El repique del redoblante ya se puso en sintonía con el ritmo del corazón; la batuta la lleva el bombo (tac, tac, tac), ya todo está listo para el evento más importante de la historia del fútbol suramericano: la final de la Copa Libertadores. Y esta no es una más, este domingo, luego del torrencial aguacero que aplazó el primer partido y aumentó el suspenso, estarán Boca Juniors y River Plate, los dos clubes más emblemáticos de Argentina, que tienen una popularidad enorme en el mundo. Y allí estarán cinco colombianos: Rafael Santos Borré y Juan Fernando Quintero, en River, y Wílmar Barrios, Sebastián Villa y Edwin Cardona, con Boca.
Sin embargo, las realidades de los futbolistas nacionales son distintas y paradójicas. Los dos más talentosos no estarán presentes al inicio: Quintero estará en el banco de suplentes y Cardona irá a la tribuna, ni siquiera será alternativa.
Los que gozarán de la titularidad serán Barrios, Villa y Borré. Al primero le bastaron cinco minutos para ganarse los aplausos y cinco partidos para su primera ovación, que ya se convirtió en una costumbre entre los hinchas de Boca: “Olé, olé, olé, olé, negro, negro”. El juego de Barrios es el del ADN de xeneize, el de pegar, meter y presionar sin descanso, por lo que no fue tan complicado meterse en el corazón boquense.
Villa y Borré la han tenido más complicada porque de entrada tenían que competir contra nombres reconocidos en Boca y River. Villa, que le costó a Boca 2 millones de dólares, está por encima de un ídolo como Tévez y de uno de los refuerzos más polémicos como Zárate, que rondó los 3 millones de dólares. Y Borré, que aprovechó los rendimientos bajos de Ignacio Scocco y Rodrigo Mora, fue letal durante la Libertadores: marcó en los tres partidos de vuelta que jugó River hasta avanzar a la final (Racing, Independiente y Gremio).
En Argentina se han encargado de repetir constantemente que no es una cuestión de vida o muerte, que al otro día seguirá normalmente la vida, que es un partido de fútbol más donde habrá un ganador y un perdedor; y sí, tendrán razón, la vida seguirá, pero el que pierda llevará un lastre en su espalda durante lo que le quede de existencia que jamás olvidará.
Los presidentes de Boca Juniors y River Plate, Daniel Angelici y Rodolfo D'Onofrio, respectivamente, y el titular de la Conmebol, Alejandro Domínguez, dijeron en Buenos Aires que las hinchadas deben vivir el primer Superclásico de la final de la Copa Libertadores 2018 de manera pacífica.
En la rueda de prensa conjunta previa al partido de ida de este sábado en la Bombonera de Boca, en la que no habrá público visitante, Angelici pidió “disfrutarlo en paz y en familia”, mientras que D'Onofrio insistió en que hay que demostrar que “en Argentina no hay grietas, que el fútbol puede ser un puente de acercamiento entre los dos clubes”.
Pero lo cierto es que esta final será la última que se juegue con partidos de ida y vuelta; desde el otro año será en una sede neutral, así que para Boca y River no habrá revancha perfecta nunca, por ahora (porque la Conmebol como dice una cosa dice otra), porque no tendrán la oportunidad de jugar una final en sus míticos estadios: La Bombonera de Boca y El Monumental de Núñez.
El clásico de barrio que se convirtió en un fenómeno mundial paralizará este sábado el mundo del fútbol, al igual que el próximo sábado 24 de noviembre, cuando se conozca el equipo que se llevó la gloria eterna, en la cancha de River.
CAMILO MANRIQUE V.
Redactor de EL TIEMPO
En Twitter: @camilomanriquev