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Copa América 2019

São Cristóvão, el club que vio nacer al fenómeno Ronaldo

La canchita contra el muro que grita que allí nació Ronaldo, el Fenómeno.

La canchita contra el muro que grita que allí nació Ronaldo, el Fenómeno.

Foto:Pablo Romero

En este humilde equipo, en Río de Janeiro, comenzó la carrera futbolística del legendario delantero.

Si uno pasa de manera distraída por allí, no se ve más que una canchita de fútbol con sus pequeñas tribunas blancas. Pero uno no puede pasar distraído por este lugar en Río de Janeiro. Una frase, en letras negras sobre una pared manchada, detrás de la portería sin mallas, obliga a mirar. ‘Estadio Ronaldo Nazário’, dice, como para despertar curiosidad. Y más arriba, otra frase que certifica que esta no es cualquier cancha, que es especial. ‘Aqui Nasceu o Fenômeno’, dice, y cualquier fanático del fútbol sabe de qué le están hablando.
Flavio Moncayo es uno de esos fanáticos. Llegó con su familia muy temprano al estadio, en el barrio São Cristóvão, ubicado entre lavaderos de autos, montallantas, tienditas, industrias y bajo un enorme puente que pasa justo al lado del estadio. Desde que Flavio supo que la Copa América era en Brasil, contaba las horas para hacer esta visita. Es colombiano, cartagenero, juega fútbol, de delantero, tiene 30 años y lleva puesta la camiseta amarilla de la selección de Brasil. A su espalda, el número 9 y el nombre de su ídolo: Ronaldo, con quien tiene un aire de parecido físico. A él no le importaban las playas de Copacabana ni le interesaba el Maracaná, él lo que quería era estar en el envejecido estadio en el que comenzó su carrera Ronaldo Nazário, uno de los mejores atacantes que ha dado el fútbol brasileño, tan completo y tan letal que en todo el mundo se lo conoce como Fenómeno.
Nadie se dio cuenta de la llegada de Flavio. Fue hacia la pared blanca y agrietada detrás del arco sin mallas donde se inscribe, como si fuera una escritura, que ahí empezó la carrera del Fenómeno, en el club São Cristóvão. Flavio caminó la grama dispareja y llena de huecos, los pies le temblaban, y se paró allí a mirar, con las lágrimas contenidas. Su momento de emoción fue interrumpido por Renato, el cuidador del estadio, que además es gerente, administrador, todero y exfutbolista del club. “¿Qué hacen aquí?”, dijo Renato, furioso por la presencia de los intrusos que pisaban la cancha como si fuera el Maracaná, y sin pedir permiso. “Quiero tomarme una foto”, dijo Flavio, al que ni con policía lo hubieran podido sacar de ahí hasta no cumplir su propósito. Afortunadamente, Renato entendió, está acostumbrado a esas visitas, porque cientos de fanáticos y periodistas llegan cada tanto a estos predios, y solo para conocer el origen de Ronaldo.
Flavio es un fanático obsesivo. En su casa tiene 25 camisetas de su ídolo, de todos los equipos en los que jugó. Conoce su historia, sabe que ganó dos Balones de Oro (1997 y 2002) y dos mundiales (1994 y 2002). Dice que solo lo ha visto jugar una vez, en una eliminatoria en Barranquilla, y que hizo gol. Flavio se sabe los datos de memoria. Y cuando habla de Ronaldo se agita, como ansioso.
–¿Por qué tanta pasión por Ronaldo? –Le pregunto a Flavio, que lleva cachucha y pantaloneta negra y parece un niño recorriendo un parque de diversiones, queriendo ver todo, fotografiar todo, memorizar todo.
–Ronaldo me gusta desde cuando lo vi por primera vez, cuando jugaba en Barcelona, en Inter, en la selección de Brasil. Me impresionó su velocidad. Fue un amor a primera vista –dice Flavio, y no es chiste, la mirada en serio le brilla.

* * *

São Cristóvão es un club legendario en el fútbol carioca, aunque no lo parezca por sus modestas instalaciones: un estadio que amenaza con venirse abajo, la cancha que no está en funcionamiento, las paredes del estadio descascaradas, las tribunas, con capacidad para unas 2.500 personas, envejecidas, las torres de luz que no tienen bombillos, los banquillos con sillas que parecen las de un restaurante, el túnel de entrada a la cancha que es realmente un túnel, oscuro, de paredes agrietadas, con escombros. Es un escenario desvencijado.
Este club, que hoy en día tiene unos 8.000 socios, según dicen allí, y que juega en la Serie C del torneo carioca, fue campeón en 1926 de ese campeonato, el más importante en Río. En una de las paredes del estadio está esa insignia escrita, ‘Campeón Carioca de 1926’, un orgullo para el club, que ese año superó a los tradicionales Flamengo, Botafogo, Fluminense, y conserva el trofeo bajo llave, como un tesoro. Un día, a Renato se le ocurrió que la frase del Fenómeno en la fachada podía ser atractiva y ayudar al club a atraer patrocinadores. Y desde entonces lo que aumentó fueron las visitas de fanáticos como Flavio. El club proyecta un mural en color en el que aparecerá Fenómeno, con el que esperan recibir ayudas para salvar el equipo. Solo falta la autorización de Ronaldo, que ha dejado de enviar aportes porque, dice el actual presidente, estos se refundían.
Renato lleva toda una vida trabajando para el club, ha contado la historia miles de veces, que Ronaldo tenía 13 años cuando decidió empezar a entrenar en el São Cristóvão y no en Flamengo, que era más importante, pero le quedaba muy lejos. A esta canchita llegaba en tren, desde el barrio Vento Ribeiro, y en esa canchita estuvo hasta los 16, cuando se fue para el Cruzeiro, luego, la historia ya conocida, su fama, su llegada a Europa, PSV, Barcelona, Inter, Real Madrid.
–¿Y qué recuerda de esa época, Renato?
–Él era muy joven, muy flaco. No puedo mentir y decir que ya supiéramos que iba a ser el mejor futbolista del mundo. Pero era diferente. Yo lo vi en esta cancha atravesar de arco a arco con el balón mientras los rivales lo perseguían. Ya era fenómeno.
Renato lleva puesta la camiseta del club, blanca con rayas negras. A su espalda no dice Ronaldo, dice Renato. No tiene el 9, tiene el 58, su edad. Cada año manda a hacer una camiseta personalizada. Es de rasgos fuertes, parece malgeniado, pero cuando coge confianza, bromea, se ríe y se pierde en los recuerdos. Dice que pasa más horas aquí que en su casa, que llega a las 7 de la mañana y se va a la medianoche o a la madrugada. Su oficina es un minimuseo, hay fotos de él con muchos periodistas, japoneses, por ejemplo, que vienen a conocer la historia, no la suya, la de Ronaldo. Pero se da su importancia, señala sus fotos con Fenómeno, y una camiseta firmada por él, que dice, ‘A Renato Campos un abrazo’.
–¿Qué significa Ronaldo?
–La gente dice que el mejor futbolista brasileño es Pelé, pero no. El mejor es Ronaldo. Ronaldo resurgió tres veces de las lesiones –dice, con toda seriedad. No bromea.

* * *

Después de aclarar las cosas con Renato, Flavio pudo recorrer todas las instalaciones, se paseó por los palcos que no tienen ventanas, por las tribunas de sillas deterioradas, recorrió la gramilla que no está ni demarcada, y al fin llegó al museo, un salón amplio y de poca luz en el que están todos los trofeos. Y en un rinconcito, el homenaje a Ronaldo. Ahí, Flavio ya no pudo más, ya había reprimido mucho sus emociones, entonces empezó a llorar, inconsolable, ante la mirada de sus familiares y de Renato. Entonces su mamá lo abrazó para que se desahogara. “Le dije a mi familia que así no vaya a la final de la Copa América, no me importa, prefería venir acá”.
En ese lugar hay verdaderos tesoros para un fiel hincha de Fenómeno como Flavio: una foto de Ronaldo con la camiseta del São Cristóvão, cuando no tenía más de 16 años, con su enorme sonrisa, y hay otras fotos de él durante algunas visitas al club, ya como futbolista consagrado, porque ha regresado tres veces, más grande, más pesado, y hay una camiseta del equipo, enmarcada y con la firma del exfutbolista. “Para los amigos de São Cristóvão”.
–¿Qué pasaría si se encontrara a Ronaldo?
–Oh, creo que me daría un ataque –balbucea Flavio, y parece nervioso, como si se lo hubiera imaginado miles de veces y aún no supiera qué es lo que haría frente a su ídolo.
PABLO ROMERO
Enviado Especial de EL TIEMPO
En Twitter: @PabloRomeroET
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