Cuando Jackson Martínez hacía un gol, siempre miraba al cielo, elevaba sus manos firmes, lanzaba algunas palabras como en susurros, a veces se ponía de rodillas, recibía los abrazos de todos sus compañeros, pero era como si él mismo quisiera abrazar la inmensidad del cielo. Agradecía allá arriba por la obra convertida acá abajo, en el césped, en un diálogo íntimo con su Dios. Hoy esa conversación se mantiene, pero se ha transformado. Jackson cambió el verde de la cancha por los escenarios, cambió al balón por un micrófono, y cambió los goles por canciones para Dios.
Jackson hace rato que se alejó del fútbol competitivo. Desde el 2020 guardó los guayos debajo de la cama. No los botó, por si algún día los necesitaba. Lo que hizo fue desempolvar montones de papeles que tenía, con letras que él mismo escribía cuando estaba lesionado, cuando pasaba mucho tiempo en casa, horas y horas leyendo la Biblia, orando, viajando, de China a Estados Unidos, luego de regreso, mitigando así el desespero de la lesión, de no jugar, de no hacer lo que mejor sabía, así que oraba, leía, escribía, y sus escritos eran sobre Dios, y una que otra rima le fue saliendo, así, espontanea, en forma de rap, sabía de eso, aprendió desde niño en su natal Quibdó, en el Chocó, donde pasaba horas escuchando esa música, quizá con la misma intensidad con la que jugaba al fútbol.
Un día, abrumado por la lesión, Jackson decidió que algo tenía que hacer con esas letras que tomaban vida en forma de música. Quiso grabar los temas para uso personal, para recordarlos en familia, en un futuro. Algo muy íntimo. Un círculo cerrado. Quería recordar que Dios no lo dejaba caer al pozo de su ingrata lesión. Para eso era su música. Pero se llevó una sorpresa.
—Hay que publicar estas canciones —le dijeron en el estudio de grabación.
—No, no, no, yo lo que hago es jugar fútbol, yo no soy cantante —respondió Jackson, sin mucha convicción, es que la venita musical le hablaba al oído, y como seguía con la lesión, pues se fue entusiasmando.
—Aquí tiene un mensaje para dar –insistieron.

Jackson Martínez y su incursión en la música.
Oficina de prensa Jackson Martínez
Entonces Jackson, al que llaman con sabor de mambo el ‘cha cha chá’ —por aquello de que los apodos tienen que parecerse a sus dueños—, dijo que sí, que listo, que así como se inspiraba en la cancha para hacer goles que le dedicaba a Dios, podía hacerlo sobre un escenario, o en un estudio de grabación. Tenía montones de letras, en papel y en la cabeza, tenía canciones que empezaron a ser canciones, y así, su vida de cantante fue saliendo a la luz justo cuando se ocultaba su vida de futbolista. Su rap era particular, su rap tenía mensaje, como todo el rap, pero este era un mensaje espiritual, algo así como un rap cristiano. Jackson dejó de hablar con Dios en la cancha. Jackson se puso a cantarle.
Rap cristianoEs lunes. Jackson está en Portugal, viaja en su automóvil. Está contento. Su semblante así lo revela. Tiene buenas noticias. Por un lado, su nuevo álbum musical está próximo a salir, el 27 de abril. Y por el otro, su recuperación de la larga y desesperante lesión de tobillo, la misma que tuvo en 2015 y de la cual vino a conocer su gravedad solo en 2016, y que terminó sacándolo del fútbol, está en su etapa final. Se acerca el fin de un largo viacrucis.
Así que Jackson pasa sus días con arduo trabajo de gimnasio, de fisioterapia, no ve la hora de pisar firme y sin dolor. No ve la hora de volver a una cancha. Mientras tanto, Jackson sigue con su rap cristiano. Y está feliz con eso. Así ha logrado transmitir lo que pasa por su cabeza y por su espíritu. Así ha podido decir todo lo que quiere sobre su Dios, para quien quiera escucharlo. Y tiene su público, seguidores que ya no celebran sus goles sino sus rimas, que le piden nuevos temas, que miran sus videos musicales, que lo siguen en los shows con la devoción de un hincha por su goleador.
Hay música para todos los gustos, y hay música que exalta el nombre de Dios, y hay un público atento a eso. Espero seguir llevando el mensaje del Evangelio
“Voy cumpliendo el objetivo que es que mi música se entienda, mi mensaje, y que para los que están interesados en escuchar este contenido sea de bendición. Hay música para todos los gustos, y hay música que exalta el nombre de Dios, y hay un público atento a eso. Espero seguir llevando el mensaje del Evangelio”, dice Jackson desde su vehículo, mientras deja kilómetros atrás, y mientras va recordando todo lo que fue su carrera en el fútbol, y todo se lo agradece a Dios: su primer gol profesional con el Medellín, su llegada exitosa a Jaguares de Chiapas, su paso más exitoso al Porto, su ida con sinsabores al Atlético de Madrid, su paso al fútbol chino, su estadía en la Selección Colombia, y claro, el Mundial de Brasil 2014, hacer dos goles contra Japón, dedicárselos a todo el Chocó, y a su papá, y recordar que gracias a su esfuerzo, Jackson llegó a donde llegó, y recordar además que cada que hacía un gol miraba al cielo, señalaba, susurraba: “Gracias Dios por esto”, y si no anotaba, igual miraba al cielo y susurraba: “Gracias, Dios, será en la próxima”.
Ahora este Jackson, el que hizo más de 200 goles profesionales entre clubes y la Selección, se la pasa en los escenarios, en las iglesias, suelta palabras con voz firme, serena y sosegada, habla con el público que va a mirarlo, y así es como da el mensaje que quiere dar, y luego se entusiasma, afina la garganta y rapea. ¿Y qué es lo que rapea? Lo que escribe, lo que le nace, ¿pero qué?, se preguntarán. Se lo preguntamos ahora, mientras avanza por las calles portuguesas. Y Jackson suelta una exclusiva. Jackson canta a capela un tema que aún es inédito, como un gol que planea ver la luz en alguna cancha.
“De seguir a Dios no hay duda
Muchos pensamientos van y vienen
De seguirlo, no hay duda
Hay muchas cosas que entretienen
De seguir a Dios no hay duda (…)
Con permiso yo te explico, lo que me muestra el texto de la biblia Romano 3:23…”.

Jackson Martínez, en su etapa musical.
Oficina de prensa Jackson Martínez
La primera vez que Jackson subió a un escenario a cantarle a Dios, las piernas le temblaron, fue tal como le pasó cuando tuvo su primer partido profesional, con el Independiente Medellín, los mismos nervios, las mismas cosquillas, la misma responsabilidad. En la cancha sabía lo que tenía que hacer, aplacar los nervios y hacer goles. Sabía de eso. Y se cogió confianza rápido. En la tarima también sabía qué debía hacer. Micrófono en mano y soltar sus rimas, su rap. También sabía de eso y también se cogió confianza.
“La gran diferencia es que ahora puedo interactuar con las personas, mientras que cuando juegas no puedes hacer eso, piensas solo en el partido. Pero tiene cosas similares, como todo, requiere dedicación, constancia, compromiso. Como toda disciplina”, relata Jackson.
Dios, su Dios, es su inspiración. Siempre estuvo en su vida. Lo acompañó en cada paso. Dios siempre primero. Cuando estuvo en el Atlético de Madrid, un compañero no identificado le dijo al diario Marca de España: “Jackson creía más en Dios que en sí mismo”. Jackson está acostumbrado a ese tipo de comentarios. No le afectan. Lo que sí le afectó fue cuando empezando su carrera musical se dijera que él recibió a Dios como una salida a una vida de ”lujuria”.
—¿Cuál lujuria, Jackson?
—Es que un día di unas declaraciones sobre mi vida antes de conocer a Dios, y mencioné que estaba rodeado de cosas, de lujuria… y no caí en ellas. Algunos medios tomaron que yo dije que había consumido cosas, que me había retirado del fútbol por llevar una vida de lujuria. Mi niñez fue rodeada de esas cosas, pero al final uno toma la decisión. Es mejor tener poco y que lo puedas disfrutar. —Jackson hace una pausa y medita en una cita bíblica—: 'Mejor poco que el gran tesoro donde hay turbación'. Hice eso, pero malinterpretaron lo que dije.
Para Jackson, Dios fue su compañía en la cancha, su mejor compañero de ataque, su mejor asistidor, el que le hacía los pases y le ayudaba a definir con gol. Dios era también su fútbol, la cancha, las victorias y las derrotas, Dios era el balón: como bien dice Juan Villoro, Dios es redondo.
“Mi relación con Dios es sincera en el sentido de que no tengo la conciencia sucia de pecado; lo más mínimo, así sea en pensamiento, se lo confieso. Puedo esconderme de cualquier persona, pero de él no. Cuando uno arregla sus cuentas con Dios, es más fácil lidiar con los pecados propios y ajenos”, dice Jackson.

Los goles colombianos tuvieron su segundo referente en Porto con Jackson Martínez, quien arribó en 2012 y dejo una marca de 94 tantos en 143 juegos para un total de 3 títulos.
Reuters
Su recuperación va tan bien, que se ilusiona con volver a las canchas, volver a jugar, volver a hacer goles. Cuando anunció su retiro, en 2020, estaba decidido, lo hizo porque los médicos le recomendaron que era la hora de parar. Ahora, a sus 35 años, deja una ventanita abierta.
—¿En realidad podría volver a jugar?
—Estoy en una etapa buena después de un año y unos meses de lucha, la recuperación parecía que no avanzaba como queríamos, pero había un plan que seguir y el próximo mes el objetivo es, antes de salir al campo, hacer otro proceso hasta que pueda soportar la carga con trabajo de fisioterapia, gimnasio, para la evolución del tobillo.
—¿Pero va a volver?
—La evolución ha sido enorme. Voy a ver cómo me voy sintiendo, pero el anhelo y la pasión por competir están intactos. Si Dios me da la oportunidad y a mitad de año sigo como voy, lo podría considerar —dice Jackson y se lo escucha motivado, ilusionado.
Es que la lesión fue la prueba más dura de su vida profesional. Ahora confiesa que dejó un tiempo de ver fútbol, que le hacía daño. Y dice, medio en broma, que cuando estaba lesionado quería jugar así fuera en una pierna, quería meterse en la pantalla de TV. Le quedó un aprendizaje, aquello de la paciencia, de la persistencia. Y le ve el lado positivo, si no hubiera sido por esas largas jornadas de quietud, quizá no habría desempolvado las letras que llevaban tiempo esperando.
Cuando ya empezó a asimilar que no estaba en el fútbol, volvió prender el TV, a ver los partidos. Estuvo atento de la Selección Colombia. Lamentó la eliminación del Mundial de Catar. Tiene su análisis certero, sin rima, este no lo necesita, es un análisis ya desde afuera. “La inestabilidad al grupo no les ayudó. La Selección Colombia suele cambiar mucho de técnico, hubo cambios en momentos no indicados, aunque las cosa no estuvieran tan bien. Un cambio trae otro juego, otra metodología, y todo eso afecta. Y están los malos resultados en casa…”, dice.
Por ahora, Jackson Martínez seguirá arriba de los escenarios, hablando de su Dios, y seguirá cantando, grabando y rapeando, haciendo rima, mientras los guayos lo siguen esperando.
PABLO ROMERO
Redactor de EL TIEMPO
@PabloRomeroET