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Fútbol Internacional

Diego Armando Maradona escribe otro capítulo de su leyenda

La superestrella argentina Diego Maradona, durante su presentación como DT de Gimnasia y Esgrima La Plata en el estadio El Bosque.

La superestrella argentina Diego Maradona, durante su presentación como DT de Gimnasia y Esgrima La Plata en el estadio El Bosque.

Foto:Alejandro Pagni / AFP

Su apoteósica llegada a Gimnasia y Esgrima como entrenador es consecuencia del producto que vende.

Jorge Barraza
Todavía está invicto Maradona. Debuta mañana frente a Racing. Es bueno, así no podemos analizarlo por el resultado. Y así se mantiene intacto el encanto, el perfume de ilusión que su presencia genera en los dolientes hinchas de Gimnasia y Esgrima; también la expectativa global.
Luego vendrá el baño de realidad y ahí se sabrá si el inflador anímico que representa Diego alcanza para ir remontando la cuesta del descenso. Pero, por ahora, todo es agitación, alegría, sonrisas, esperanza y orgullo: ver el nombre de Gimnasia en todos los medios del planeta, sentarse en la mesa de los que son tema cotidiano acá, en España, en Italia o Inglaterra. Es el estatus que da pasar del ostracismo más cruel a ser dirigido por Diego Armando Maradona.
Hay que historiar un poco. En los tiempos más aciagos de Huracán (y eso es cosa seria), le pasaba de todo. El doctor Paladino, famoso por ser el médico de Carlos Monzón y de todos los boxeadores, es hincha del Globo, y acuñó una frase antológica: “Huracán es el único club del mundo que hace un gol, se muere un hincha de un infarto y se lo anulan”. Tan embrujado estaba. Algo así le sucede a Gimnasia. Es capaz de contratar a Guardiola, jugar feo y perder. Y sufre, adicionalmente, las muchas satisfacciones de Estudiantes, su acérrimo rival. Hasta 1967, el Lobo (Gimnasia) era ligeramente más que el Pincha (Estudiantes), ese año empezó el despegue estudiantil: celebró once títulos contra ninguno de su vecino. Pero Diego estacionó el auto en la puerta de Gimnasia y los puso a la par.
Diego Armando Maradona se baja de un carrito de golf.

Diego Armando Maradona se baja de un carrito de golf.

Foto:Efe

Tiene una hinchadaza el Lobo, aguantadora como no hay dos, y es un club querible, parte insoslayable del fútbol argentino y sudamericano, el más antiguo de todos en el continente: de 1887. Año tras año viene eludiendo la guadaña de la B. Ahora está en una posición delicadísima, colista con un punto en 5 jornadas y con un promedio desesperante. El último de los que se salvan le lleva 11 puntos. O sea, debería descontarle al menos 11 para igualarlo. Para lograr tal milagro llamó a Maradona.
Más que eso, lo pensó como un redentor que lo sacara del marasmo y el pesimismo, para revolucionar el club, sacudir a su gente, a sus propios jugadores, y detener la parábola derrotista desde el entusiasmo. Ningún dirigente pensó que las elucubraciones tácticas de Maradona salvarían a Gimnasia, ni que daría cátedra frente al pizarrón o que ensayaría jugadas novedosas y sorprendentes. Viene en plan motivacional, al rescate de la nave ya en alta mar. La movida fue un éxito colosal, se habló más de Gimnasia en una semana que en un siglo, 25.000 personas acudieron enfervorizadas a la presentación, se lanzó una línea de camisetas blanquiazules con el nombre del astro (a 78 dólares, unos 260.000 pesos colombianos) y se agotaron; 5.000 nuevos socios se registraron en una semana. Mandan correos desde todas partes del mundo para asociarse. Y hay 15 nuevos patrocinadores queriendo entrar. Pero, sobre todo, aparecieron las caritas felices en el WhatsApp de un club hundido anímicamente.
“No hubo ayer en la tierra ciudad más feliz que La Plata”. Tal fue un recordado y cierto titular de portada del centenario diario El Día (de La Plata) en su edición del 17 de octubre de 1968, acorde a la épica que el momento exigía. Al filo de la medianoche anterior, Estudiantes había hecho cumbre en el Everest futbolístico: campeón del mundo en Inglaterra, frente al célebre Manchester United de Bobby Charlton, Nobby Stiles, George Best, Denis Law… El mismo titular cabía para este lunes 9, pero con Gimnasia como protagonista. Su gente amaneció en estado de euforia.
Es el producto que vende Maradona: pasión. No ofrece 4-3-3 ni laterales que se mandan al ataque, vende algarabía, excitación, desenfreno. En el podio de monstruos de la historia, pelea con Messi, Pelé y Di Stéfano; en la cúspide de los ídolos, va con dos vueltas de ventaja. ¿Que cómo ese hombre barrigón, con dificultades de dicción y problemas para caminar despierta semejante adhesión…? El que llenó el estadio no fue Maradona, fue el recuerdo de Maradona. Los fieles se aferran a la estampita del Diego joven e imparable, veneran al héroe de México ’86 –aman la novela de que ganó solo el título mundial–, al sujeto que bajó a los ingleses y a los alemanes. A aquel cebollita surgido de la nada que con habilidad y picardía llegó a la luna futbolística. Porque fue un Neil Armstrong de la número cinco. Nadie encarnó como él la película del niño salido de la villa que conquista el mundo. Ese Óscar lo ganó para toda la eternidad. Pero no fue el niño desvalido que agacha la cabeza, sino un león que enfrentó a las corporaciones y les dijo lo que nadie se atrevió.
Una figura inflable gigante de Diego Armando Maradona fue instalada durante su primera sesión de entrenamiento al comando de Gimnasia y Esgrima.

Una figura inflable gigante de Diego Armando Maradona fue instalada durante su primera sesión de entrenamiento al comando de Gimnasia y Esgrima.

Foto:Alejandro Pagni / AFP

Maradona demuestra, con Gimnasia, que el fútbol es básicamente emoción. Nunca apelará a una pizarra o a un video, pero llena una cancha con su nombre. Y no es solamente en la Argentina. Si Diego asumiera el comando del Napoli, no alcanzarían tres estadios para meter la gente. La idolatría de los argentinos por Maradona es vidriosa, una mitad lo quiere, la otra lo aborrece. Pero la primera vocifera fuerte, la otra es silenciosa. Cavó una grieta enorme entre la sinrazón y la cordura. Un sujeto que, con un micrófono en la mano, delante de una multitud y frente a una audiencia de millones, le dice al Presidente de la nación: “Macri, te queda poco, botón (alcahuete)”. Y el presidente debe abstenerse de contestarle. Guay con eso… Es Diego, y nadie se atreve a manifestarse en su contra. Tiene un ejército detrás. Se le teme a su carácter, pero sobre todo a su popularidad, un tsunami capaz de arrasar lo que sea.
No es manso. Puede ir en contravía por la autopista, desairar a un rey o llegar a una conferencia de prensa y decirle a doscientos periodistas juntos que la sigan mamando. Por la ostensible paternidad en el clásico, los hinchas de Estudiantes están acostumbrados a mofarse de los de Gimnasia, están cebados; ahora deberán pisar el freno, está Maradona enfrente. Y ya les mandó un mensaje de advertencia. Guay también ellos…
Impacta en propios y ajenos. El genio de Fontanarrosa describió en su estilo lo que es quedar situado en la trinchera adversaria de Diego. Centralista hasta la médula, resumió en su estilo: “Solo dos veces mi mujer me despertó antes de las diez de la mañana. Una fue cuando me dijo: ‘Invadieron las Malvinas’. Y la otra: ‘Diego firmó para Newell’s’. Dos catástrofes”.
En 1993, Newell’s Old Boys contrató al Pibe de Oro, que volvía de Europa. Fue sensación. Estuvimos la tarde en que debutó en cancha de Independiente. Era el retorno al fútbol argentino, once años después, de una figura cumbre; 60.000 personas le tributaron un recibimiento pocas veces visto. Todos de pie aplaudiendo durante largos minutos. Y el 90 por ciento eran hinchas rojos. Se vio obligado a dar una vuelta al rectángulo saludando antes de iniciarse el juego. “Se pasaron, es demasiado”, soltó entre lágrimas.
También asistimos a La Bombonera, el 7 de octubre de 1995, cuando retornó a Boca, frente a Colón. Jamás vimos tal grado de delirio en un estadio, ni en una final del mundo. El rugido era ensordecedor; para hablarle al del asiento de al lado había que gritar, y fuerte. Llegaron centenares de hinchas boquenses radicados en España, Italia, Estados Unidos y otros países. Había panaderos, vendedores, albañiles, pero también profesionales, empresarios, artistas, políticos. Estaba todo el arco social. Es lo que despierta el carisma inexplicable del 10.

Había panaderos, vendedores, albañiles, pero también profesionales, empresarios, artistas, políticos. Estaba todo el arco social. Es lo que despierta el carisma inexplicable del 10

Maradona es lo que cada uno quiera ver en él; unos admiran al genio de pantalones cortos aún haciendo proezas con los largos, como reventar de gente un estadio porque sí, por mera presencia. Otros deploran al hombre derruido físicamente por los excesos, al que le cuesta hablar y caminar. Depende del cristal con que lo miremos, si con la objetividad de los ojos o con el candor del corazón. Pero estamos frente a un personaje único, con una personalidad avasallante y una astucia en cada respuesta, como aquella vez que le preguntaron si ante Inglaterra había hecho el gol con la mano y respondió: “Fue la mano de Dios”. O como cuando condujo durante un año su propio programa de televisión –La noche del 10– y lo hizo con asombrosa brillantez y soltura, como si hubiese pasado su vida en un estudio.
La cita, imperdible, es mañana domingo a las 11 de la mañana (9 de Colombia). Juegan Gimnasia y Racing en el bosque platense; es el día ‘M’, el del debut de Maradona en este inesperado nuevo capítulo de su leyenda. Sin jugar, sentado en un banco al costado del campo, atrapará más miradas que los propios jugadores. Miles de personas hacen cola para conseguir una entrada, otra fila es para hacerse socio. No lo contrataron para sorprender tácticamente, lo llevaron para arengar a la tropa y contagiarle la locura a medio millón de gimnasistas. Eso ya lo hizo.
JORGE BARRAZA
Para EL TIEMPO
@JorgeBarrazaOK
Jorge Barraza
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