El 18 de noviembre de 1981, María Verónica Romero Buitrago y su esposo, Jorge Enrique Gómez (q. e. p. d.), se alistaban para asistir al estadio Manuel Murillo Toro, de Ibagué, con la idea de alentar a su amado Deportes Tolima.
Siempre iban acompañados de Manuel Romero, pero ese día, como el juego era de noche, Verónica y su marido decidieron comprar la boleta para la tribuna oriental.
Ella estaba embarazada, esperaba a Fredy, su hijo que hoy tiene 34 años. Minutos antes del comienzo del compromiso contra el Cali, clave en las aspiraciones del Tolima de disputar las instancias finales del torneo, un estruendo se escuchó en el estadio; de la tribuna occidental salía un polvero impresionante, se escuchaban gritos de auxilio, se pedían ambulancias, era un caos.
Parte de la baranda de esa tribuna cedió; hasta los jugadores del Tolima y del Cali salieron de los camerinos y colaboraron en el rescate de los heridos, pero el saldo fue lamentable: 17 aficionados murieron y otros 30 quedaron heridos.
En la lista de fallecidos figuró Manuel, el compadre de Verónica y de Jorge. “Mijo, es que ese día no nos tocaba”, dijo ella, para quien ese es el recuerdo más amargo de sus tardes y noches de fútbol.
“Fuimos al hospital Federico Lleras, pero mi compadre estaba muerto, una varilla le atravesó la cabeza. Ese día fue triste, imborrable, tremendo; aun así fuimos a Bogotá a apoyar al equipo, estuve en el partido contra Junior, el último; gozamos con ese gol en el minuto final de Heberto Carrillo que nos dio el subtítulo, fue una fiesta, tiramos las hojas de tamal a la cancha, en las que llevábamos el mecato”, recordó.
Verónica nació el 14 de enero de 1948, en La Dorada, Caldas, pero llegó a Ibagué en 1972. “Siempre he sido hincha del Tolima, nunca del Caldas; he perseguido al equipo siempre, lo he apoyado en las malas y en las buenas”, recordó la mamá de Jorge y Fredy, sus hijos, quienes le acolitan la ida al estadio; que sufra por el Deportes Tolima.
Si ese 18 de noviembre fue triste para ella, qué decir del 7 de noviembre de 1993, cuando el Tolima le ganó al Pereira 2-0, pero el triunfo del Cúcuta mandó al conjunto pijao a la serie B.
“Ese fue otro sufrimiento. Llevé dos velas; las tenía en la gradería, las prendí, pero no sirvió de nada. Fue muy triste, me enfermé; uno sufre mucho por el equipo, como esa vez”, señaló Verónica, a quien poco le importa que haya sido sometida a una operación de corazón abierto porque lo que vale es alentar al Tolima: “Si me da un infarto y me muero por el Tolima, pues me voy feliz”, agregó.
Vibró con el gol inolvidable de Hugo Arrieta con el que el conjunto de Ibagué volvió a la A en 1994; el zapatazo del vallenato infló la valla de Lanceros de Boyacá, y el Tolima salió de la B, categoría en la que solo estuvo un año.
“Me conozco todas esas canchas de la B, nosotros íbamos a ver jugar al equipo. Una vez nos agarraron a piedra en Tunja, cuando enfrentamos a Lanceros Boyacá, y corríamos a buscar refugio; es que allá la gente es brava”, recordó María Verónica.
El día de la estrella
Tolima solo tiene un título en su historia, una estrella en su escudo, la que le ganó al Cali en los penaltis el inolvidable 21 de diciembre de 2003.
Verónica fue a la capital del Valle; el bus en el que viajaba fue parado por la policía en Yumbo, hicieron bajar a todos los hinchas y les decomisaron los tubos de las banderas.
“Entramos al estadio; los penaltis se cobraron frente a nosotros, y cuando Jorge Artigas metió la pelota al arco, pues imagínese la felicidad, el título, la estrella. Nos cogieron el bus a piedra, nos rompieron los vidrios, llegamos a Ibagué como a las 2 de la mañana y había gente borracha, tirada en las calles, el desorden más duro que haya visto”, precisó.
En su casa guarda con mucho cariño cajas de cartón en las que colecciona recortes de periódicos, afiches, álbumes, y tiene empacadas y marcadas, año por año, las colillas de las boletas con las que ingresa a los estadios.
A sus 68 años, Verónica se sienta en la sala de su casa y escarba en las cajas, saca los afiches del glorioso Kokoriko Tolima, el equipo que entre 1980 y 1981 les dio muchas alegrías, a ella, a su familia y a los aficionados.
“El ídolo de toda la vida es Víctor Hugo del Río; era el volante, llevó siempre el número ‘10’. Gilberto ‘Alcatraz’ García era el que le metía los pases y el argentino metía los goles, gran jugador. Vive en Ibagué, lo veo muchas veces, pero solo en una ocasión me tomé una foto con él, pero la tengo perdida”, dijo.
Ella y sus dos hijos estarán listos hoy, con la camiseta vino tinto y oro puesta para alentar al elenco de Alberto Gamero, que en Bogotá luchará por su segunda estrella, luego del 0-0 del miércoles pasado en Ibagué.
“Vamos a salir campeones, tengo fe porque Tolima es más fuerte, de visitante nos va mejor que de locales. Ojalá se ilumine Ángelo (Rodríguez) y que juegue (Santiago) Montoya, porque (Armando) Vargas no puede debido a la acumulación de amarillas”, agregó Verónica, a quien le gustaría celebrar la segunda estrella comiendo tamal y lechona, pero la diabetes se lo impide. “Lo que importa es el título, sé que me tengo que cuidar porque quiero ver por muchos años más a mi Tolima del alma, al que siempre he seguido”, agregó.
LISANDRO RENGIFO
Redactor de DEPORTES
En Twitter: @LisandroAbel