombo' de padre y señor.

El lujo de la bicicleta recuerda mucho a jugadores brasileños. Era un deleite ver hacerla a Ronaldinho, a Robinho (cuando era bueno), Denilson, Ronaldo; en estos tiempos, el que mejor la hace es Neymar, pero da la casualidad de que la más famosa es de autoría de un argentino. Osvaldo Ardiles, en la película 'Escape a la victoria', inmortalizó el popular regate.
Los tiempos cambian, y la genialidad hoy ha sido tergiversada. Muchos atrevidos llaman bicicleta a pasarle con un pie por encima al balón y con el otro salir para el lado contrario. O, en Brasil, también le pusieron así a la chilena.
Pero la bicicleta es una sola, la que sobrevuela muros, la que ridiculiza al rival, la misma con la que el hábil domina al tronco.
CAMILO MANRIQUE V.
Redactor de EL TIEMPO
En Twitter: @camilomanriquev
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