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El Barça: los icebergs están más adelante

Barcelona es una caricatura de aquella máquina de hacer fútbol de Pep Guardiola. 

Jorge Barraza
El FC Barcelona es un club maravilloso. Alguien puede quemar 300 millones de euros de los socios en Coutinho y Dembelé, luego irse tranquilamente a descansar a Ibiza y adquirir un bronceado magnífico; no le pasará nada. Esto no ocurre en Microsoft ni en Samsung ni en ninguna de las grandes empresas del mundo.
Los ejecutivos deben dar explicaciones y, casi seguro, van a la calle. En fútbol no es necesario. “No se adaptaron”, se alegará. Y asunto concluido. Igual, el dinero fluye. Barcelona anunció en septiembre que durante el ejercicio financiero actual facturará 1.047 millones de euros en caja, con lo cual se convertirá en el primer club deportivo del mundo en llegar a la barrera de los 1.000 millones de ingresos. Y superarla.
Sin embargo, desde hace años vulnera la ecuación virtuosa que debe regir en todo club de fútbol: generar más dinero para potenciar el equipo y conseguir nuevos éxitos que permitan recaudar más dinero para seguir reforzándose y así continuar ganando. En rigor, el club azulgrana utiliza los recursos para dañar a su equipo y debilitarlo. Porque desde hace años falla una y otra vez en el punto más importante de este deporte: SABER COMPRAR.
Vender bien no es relevante. En una entidad del porte monumental del Barcelona lo importante es depurar siempre el plantel; si se saca millón más o menos no interesa. El tema es qué se compra. Pagar por Coutinho 160 millones de eurps (más altísimas comisiones, largamente superiores al 10 por ciento) es nocivo no ya por la onerosa erogación sino por el perjuicio que sufre el equipo. Luego hizo una operación gravosa de préstamo al Bayern Munich por 8,5 millones de euros y se lo quitó de encima, pero ya Countinho había deambulado en 76 partidos. Dembelé, en cambio, continúa arruinando decenas de ataques prometedores
.
Este año llegó Antoine Griezmann en 135 millones de eurps (más cuantiosas comisiones), en apariencia un fichaje irreprochable dados sus antecedentes en Francia y Atlético de Madrid, pero se lo ve lento, sin conexión con sus compañeros de ofensiva, jugando la bola siempre hacia atrás. No encara, y un futbolista de 135 millones debe, como mínimo, quebrar líneas, producir desequilibrio. Su botín, hasta ahora, es magro: 4 goles en 15 partidos. Incluso le ha tocado ir al banco.
El contexto tampoco lo ayuda. Hace años, sobre todo desde la salida del presidente Joan Laporta en junio de 2010, el club catalán hizo docenas de contrataciones fallidas. A los nombrados pueden agregarse Arda Turan, Digné, Alcácer, André Gomes, Malcom, Vermaelen, Douglas, Boateng, Jeison Murillo, Aleix Vidal, Yerry Mina, Marlon y una larga lista de etcéteras menores. Incluso incorporó cantidades de jugadores en valores importantes al Barça B, que debiera ser proveedor de la Primera, pero todos quedaron en nada.
Ante las dos lesiones sufridas por Jordi Alba, debiera entrar en su lugar Junior Firpo, el dominicano adquirido al Betis en 25 millones. Pero el técnico Ernesto Valverde casi no lo convoca. Semedo, lateral derecho neto, va a la izquierda; Sergi Roberto, volante, pasa al sitio del portugués y Junior al palco. En los pocos minutos disponibles, el exbético mostró un nivel pavoroso. Entonces surgen las preguntas habituales: ¿quién lo fichó…? ¿el técnico dio su aprobación…? Actuaba en esa misma Liga, ¿no lo veían jugar…?
Al equipo siempre lo sostuvieron los jugadores de la casa: Messi, Busquets, Piqué, antes Xavi, Iniesta, Puyol, Pedro. Ahora que unos se retiraron y otros están veteranos, se ven las costuras. Incluso uno de los pocos aciertos de la directiva -Luis Suárez- lleva tiempo en baja forma y acusando una lesión tras otra. Reaparece y marca algunos goles preciosos, pero son más los avances que estropea; la pelota le rebota. Y, aun así, es importante pues los reemplazos no están ni a la altura de Suárez lesionado.
Ahora sí, el Barcelona es una caricatura de aquella máquina de hacer fútbol de Pep Guardiola. Poco a poco se fue desfigurando. Sólo le queda Messi en ofensiva. Leo volvió a hacer un partido hermoso ante el Slavia Praga, pero en una orfandad alarmante. Una sensacional jugada suya arrancando desde detrás de la media cancha, con gambetas y esquives, terminó en un zurdazo que pegó en el travesaño. También deben computarse al extraordinario arquero Ter Stegen y al francés Lenglet en defensa. Ellos sí mantienen un nivel alto. Pero al no haber juego colectivo, todas las individualidades se despintan.
El Slavia ya le había dado un repaso al Barcelona en República Checa, aún perdiendo, y ahora volvió a dárselo en Cataluña, pese al empate en cero. Para peor, al Barça le tocó el grupo más duro de la Champions, compartido con un Inter renovado y fuerte, y con un Borussia Dortmund reforzadísimo, dispuesto a todo. Lo insólito: de los cuatro componentes del grupo, el culé es el de peor juego, pero encabeza las posiciones.
Y aquí viene una comprobación de la importancia del juego: Barcelona es líder en Liga y Champions, pero está en convulsión por su horrendo comportamiento futbolístico. Campea el malhumor y arrecian las críticas, sobre todo hacia Valverde, quien ya en su tercer año evidentemente no logra darle un funcionamiento armónico al equipo. Casi todos los rivales lo superan (lo del Slavia en Praga fue un baile para ruborizarse) y el Barça no tiene respuestas futbolísticas.
El técnico francés Arsene Wenger, actualmente comentarista en la cadena BeIN Sports, hizo una brillante descripción del choque ante el Slavia en el Camp Nou este martes: “Son primeros en liga y primeros en su grupo, pero juegan como si estuvieran en crisis. El juego es demasiado lento, no hay movilidad, en los últimos 30 metros es demasiado individual y en cada balón perdido da la sensación de que encajarán un gol al contragolpe porque no pueden frenar la velocidad del rival… Al equipo le falta dinamismo, energía y confianza”, sentenció al descanso.
Luego hizo hincapié en el factor físico: “Después de 80 minutos, el Barça corrió 97 kilómetros y el Slavia Praga 109. Son 12 kilómetros de diferencia. Nunca había visto tanta diferencia en 80 minutos. Esto demuestra que el Barça ha sido superado físicamente y no ha tenido suficiente velocidad. En la primera parte, Semedo fue peligroso por la derecha, pero perdieron el peligro porque debieron sacar a Alba y ponerlo a Semedo a la izquierda”.
Desde la partida de Guardiola, a mediados de 2012, la dirección técnica ha mostrado una parábola descendente de calidad indiscutible, con Tito Vilanova, Martino, Luis Enrique y Valverde. Menos nivel, menos nivel, menos… Y desde el alejamiento del fabuloso Xavi Hernández en 2015 el equipo perdió el norte futbolístico. Era el gran gurú, indicaba cómo jugar, cuando tocar, cuando acelerar. Él daba el estilo.
Si no reacciona, parece utópico que este equipo, el más caro del mundo, pueda aspirar a algún título este año. Hoy el Barça semeja al Titanic, un poderoso transatlántico, se lo ve imponente, pero recién ha zarpado de puerto. Los icebergs están más adelante.
Jorge Barraza
Para EL TIEMPO
@JorgeBarrazaOK
Jorge Barraza
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