Wílder Medina contesta el teléfono y parece que llevara días esperando esta llamada. Quizá sabía que su nombre iba a ser recordado por la final que disputarán este domingo Santa Fe y Tolima, los dos equipos por los que él pasó, dejando huella. Por eso saluda con alegría y casi sin esperar preguntas comienza a relatar de memoria, y con voz emocionada, los momentos que vivió en uno y otro equipo. Se siente ídolo en ambos clubes.
“Me parece una final bonita –es lo primero que dice– porque pasé por ambos equipos y en los dos dejé huella. En Tolima fui subcampeón (2010) y goleador, hice 16 goles en una temporada (2010-II) y anoté el gol 3.000 del equipo; en Santa Fe la rompí. Fui campeón de la Superliga y llegamos a semifinal de la Copa Libertadores. En ambos equipos solo me faltó el título. Es lindo ese marco, que se enfrenten en la final. Quiero que gane el mejor, ambos tienen los méritos”, dice Wílder, alegre, como si él fuera el que va a disputar la estrella, se siente parte de esos clubes.
En medio de tantos goles y de los momentos que vivió, hay dos instantes, dos golazos que marcaron su paso por Tolima y Santa Fe. Los recuerda como si los hubiera anotado ayer, por lo que significaron para su vida y su carrera.
Primero fue el de Tolima. Se lo marcó justo a Santa Fe en aquel diciembre del 2010. Un gol acabándose el partido que les sacó lágrimas a los santafereños. Tolima ganó 0-1 y pasó a la final. Fue conocido como el ‘wilderazo’. Él recuerda que ese día tuvo mucha presión porque sus problemas de drogadicción ya eran conocidos y la hinchada de Santa Fe lo ofendía. “Fue algo personal, como un reto. Cuando empezaron los ataques contra mí, le pedí a Dios que no me dejara quedar en vergüenza. Yo no cogí la pelota en todo el partido. Esa fue la única y pensé en patear al arco. Hasta Cristian Marrugo me la pedía y no se la di. Pateé con convicción. Es de las revanchas de la vida y del fútbol”, dice Wílder, consciente de las lágrimas que desató en los santafereños.
Luego de sus problemas de adicción, de haber recibido una suspensión de un año por dopaje, y de haber sido despedido del Tolima, Wílder fue rescatado por el propio Santa Fe. El equipo cardenal, el mismo que lloró con ese golazo del 2010, le dio la oportunidad de volver a jugar, de volver a vivir.
Wílder empezó un tratamiento feroz contra su adicción. Regresó al fútbol, a la vida y a marcar goles. Y como no es desagradecido, y como ya había lastimado los corazones rojos, se reivindicó. Allí anotó un gol que la afición no olvida, quizá su gol más importante, aquel frente a Gremio que les dio el paso a cuartos de final de la Copa Libertadores, a 11 minutos del final.
“Dicen que ese gol fue como una revancha mía, no tanto por lo que le hice a Santa Fe al sacarlo en el 2010, sino que fue como volver a vivir. Soñaba ese momento cuando estaba suspendido, hacer un gol así de importante. Lo disfruté mucho –Wílder, que anotó tras una pared con Omar Pérez, se quitó la camiseta, se tiró al suelo, lloró–, aún lo disfruto porque la gente me lo recuerda y se me eriza la piel”, dice Medina, que hoy está sin club, superando una lesión de meniscos y –dice–, listo para jugar uno o dos años más. “Hoy me levanto y respiro aire puro –aclara–, no quiero cambiar eso”.
Por esos goles que hizo, y por mucho más, quedó en el corazón de ambas aficiones. “En el Tolima me quieren mucho, me respetan. La afición me respaldó en los momentos difíciles. Santa Fe fue mi resurrección. Me recogió, me adoptó como un hijo para volver a marcar goles. Fue una nueva oportunidad de ser un ser humano. Eso es lo que más rescato”, concluye Medina.
Pareciera que su corazón está dividido, pero Wílder –que es confeso hincha del América– tiene claro su favorito a este título. “Estoy más recargadito con los leones que con los pijaos”, dice y suelta una risa; al fin y al cabo, en Santa Fe volvió a vivir y a sonreír.
PABLO ROMERO
Redactor de EL TIEMPO
En Twitter: @PabloRomeroET
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