Si usted tiene en su equipo a Juan David Valencia y juega contra Millonarios, sepa ya que va ganando 1-0. Él es de esos jugadores que se ensañan contra cierto rival de azul. Si hay clásico, él está ahí, abriéndose camino en el área rival, burlando a sus tímidos marcadores que no aprenden la lección, para conectar con su cabezazo certero. Lo hizo en el clásico pasado y lo volvió hacer este domingo. Son dos victorias y, con esta, Santa Fe volvió al liderato.
En el área había una batalla, de esas en las que los futbolistas sacan a relucir su fuerza y sus artimañas. Azules y rojos se tomaban de las camisetas, se empujaban, quizá se rasguñaban. Tal vez todos en Millos miraban de cerca, de reojo, a Juan David Valencia, de hecho un par –Domínguez y Figueroa– lo acechaban. Les tocó el trabajo sucio para evitar que hiciera otra diablura. Pero no lo lograron. Cuando la pelota llegó desde el tiro de esquina cobrado por Yámilson Rivera, y Javier López no la pudo conectar, Valencia ya sabía que él iba a ser, otra vez, el héroe. Cabeceó libre y la pelota fue a descansar a la red. Fue el primero y el único gol del partido.
Fue la historia repetida del clásico anterior. Otra vez fue en un tiro de esquina, con el letargo defensivo de Millos que sufre en esos balones, y con un Valencia inspirado, capaz de levantarse como un rascacielos para conectar el balón por encima de los demás 21 jugadores. Esa vez fue a 10 minutos del final, ahora fue en el minuto 33 de la primera parte. Y volvió a ser la figura del clásico, porque aunque esta vez quedaba mucho tiempo por delante, Millonarios no encontró la fórmula para empatar.
Valencia fue un dolor de cabeza para Millos, de esos que comienzan en los ojos y se apoderan de la frente, anulando la claridad y la concentración. Fue un jugador incómodo, un todoterreno de ida y vuelta, de tranco largo, de remate; un jugador insoportable para el rival. Más bien parece una migraña. Al minuto 17 ya había tenido un remate de gol, fue un anunció que en Millos no descifraron. Lo sorprendente es que al minuto 90 todavía estaba corriendo como si nada, generando más problemas, intentando el segundo tanto, que se lo perdió. En Millos no solo terminaron doloridos con él, sino mareados, desconcertados y, por supuesto, aburridos.
Si en el clásico anterior fueron los hinchas azules los que padecieron el gol de Juan David Valencia, ahora fueron los aficionados cardenales, 23.000 aproximadamente, los testigos del gol, y del triunfo que los devolvió al liderato, con 25 puntos y con todo el panorama a favor para clasificar anticipadamente. Valencia les dio ese regalo, otra vez.
90' Termina el partido en El Campín. #MFC pic.twitter.com/xEtSWvefPH
— Millonarios FC (@MillosFCoficial) 28 de agosto de 2017
Millonarios no encontró la aspirina para semejante migraña que fue Valencia. Pero tampoco encontró el remedio para empatar. Lo intentó, todo lo que pudo, hasta donde le dieron sus esfuerzos y sus talentos, pero no lo logró. Atacó y buscó el arco contrario con decisión. Se adueñó muy rápido de la pelota –entre otras cosas porque Santa Fe se le cedió, porque se sentía más cómodo sin ella–, y generó varias oportunidades, pero siempre se encontró con un arquero motivado, con Leandro Castellanos, que respondió de la mejor manera a su convocatoria a la Selección Colombia.
Para fortuna roja y para desgracia azul, Castellanos estaba inspirado, tanto como Valencia. Voló a cada balón, con sus reflejos bien entrenados. Que lo digan hoy Mackalister Silva o Hárold Mosquera, quienes en la primera parte lo fusilaron, lo pusieron en la mira y lo exigieron, y no pudieron vulnerarlo. Y cuando no fue él, fue la fortuna que también lo acompaña: el travesaño fue una extensión de sus manos en un tiro libre de Mosquera que pudo ser el empate. Ese ¡claaan! que se escuchó cuando la pelota golpeó el palo más largo, aún debe tener resonancia en las tribunas vacías de El Campín.
Así que Santa Fe tuvo a dos artífices de lujo para quedarse con el triunfo: a un arquero seguro e imbatible y a un volante-lateral-delantero-todoterreno como Valencia. Y a eso hay que sumarle que el equipo juega con un orden que aunque a veces parece militar, por su disciplina táctica, es flexible: cuando sus jugadores habilidosos se liberan, complican. Santa Fe ha encontrado ese equilibrio y por eso es otra vez el líder.
Su juego fue inteligente. Se valió de su comodidad en la tabla para meterle presión a Millonarios, que necesitaba con más urgencia de la victoria. Esperó a su rival con doble barrera, cada una de a cuatro jugadores bien concentrados, y así, bien armado, sólido, impenetrable, lo desesperó.
Entonces, como Santa Fe ya iba ganando, pues sacó su otra gran arma, el contragolpe. Y le funcionó porque Millos es débil en zona de marca, porque su mediocampo es un terreno baldío, sin dueño y sin vigilancia. Allí no hay perros de presa. Cuando Santa Fe metió el acelerador, Plata, Rivera, Roa y Valencia hicieron estragos, y eso que no patearon al arco. ¿Qué tal donde patearan?
Quizá Juan David Valencia aún no sea un ídolo cardenal, pero seguro sus hinchas ya no olvidarán que ese jugador silencioso e incansable es el dolor de cabeza de Millonarios. Si lo ve de frente, le quiere ganar y le quiere anotar. Este domingo lo ratificó y Santa Fe es líder.
PABLO ROMERO
Redactor de EL TIEMPO
En Twitter: @PabloRomeroET
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