Desde 2018, el fútbol colombiano entró en un cono de sombra del que le ha costado salir. Ningún equipo del país ha superado la fase de grupos de la Copa Libertadores desde entonces, aunque este año Tolima y Cali parecen tener con qué pelear una casilla en octavos. Y en la Sudamericana, desde que Junior fue finalista ese año y perdió el título con Atlético Paranaense, tampoco se ha avanzado más allá de cuartos de final.
Ahora que en el fútbol se miden muchos factores que antes no se tenían muy en cuenta, la Liga colombiana queda mal parada en muchos aspectos. Y todos esos pecados capitales que se cometen adentro se terminan pagando en las participaciones internacionales.
Ya desde hace algún tiempo, algunos entrenadores habían encendido las alarmas sobre lo que se está jugando en el país y las consecuencias que trae apenas se sella el pasaporte.
“Nos cuestan estas intensidades, nos cuesta cuando salimos a competir. En estos escenarios nos cuesta, nuestra Liga no es tan fuerte para pensar que salimos internacionalmente y con nuestro ritmo nos va a alcanzar. Yo creo que no pasa por un equipo específico, sino que pasa más por lo que pasa por nuestra liga”, dijo Amaranto Perea, entonces técnico del Junior de Barranquilla, en 2020. Y muchos terminaron señalándolo.
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“Acá hemos mejorado en algunas cosas: los camerinos, los bancos donde se dirige, la pelota ha cambiado, los guayos son los mismos que usan en Europa. Las canchas mejoraron y propician que el juego sea más rápido, más dinámico, pero el tema de la lentitud en el juego nuestro, de la falta de intensidad, tiene que ver con varias cosas”, explicó Juan José Peláez, técnico campeón de Liga y subcampeón de Copa Libertadores con Nacional, y también exentrenador de Santa Fe, Junior y Medellín.
Un estudio del Observatorio del Fútbol CIES, que midió durante un año el tiempo que se pierde por faltas y los segundos que se tarda en reanudar el juego en 38 ligas del mundo, dejó muy mal parada a la Liga colombiana: fue segunda en uno y primera en el otro (véase gráfico).
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“Acá no hay ninguno que no lo haya hecho, todos de alguna forma estimulamos la pérdida de tiempo. ¿Que al final se descuenta eso? El problema no es que se agregue el tiempo que se descuenta, sino que se corta el ritmo del juego y eso atenta contra el equipo que quiere jugar, que coge ritmo”, reconoció Peláez.
“Acá no hay ningún que no lo haya hecho, todos de alguna forma estimulamos la pérdida de tiempo".
El segundo pecado está directamente relacionado con el primero, y es el tiempo efectivo de juego en los partidos del campeonato local. En promedio, se juegan poco más de 49 minutos por encuentro, una cifra baja comparada con, por ejemplo, la de la Bundesliga, donde el tiempo efectivo supera los 63 minutos.
Además de las faltas y las simulaciones, algunos también asignan responsabilidad a los árbitros sobre esa dificultad para tomar ritmo de juego. “Nuestros árbitros generalmente conocen las leyes, pero desconocen el juego”, señaló Arturo Boyacá, director técnico de Patriotas, uno de los equipos mejor calificados en ese aspecto en lo que va del actual campeonato.
Peláez también marca la responsabilidad de los árbitros en lo que sucede: “Si los árbitros no se preocupan por conocer, de hacer una estadística de quiénes son las más teatreros y simuladores, así va a ser difícil. Así como refrescan sus decisiones en cuanto a faltas y temas de reglamento, tienen que saber en qué momento un jugador finge, cuáles son los que más fingen, y esa simulación se tiene que castigar por amarilla”, puntualizó.
La Liga colombiana es, en lo que va de la actual temporada, la segunda en la que más tarjetas amarillas se muestran. Hasta la fecha 17, iban 927 amonestaciones, para un promedio de 5,34, solamente superada por Uruguay, que tiene un promedio de 6,13.
Y en las primeras 17 fechas se han mostrado 58 tarjetas rojas, una más que en toda la Liga 2021-II (con 56 partidos menos) y nueve más que en la edición 2021-I, cuando se jugaron 185 partidos. Hasta el viernes, iban 170. El promedio de expulsiones, hasta ahora, es el más alto desde la Liga 2015-I, cuando se mostraron 98 cartones rojos, 0,45 por encuentro. Hoy está en 0,34.
Hasta el final de la fecha 17, y sin contar los juegos de este fin de semana, la Liga colombiana tenía el peor promedio de goles de todos los torneos de Suramérica: 2,15 tantos por partido.
Este es el peor dato desde la Liga 2018-I, cuando se registró el promedio de goles más malo de toda la historia del fútbol colombiano, 2,08 por encuentro. Sin embargo, en los últimos 10 años ha habido ocho campeonatos en los que el promedio ha estado por debajo de 2,2. El problema no es nuevo.
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Uno de los que ha sido muy crítico en este sentido es el extécnico del América, Nacional, Once Caldas y Millonarios, quien en diciembre del año pasado hizo una larga reflexión al respecto.
"Es el momento para reflexionar cuál es el presente de nuestro fútbol y qué queremos nosotros que sea nuestro fútbol en cinco o diez años”.
"Una cosa es jugar a lo que salga; otra cosa es jugar a una bola, como dirían en Brasil, y otra cosa es salir a ganar proponiendo, y un escenario muy diferente, es salir a ganar con la obligación de ganar proponiendo. Es el momento para reflexionar cuál es el presente de nuestro fútbol y qué queremos nosotros que sea nuestro fútbol en cinco o diez años”, dijo entonces Osorio.
"Creo que es el momento de pedirle al fútbol colombiano que consideremos otras ideas de juego. Porque no depende de uno, depende de donde el rival quiera, incluso con jugadores limitados, darle el espacio a uno”, agregó.
“Cada vez toma más fuerza la cultura del resultado, que permite el ‘hay que ganar como sea’ por encima del compromiso, por mejorar el juego”, opinó Boyacá. “La cultura táctica, en general, está enfocada en que nuestro equipo no reciba gol”, aseguró.
El técnico de Patriotas también explica la falta de gol en aspectos como la “deficiencia en los procesos formativos de nuestros jugadores”. Un tema en el que también coincide Peláez.
“Las metodologías de entrenamiento no sé si sean las más adecuadas para que el fútbol se haga más dinámico; para eso, los entrenadores tienen que tener la idea de un fútbol distinto hoy, de un fútbol más dinámico, más vertical”, explicó.
Otro factor que afecta el desarrollo del fútbol colombiano es la cantidad de partidos que se juegan en el país. Mientras, hasta el viernes, iban 170 encuentros de Liga, en ninguno de los campeonatos del resto del continente, salvo Brasil, donde se juegan los estaduales antes del Brasileirão, y el extraño y larguísimo formato de la Copa de la Liga Argentina, se habían disputado más de 100 partidos. El que más tenía era el de Perú, con 98 encuentros.
Solamente contando los partidos de Liga, en Colombia están programados para el 2022, 452 partidos en los dos torneos anuales. Las ligas de 20 equipos en Europa disputan 380, y otras, como la Bundesliga, que solo tienen 18 equipos en primera división, tienen un calendario con 340.
Peláez considera que el sistema con los dos torneos anuales, que se disputa desde 2002, es perjudicial para el desarrollo del juego de los equipos. “Los torneos de cuatro meses y medio no te dan competitividad, están mandados a recoger. Ese formato no te da la competencia ideal para salir internacionalmente”, señaló.
Tolima, Cali, Junior y Medellín, los sobrevivientes colombianos en torneos de la Conmebol, luchan por seguir adelante. Pero aún hay muchos pecados por corregir en el torneo local.
José Orlando Ascencio
Subeditor de Deportes
@josasc