No hay nada más poético que la vida. La poesía es la vida misma, y al revés.
Y por eso, nada más poético que el fútbol, que refleja la vida, la espeja con toda su paradoja, con toda su contradicción.
Pasto no tenía cómo hacerle un gol al Junior para empatar la final que traía pérdida desde Barranquilla, 1-0. Intentó atacar todo el partido de anoche en Bogotá, la ciudad que terminó siendo la casa del título porque la Dimayor ordenó no jugar en Ipiales, la casa del Pasto durante todo el torneo.
Decía que Pasto no tenía cómo hacer el gol que igualara la serie final en el partido de anoche porque en la poesía del fútbol, Junior, la vara del juego bonito y ofensivo en Colombia, se defendía cerrado, serio, sólido, como cualquier Italia en catenaccio, en candado sin llave... ¡Tenía la ventaja!
Y la poética obvia del resultado en Barranquilla hizo que Pasto, un equipo que llegó a la final por serio atrás y cerrado en zaga, atacara, que intentara ser seda cuando siempre fue overol.
Es tan bello este juego que el sólido Junior solo se rompió por un error inmenso, por un fallo grosero de Fuentes. Pasto no tenía cómo anotar
Es tan bello este juego que el sólido Junior solo se rompió por un error inmenso, por un fallo grosero de Fuentes. Pasto no tenía cómo anotar. Esa es la verdad. Y Fuentes falló: Vanegas le sacó la cartera del bolsillo, le quitó la bola en la cara del área y la metió para el gol increíble, apenas a nueve minutos del final. Una tragedia para Junior. Un verdadero milagro para Pasto.
Así, con el 1-1 global en la final, la estrella brillaría en el desempate por penaltis.
Cinco jugadores del Junior pasaron por el punto de máxima tensión y no se equivocaron. Remate y gol.
Cuatro jugadores del Pasto congelaron los nervios en cuatro remates a gol, como cubos en un whisky.
Pero –ya les dije– el fútbol tiene una poesía inexplicable, que a veces rima coja o con lo absurdo: Vanegas, el mismo que hizo el gol imposible gracias a un error, se careó con Viera, el portero con nervios de acero del Junior. Lo mandó callar antes de poner el balón en el punto de la verdad. Cuando lo puso y lo pateó a las nubes. El ángel ya era el demonio. De salvador a verdugo.
De esté nueve-cito título del Junior me quedó con la poesía de Julio Comesaña, su viejo nuevo técnico, su siempre técnico: “Solo quiero darle felicidad a la gente de Barranquilla, a otros seres humanos que se hacen felices por nosotros”. ¡Crac! Desde antes, y solo por eso, me declaro hincha de Julio porque eso es el poema del fútbol, hecho hoy el noveno título del Junior campeón.
GABRIEL MELUK
Editor de Deportes EL TIEMPO
Comentar