La decencia y el manual de estilo de este diario me impiden escribir la palabra exacta –y muy futbolera, eso sí– que explica de manera clara y contundente la eliminación de Millonarios de la final de la Liga por la derrota 1-2 que sufrió contra América en Bogotá, en una terrible tarde de pesadilla y espanto para ellos y sus hinchas.
Diré entonces sinónimos decorosos pero, quizás, menos futboleros y dicientes. Así, pues, Millos perdió porque se... ¡acobardó! Millos no salió con nada porque se... ¡achantó! Millos no jugó la final que muchos de sus hinchas presumían (incluso, creo, como lo sentían varios de sus jugadores) porque se... ¡amedrentó! Millos se... ¡arrugó!
Es increíble que Millonarios haya hecho el gol, abierto la cuenta ¡apenas a los 9 minutos! y, cuando ya había hecho en teoría lo más difícil, en lugar de ganar confianza, de sentirse superior, de mostrar por qué había sido el de mejor campaña en la Liga, entró en pánico y, sí, se arrugó. A los 9 minutos, entonces, los jugadores se metieron en su campo y se desentendieron del partido: empezaron a reventar la pelota sin sentido, como pidiendo tiempo desde ese momento, como si en lugar de tener que resolver todo un partido aún por jugar, quedaran solo pocos segundos.
Y engarrotados del miedo, muertos del pánico, presos de la presión en la victoria que tenían (insisto, eso es increíble) perdían el balón, se lo tiraban al contrario, les rebotaba en las canillas, les quemaba en los guayos. Correteaban a los americanos que jugaron un partido simple, bien: se hacían pases entre ellos, ganaban los duelos de disputas de balón, tiraban centros y le pateaban al portero Ramiro Sánchez, que fue el mejor en la vergüenza azul. A los seis minutos del segundo tiempo, América logró el 1-1, y ese gol fue un recto a la mandíbula que tumbó a Millonarios. Nunca más se levantó. Por eso llegó el 1-2. Y pudo perder más largo.
Ni Duque, ni Mackalister ni Marrugo, en teoría los pesados, sacaron algo de casta. Los duros se ablandaron. Cuando el técnico Pinto, impotente como su equipo, metió a Ovelar y a Montoya dizque para solucionar, recordé algo que me pasó de niño: iba con mi familia de vacaciones. El avión, a los 5 minutos de decolar, tuvo que regresar a la pista de El Dorado por una falla. En tierra, de pronto entró una cuadrilla de hombres de overol rojo. Cuando mi papá vio al primero de ellos me dijo: “¡Pero si es el ‘Mono’ Pérez! Ese estudió conmigo en la universidad y era el peor, el más malo de todos. Ahora sí va a quedar bien arreglada esta vaina”. Ovelar, Montoya y el ‘Mono’ Pérez... ¡La misma vaina!
Pasto y Junior son los justísimos finalistas de la Liga porque mostraron que tenían la pasta para estar en ella, el carácter para ganar los partidos que debían ganar y porque no se arrugaron, como Millonarios, que se...
GABRIEL MELUK
Editor de Deportes
@Meluklecuenta