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El fin de la revolución... (Opinión)

Su nuevo rótulo de candidato al título de Brasil es apenas una consecuencia.

Jenny Gámez
Es la misma realidad: un portero que ayuda a ganar partidos, una defensa sólida y con rodaje, un cabeza de área imbatible, un creativo que hace diferencia y un delantero con gol. Antes y después de la llegada de Carlos Queiroz, Colombia ya era Colombia.
La diferencia hoy es que los ajustes que exigía el equipo para dar el salto de calidad se hacen exclusivamente sobre la base del rendimiento, aunque en el camino se sacrifiquen ilustres nombres. El grupo por encima del individuo en modo aplanadora, sin concesiones.
Eso, y la intención decidida de un grupo que entiende, como anunció James, que esta puede ser una oportunidad única de ganar un título justo para una generación dorada, confluyen ahora en las manos de un entrenador con un pragmatismo que nunca antes se experimentó y que supo hacer ajustes y no revoluciones, respetar la memoria futbolística y fortalecerla sobre aquello que había construido, ya sin la vanidad del derecho de autor.
Y así, a la presión de 20 años sin vencer a Argentina, se responde en la cancha con un Cuadrado inédito en la primera línea de volantes, un James tirado a la derecha, un Falcao con obligaciones de marca y un Barrios en modo Rambo con tiempo para hacerse cargo de Messi, jugar en una pierna al cierre y hacer cara de desentendido en una accidental devolución.
Esa es la estructura que luego permite que uno fuera del radar, como Roger Martínez, tenga espacio para sorprender con diagonales, que Duván Zapata se coma en un asado a una defensa de madera y que, al final, hoy la discusión sea cuál de tantas nuevas fichas debe sumarse al rompecabezas y no, como en Argentina, por dónde carajos comenzar.
No es cierto, como dice ‘Bolillo’ Gómez, que cualquier entrenador gana con esta Selección. Eso es irrespetuoso. Hacen falta escuela, desapego y autoridad para mirar a las estrellas a los ojos sin sucumbir ante su brillo. Tal vez él mismo no cumpla el requisito.
Colombia creció, supo sufrir –como dirían los futbolistas– y aparece hoy sobre la pasarela de la Copa América con look europeo, luciendo con la misma gracia la gala del atacante y el overol del defensor. No es que no supiera hacerlo antes. Es que ahora entiende por qué, para qué y hasta dónde. Su nuevo rótulo de candidato al título de Brasil es apenas una consecuencia.
Pétalos y espinas...
Jenny Gámez A.
Editora de Futbolred
Jenny Gámez
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