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Fútbol Colombiano

Gustavo Costas, el talismán de Santa Fe

Gustavo Costas, DT de Santa Fe.

Gustavo Costas, DT de Santa Fe.

Foto:Héctor Fabio Zamora/EL TIEMPO

Llevó al equipo a obtener dos estrellas. Es un técnico de cábalas, apasionado, futbolero y ganador.

Redacción El Tiempo
De los ojos de Gustavo Costas estaban encharcados de la emoción. Su mirada, fija en las tribunas rojas, donde los hinchas lo ovacionaron el domingo. Su rostro, conmovido. Sonreía y se daba golpecitos en el pecho, donde tenía el escudo, como ratificándole a la afición que su corazón es de Santa Fe, y que volvió para darles más alegrías, como la novena estrella, pues ya parece un talismán del equipo cardenal.
“En mi vida lo único que sirve es salir campeón”, dijo Costas cuando llegó a Santa Fe en el 2014. No era retórica. Lo demostró muy rápido. Ese mismo año, con solo seis meses en Colombia, ganó la octava estrella cardenal. El domingo pasado, en su segundo ciclo en el club, entregó la novena. Además, ya ganó una Superliga y la Suruga Bank en Japón. A Costas le gusta ganar. Dirige para ganar. El triunfo es su obsesión.
El domingo pasado vivió otra de sus fervorosas batallas. Solo con el final del partido se liberó de su tensión, cuando el título ya no se lo quitaba nadie. Entonces tuvo una catarsis: se le vio correr por la cancha, saltar, dando abrazos fraternales a todo el que se cruzaba por su camino; lanzó sus gritos de batalla, que ahora eran gritos de campeón; lloró y recibió la ovación calurosa de una afición que lo idolatra, que lo extrañaba, que lo quería de regreso al club.
“Estoy en paz porque le pude retribuir a la gente con el título –dijo Costas el domingo, mientras escuchaba el eco de los hinchas coreando su nombre–, porque si no hay título el trabajo no sirve de nada. Por todo el cariño de la gente, como me pidieron que volviera, esto es para ellos”.
Costas, que se marchó en el 2015, regresó para triunfar otra vez. Cuando recién llegó, en reemplazo de Alexis García, fue aclamado como un héroe, como un hijo que volvía a casa. Se reestrenó como le gusta: ganó la Suruga Bank. Entonces, la afición recuperó el encanto, la emoción, el optimismo en su club.
Costas, feliz con el pitazo final.

Costas, feliz con el pitazo final.

Foto:

Un técnico de cábalas
Costas ya parece un amuleto de Santa Fe. No solo por los cuatro títulos que ha ganado, sino por su carisma, por ese entusiasmo con el que se brinda en cada partido, con esa apasionada manera de entrenar, tan única, tan propia de un DT inquieto, tan inquieto como lo fue en su niñez, cuando fue mascota del Racing de Argentina, el equipo que lleva en la sangre, en el que fue futbolista y hasta DT –su deuda es ganar allí como entrenador–. Costas alegraba al público de chico, y ahora, a sus 53 años, lo sigue haciendo.
De Bogotá se ausentó por poco tiempo y volvió siendo el mismo de siempre: un técnico igual de enérgico, que corre más que sus jugadores, que los anima y los mantiene atentos. Que gesticula, alza sus brazos, se contorsiona. El hincha cardenal quizá no olvidará a este DT argentino de pantalones deportivos entubados que da alaridos en El Campín, que carga un cronómetro en todos los partidos, como un fiel escudero –y que tiene hace como mil años, según sus allegados–. Ese es Costas, un técnico especial, apasionado, futbolero, y lleno de cábalas.
Desde su primera etapa en el club llamó la atención por cábalas como mantener la zona técnica impecable, como si se tratara de un altar sagrado que no se puede ensuciar. No le gusta ver basuras allí, es como si trajeran mala suerte. Si las hay por descuido de alguien, él mismo las recoge –cuentan allegados–. También tiene en cuenta la indumentaria: el uniforme con que se gana un partido no lo cambia, al punto de que en el 2014 institucionalizó las medias blancas, por pura cábala. Así es él, tan pendiente de cada detalle, del azar, del destino.
En el banquillo técnico es normal verlo antes de los partidos con los ojos cerrados dándole tres besos a una estampita. Costas es devoto del Señor de los Milagros, algo que nació con su paso por Alianza Lima, por lo que se encomienda antes de cada desafío.
El DT latinoamericano
Costas es argentino, pero parece colombiano, peruano, ecuatoriano o paraguayo. En todos esos países ha dirigido con éxito, como si se tratara de un prócer. Ganó dos títulos de liga en Perú (Alianza Lima), uno en Paraguay (Cerro) y uno en Ecuador (Barcelona). Al ganar en Colombia, la octava estrella cardenal en el 2014, se le empezó a conocer como el Mourinho argentino, pues había ganado en cuatro ligas diferentes, como el DT portugués que ganó en España, Inglaterra, Portugal e Italia.
Pero Costas no se detiene. No se conforma. Sigue ganando. Le ha ido bien casi en todas partes. Menos en Arabia Saudita, una experiencia fugaz. Tampoco en el Atlas de México, donde estuvo mientras se ausentó de Santa Fe. Su camino era estar de vuelta a Bogotá. Por eso volvió, y claro, para ser otra vez campeón, lo único que le sirve en su vida.
Costas y los jugadores, felices.

Costas y los jugadores, felices.

Foto:

La novena...
Costas cogió un equipo humilde, liviano, en crisis, y lo volvió un equipo fuerte, sólido en defensa. Impenetrable. Al fin y al cabo, de defender conoce bien: como futbolista fue defensor central de Racing –tiene el récord de más partidos jugados en ese club argentino–.
No pudo ganarlo todo este semestre, como era su idea inicial (con la Suramericana, la Copa Colombia y la Recopa), pero es que él no había armado el equipo, no lo conocía, no era el suyo. Le llevó tiempo adaptarse, detectar qué le convenía. Entonces lo puso a tono físicamente, se dio cuenta de que tenía más volantes destructores que armadores, y lo puso a defender y a contragolpear.
“Puede que este no sea el fútbol más vistoso –reconoce–, pero logramos ser el equipo que ganó dos títulos en este semestre. Nos criticaban tanto, y fuimos los que más ganamos”.
Gustavo Costas volvió a demostrar que es un técnico ganador. Y Santa Fe, que ya ganó una Copa Suramericana –con el DT Gerardo Pelusso–, tiene por delante ahora una nueva Copa Libertadores, la quinta consecutiva. Es el nuevo desafío para un club que tiene su mejor amuleto para seguir alzando copas: un técnico que sabe ganar.
PABLO ROMERO
Redactor de EL TIEMPO
Twitter: @PabloRomeroET
Redacción El Tiempo
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