Duván Zapata y su esposa, Diana Montaño, estaban en una cena. Él estaba tranquilo; ella, nerviosa, miraba su celular con desespero. Estaba por salir la convocatoria de la Selección Colombia para la Copa América, y ella temblaba, impaciente, actualizaba la página una y otra vez. Duván seguía inmutable. Ya habían tenido la experiencia de Rusia 2018, cuando quedó afuera, así que esta vez se lo tomaba con tranquilidad. Hasta que al fin salió la convocatoria, Diana miró la lista: arqueros, defensas, volantes y delanteros, no veía bien, era borroso, leyó Falcao, Muriel, Roger y sí, ahí estaba su esposo, Duván Zapata; un alivio.
Diana conoció a Duván por un amigo en común, hace 9 años. Ella nunca llegó a pensar que sería la novia y luego la esposa de un futbolista. Ella entendía muy poco de fútbol, pero se enamoraron, se casaron, tienen dos hijos y viven felices en Italia. Por estos días, ella acompaña a Duván en la Copa América. En un hotel de Sao Paulo, lejos de la concentración de la Selección, Diana habla de su marido y se le iluminan los ojos.
“La parte más difícil de ser la esposa de Duván es perder la privacidad, y estar lejos de la familia, la soledad, cambiar de ciudad cada tanto, renunciar a proyectos personales. Pero hay cosas que compensan los sacrificios. Estamos disfrutando este momento de Duván”, dice Diana, que es de piel morena y lleva gafas de moda, blusa rosa y pantalón negro. Aclara que no es modelo, que no sabe de modelaje y que no es amiga de entrevistas. Pero es muy cordial, sencilla.
La familia Zapata lleva seis años en Italia. Ella lo ha acompañado en cada paso: Nápoles, Udinese y Atalanta, el club donde se consagró esta temporada. Viven en el centro de la ciudad de Bérgamo, a la vista de cualquiera. Todas las mañanas, Duván sale a dejar los niños para el colegio y a comprar el desayuno, le lleva a Diana capuchino y croissant. Duván lleva una vida tranquila, come helado por la ciudad, camina con normalidad, como si no fuera el temible goleador que es. Sin embargo, en cada lugar, en la portería o en las tiendas cercanas, los hinchas le dejan camisetas del Atalanta para que las firme, incluso a Diana le escriben los papás de los compañeros de sus hijos en el colegio para lo mismo. Un día, de vez en cuando, Zapata se toma su tiempo y firma todo. Luego, Diana reparte las cosas en la portería, en las tiendas.

Diana Montaño, esposa de Duván Zapata.
Carlos Ortega /CEET
Zapata, dice Diana, es un hombre sencillo, que no ha perdido la humildad. Le gustan las cosas simples. Su mayor lujo es su colección de camisetas que intercambia con otros futbolistas, pero sobre todo su colección de zapatos. “Tiene más zapatos que yo, son demasiados, un problema en cada trasteo, y las chaquetas... Lo curioso es que yo siempre lo veo con la misma ropa, je, je, je”, dice ella, que es tímida, pero cuando habla de la vida y la carrera de su esposo sonríe todo el tiempo.
Tienen dos hijos, Dantzel (6 años) y Dayton (4), las otras adoraciones de Duván, aunque no puede estar con ellos todo el tiempo que quisiera. Pero cuando sí, juegan, ven películas, trasnochan. “Es como tener tres hijos”, dice Diana y se ríe otra vez. Ella es su constante apoyo. Aunque poco hablan de fútbol. Zapata no llega a la casa a hablar de goles. Es ella la que ya ha aprendido, la que le dice cómo jugó, la que lo critica si es necesario. “Le digo ‘amor, debiste jugar mejor’ o ‘no te vi ganas, tienes que sudar más’. Es que ellos son humanos y a veces pueden dar más. Yo soy sincera con él”.
Hace calor, Diana pide una botella de agua, se refresca y aclara la garganta; luego, cuenta que la vida les ha cambiado mucho. Ahora, Duván es una estrella, y cómo no si hizo más goles que Cristiano Ronaldo en Italia, 23 en total, contra 21 del portugués. “Cada partido cruzábamos los dedos para que él no anotara, Duván quería quedar de máximo goleador, quedó segundo y está muy bien. Esto le va a permitir seguir soñando. Le demuestra que tiene que creer y plantearse metas”, dice ella, que tiene una banderita de Colombia entre las manos, porque la camiseta de la Selección la mandó a lavar para que esté impecable en el partido de mañana contra Chile.
Diana solo tiene elogios para su esposo, dice que es juicioso, responsable. “Él va del entreno a la casa y de la casa al entreno. Si lo ven que sale por ahí, pues anda conmigo, con su esposa… ja, ja, ja”.
Lo del mundial es pasado, un recuerdo amargo que golpeó fuerte a la familia Zapata. Los planes estaban hechos, las maletas para Rusia listas. Por eso cuando Duván no apareció en la lista, hubo un momento de desilusión. Pero pasó rápido, a los pocos meses llegaba a Atalanta para tener esta temporada maravillosa; y ahora vive un nuevo momento en la Selección, ya lleva dos goles en la Copa y se dio el lujo de jugar de titular contra Catar, en vez de Falcao.

Diana Montaño, esposa de Duván Zapata.
Carlos Ortega /CEET
“Tal vez para el mundial le faltaba madurez o más preparación, yo creo que esta vez sí es su momento, lo está viviendo con ese fresquito de que realmente hizo las cosas bien y se merece estar en la Selección, se ha ganado el puesto, sin demeritar a nadie. Él está viviendo esto con mucha humildad y tranquilidad. Esa nobleza de tener los pies en la tierra es lo que lo hace grande. Si no iba a la Copa, nos íbamos de vacaciones, porque ese tiempo nos sirve”, dice Diana.
Para ella todo esto es nuevo. Estar en el entorno de la Selección, conocer a las familias de los otros jugadores. Conocer a los otros jugadores, aunque no ha podido ver a James. Al que sí vio fue a Falcao, y el encuentro fue inesperado; cuando lo recuerda, se sonroja. “Estaba sentada con Duván en una visita en el hotel y se me acerca Falcao y me saluda, me da la mano, yo ni lo miré; cuando me di cuenta de que era él, me paré, ‘ay, mucho gusto’ y Duván me molestó, je, je. Es un honor poderlo conocer porque siento mucho respeto por él, Duván también, respeto y admiración. Duván me dice que es muy buena persona. Respetamos a cada jugador de la Selección”.
En el partido contra Catar, Duván apareció de titular en el puesto de Falcao. Diana estaba emocionada, no lo podía creer. “Siempre le digo que cuando entre a la cancha se juegue cada minuto; si son 5, como si fueran los últimos. Pero de este lado se sufre, hay dolor de estómago, ansias, y fue un orgullo verlo de titular. No pensé que iba a jugar todo el partido. Cuando iba a entrar Falcao, yo decía ‘lo van a sacar’, y no, no lo sacaron, eso quiere decir mucho. Creo que le están dando más confianza”, dice ella, que lo único que le pide a su esposo es que no se quite más la camiseta, como en el gol contra Argentina. “No, amor, no queremos más amarillas”, dice y se ríe de nuevo.
Los momentos que ha podido compartir con Duván durante la Copa han sido mínimos. De hecho, el día del padre llegó al hotel de la Selección y se dio cuenta de que se le había quedado el regalo, unos audífonos negros, pero tuvo como reivindicarse. Zapata la puso a que le hiciera el peinado para el partido contra Catar. Diana desde hace un tiempo es la que lo peina. “A punta de tutoriales aprendí, y a él le gusta. Le gusta cómo se ve, el estilo”.
-¿Y están felices en Bérgamo? –La pregunta es de rigor. A Zapata lo quieren muchos equipos.–
–Sí, pero no sabemos qué va a pasar. Estamos cómodos, pero si viene algo mejor para su carrera, empacamos los zapatos y nos vamos.
PABLO ROMERO
Enviado especial de EL TIEMPO
Sapo
En Twitter: @PabloRomeroET